“Ella ya no me quiere, ya no es como antes”

PUBLICADO EN LA SECCION FIRMAS DE CLAVE DIGITAL EL DIA martes, 29 de agosto de 2006


Mildred D. Mata -

Mujeres inasibles

No se les puede agarrar
no quieren
es que ya no se puede.
Sueltas, hasta por instinto
lanzadas a los ríos,
corren suaves, veloces, a veces,
tocan las estrellas
heraclitanas a veces suelen ser
sorpresivamente inasibles hasta para el llanto
y para la metafísica cultural.

No pueden aprehenderse como eternamente quietas
porque el espejo puede reflejar, sorpresivamente,
cuando menos se espera
un gran canto
un grito
y la eterna esperanza de querer ser.

mildred dolores mata
13.VIII.06
Santiago, República Dominicana


Relaciones que se deterioran. Relaciones de nueve, catorce, veinte…años que pueden terminar, y muchas veces terminan, por una incomprensión y un alejamiento que aparece de manera sistemática en los últimos años y parece que irremediablemente.

Hay un definitivo y gran desencuentro entre las mujeres y hombres que vienen viviendo relaciones violentas. Sin una revisión fundamental de la relación en base a la inseguridad y la baja autoestima no se facilita ningún acuerdo de continuidad. Hay mucho trabajo terapéutico y de educación que hacer.

Es el drama diario que observo en las parejas, o parejas prácticamente separadas, que logramos atender en el trabajo de violencia intrafamiliar, desde la Unidad de Violencia de género, Intrafamiliar, y sexual en la Fiscalía de Santiago, en el Núcleo de Apoyo a la Mujer y en el Movimiento de hombres, en Santiago.

Voy a tratar en este artículo los casos de parejas que aún muestran deseo de continuar juntos, el hombre suele ser aún un poco proveedor o muy buen proveedor, la pareja se ha mantenido porque la mujer ha aceptado ir perdiendo contacto con el mundo. Él le ha exonerado de trabajar, y a ella hasta le ha gustado, pero en esa exoneración el motivo es el miedo, la inseguridad, el sometimiento, no el bienestar de las mujeres. Pero finalmente ellas recienten el encierro. Él no quiere que nada cambie, ella quiere cambios. Y para él sólo puede explicarse ese cambio porque ella quizás tiene otro, o ella ya no lo quiere igual, y muchos temen que ya no se satisfacen igual sexualmente.

“No es nada de eso, yo aún lo quiero, me gusta como hombre en la cama, pero ya no soporto su violencia, cada día está más insoportable, me insulta más, está más inseguro, así… ¡yo no lo aguanto!”, -así se expresan mujeres relativamente jóvenes con muchos años de vida en pareja, jóvenes aún porque iniciaron su vida de pareja desde temprana edad.

Son parejas que viven aún juntos, medio separados. La mujer pone una cita para pedir que le digan que no la continúe maltratando, deseando continuar la relación: se habla de violencia física, pero de manera secundaria, porque la violencia que quieren parar, por la que quieren que se les hable es por la psicológica, es en la que más desean un cambio o mejoría.

Quieren que no se les siga degradando de palabras, que no se les siga celando, que no se le siga prohibiendo salir. Quieren poder hablar, desahogarse con amigas, vecinas, como mínimo. Pero ¡hay si él se entera que ya está visitando, conversando! El silencio y la soledad social es el menú que se les propone.

Hablar, circular, relacionarse, son todas demandas que la Constitución consigna como derechos ciudadanos fundamentales, propios de la vida en democracia.

“La mujer que trae un hombre aquí, que viene a quejarse de lo que pasa en nuestra casa, entre nosotros dos, es que ya ha dejado de querer; en algo anda por ahí, eso también me lo dice todo el mundo”. Así se expresa amargamente, con el rostro tenso, y los ojos casi llorosos, uno de los hombres que acuden a las citas que les ponen sus cónyuges. Se les explica que efectivamente, los tiempos han cambiado, que las mujeres han cambiado. Se les dice que el verdadero amor, termina aceptando a la persona como es, y que ellas no quieren seguir siendo prácticamente mujeres secuestradas. Quieren trabajar, pasar trabajo, ¿para qué?...para perderse, - suelen decir estos hombres.

Por su parte las mujeres dicen que nunca han aceptado el encierro, el maltrato verbal, ni físico. Pero reconocen que tienen unos cuatro, cinco, tres años que esa forma de vivir ya les resulta intolerable. No quieren seguir así. Lo que más detestan es el encierro y la obsesiva vigilancia.

Asombra la coincidencia en el número de años a partir de los cuales ya ellas no toleran el vivir como presas de confianza, prácticamente secuestradas.

Están llenas de miedo. Lloran, quieren conservar la relación, y esperan con ansiedad que el hombre sea convencido de que debe cambiar o mejorar. No suele haber marcha atrás. Tienen miedo porque no están acostumbradas a trabajar fuera de la casa, porque temen quedarse sin nada, pues la pareja no entiende eso de separar bienes, dado que no les es fácil asimilar la sentencia de la Suprema Corte de Justicia que reconocen derechos sobre bienes a las personas que viven unidas, después de cinco años de convivencia reconocida públicamente, ininterrumpida, sin importar que no sea unida por el matrimonio legalmente. Es esta amenaza de desamparo de bienes uno de los últimos recursos que usan para continuar el encarcelamiento.

También los cónyuges las amenazan con provocarles daños diversos, a ella o a sus seres queridos. Y aún separados totalmente, estos no logran entender la firmeza del cambio que sus exparejas quieren, y suele ser largo el vía crucis de estas mujeres, de estos hombres, de las hijas e hijos, de los familiares, amigos/as, vecinos/as, y otros relacionados/as.

Conocemos de hombres, que aún teniendo una orden de no acercamiento a la ex, que habiéndose leído el divorcio en la mañana, en la tardecita van a amenazar a la mujer, diciéndole que “si tú buscas a otro hombre te voy a volar la cabeza”. No asimilan ni siquiera el divorcio.

Estos dramas repetitivos parten el alma. Tanto por la situación de la mujer, como por la del hombre. Infantilmente no logran entender que a más presión e intimidación más lejanía.

Hay que disminuir esa brecha cultural que está ampliando separando a las parejas. Es muy importante el trabajo educativo de prevención, sobre democracia y ciudadanía de las mujeres, sobre el cuestionamiento a la opresión y el control de las mujeres y analizar con eventos educativos como esto va matando el amor, así como explicar en estas actividades de sensibilización y reflexión acerca de lo insensible y sin futuro que son para mantener una pareja, los abusos de poder asimétrico, unilateral, que los hombres pretenden continuar ejerciendo sobre las mujeres, como si los tiempos de esa cultura ya no estuviesen terminando.

También ayuda a que la situación se supere si el hombre está rodeado de un círculo de relacionados que cuestionan esa violencia psicológica o física. Y por donde quiera que se mueva reciba el mismo mensaje: ¡No, a la violencia!

En Santiago, el trabajo de psicología y desde el trabajo social con los hombres afectados en terapia grupal, o con charlas que cuestionan la cultura machista o patriarcal, son parte de las herramientas que van poniendo un granito de arena, que vienen en auxilio de los hombres y mujeres, que son víctimas de esta cultura que ha concebido las relaciones entre ambos, como seres humanos contrapuestos a través del concepto de que el hombre manda, controla y domina, y la mujer obedece, se deja controlar y dominar.

Cuando las autoridades religiosas, policía, fiscalía, jueces, las empresas, familiares, la escuela, los medios de comunicación y todo tipo de instituciones se unen para mandar el mismo mensaje: de que no se tolera, no se acepta, no se ve bien la violencia contra la mujer, entonces confluyen muchos factores que de manera positiva inciden sobre las causas de este problema y ayudan a que el hombre puede reaccionar, comprendiendo, aceptando y procurando mejorar por su propio bien.

Hay que ayudar a entender que el verdadero amor acepta a la persona y se hace un esfuerzo por el propio cambio, en aras de poder encontrarse hombres y mujeres en un terreno de verdadero compañerismo, hermandad y amistad, más allá de la pareja como encuentro sexual, a veces con un concepto de amor enfermamente posesivo, como si esto fuese pasión y erotismo. Y es que las baladas, las bachatas, los chistes, las novelas y el cine, siguen asociando el amor con sufrimiento.

Las mujeres están cambiando. Es un cambio que coincide en la mayoría de las mujeres, y es un cambio contemporáneo, actual. Cambian porque sus tiempos ya les permiten olfatear la paz, la libertad, el verdadero amor, la tolerancia, y el respeto.

Termino dejándoles este párrafo donde nos dice Frei Beto, hablando de los siete pecados capitales, que San Agustín señalaba como tales, porque afectan la ecuanimidad de la cabeza, o del pensamiento y que se tienen desorganizan la vida: Lo contrario de la soberbia es la humildad; de la envidia el desapego; de la ira la tolerancia; de la pereza el compromiso; de la avaricia el compartir; de la gula la sobriedad; de la lujuria y el amor.

http://www.paginadigital.com.ar/articulos/2006/2006prim/cart as7/brasil-220706.asp

Se necesita de la construcción de una cultura de paz entre hombres y mujeres con la participación de todas y todos. Nacimos para ser felices, hagamos algo con un compromiso desde las instituciones para disminuir el sufrimiento. El trabajo de prevención mediante la educación y la comunicación es muy importante, y muy necesario para acortar estos viacrucis.

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