Superar la dureza ante las diferencias

PUBLICADO EN LA SECCION FIRMAS DE CLAVE DIGITAL EL DIA martes, 26 de septiembre de 2006

ACARICIANDO

Superar la dureza ante las diferencias

Los adolescentes suelen disfrutar de poner distancias con los adultos, tienden a hablar con cierta agresividad y a no ser muy cooperantes con el espíritu grupal.
Mildred D. Mata - Pequeña. Madre. Amiga.

En la adolescencia hay áreas del cerebro que no están desarrolladas, concluye un estudio realizado por la doctora Sarah-Jayne Blakemore y su equipo, los cuales son expertos del Colegio Universitario de la Universidad de Londres.

Estas áreas tienen que ver con la toma de decisiones complejas y también están asociadas al tomar en cuenta los sentimientos de las demás personas.

Teniendo esto claro es por lo que tenemos que esforzarnos por recordarlo en nuestras relaciones con adolescentes, sea en espacios escolares, en la familia, y en organizaciones sociales y comunitarias, en general.

Esa dureza de nuestros jóvenes para contrariar, herir, ser un poco soberbiamente narcisistas debe entenderse en ese contexto. Y tenemos que hacer un gran esfuerzo para amarlos como podamos, pues suelen disfrutar de poner distancias con los adultos, tienden a hablar con cierta agresividad y a no ser muy cooperantes con el espíritu grupal.

Esta situación si se quiere de naturaleza biológica, se complica por las limitaciones propias de la cultura autoritaria en el ejercicio del poder que aún prevalece entre los adultos con respecto a la niñez, a la adolescencia y a los/as envejecientes.

Además de esta cultura de excesivo poder de los adultos, están los problemas de género de los varones que les lleva a ser más radicales hacia salidas destructivas cuando la vida se torna angustiosa e insegura, y se tienen menos herramientas emocionales para desdoblar emociones y para buscar apoyo y consuelo.

De ahí el mayor uso de parte de éstos de sustancias químicas como escape. También cuando los hombres hacen un intento autodestructivo, por la radicalidad de los medios, suele ser mortal y más definitivo.

Otro elemento que dificulta las relaciones entre adolescentes y adultos es lo referente de la autoestima y lo de una identidad muy permeada por la sustentación externa del poder. Si nosotras las madres y los padres tenemos problemas de autoestima, muy fácilmente podemos sentirnos heridos, cuestionados, lo que va generando distancia, y corazas.

Saliéndome un poco del tema, quiero ilustrar con una vivencia sobre esto último de la baja autoestima y un exceso de celo sobre la identidad de la “autoridad”.

Estando en una fila en un banco comercial, noté una señora muy mayor de edad que estaba detrás de mí. Le dije: -Doña, póngase delante pues por su edad a usted se le atiende primero. La señora se puso como primera en la fila, y todo el mundo quedó muy complacido.

Pero resulta que se me acerca el vigilante y me dice: -Doña, usted no tiene que hacer eso, eso no le corresponde a usted. Yo en un ensueño de bondad, le dije sonreída, -así, pero ya se resolvió. No capté nada como para responder de otra forma. El guardián vuelve y me dice –sí, pero no es usted quien tiene que hacer eso. Sigo un poco bobalicona, y le digo, -es que la señora es muy mayor, y le tocaba ir delante, como dice la regla. El guardián vuelve y me dice lo mismo, en un tono comedido, pero un poco incómodo y amenazante. ¡Ahí desperté!, y le dije en voz alta: -entonces usted me reprocha por ayudar, en vez de agradecerme, y lo que hace es estarme “fuñendo”, ¡quédese con su banco!

Ahí salí de la fila y me fui del banco, a pesar de que iba bastante avanzada. Fui a otro local, mucho más lejos, y allá le expresé a una empleada de Atención al cliente lo que me pasó, la sucursal, la hora, etcétera. Básicamente mi inquietud fue la de dar la sugerencia para la capacitación de ese tipo de personal. Ya mucho se ha hablado las dificultades de ese tipo de empleado, que en varias ocasiones, por ese celo de autoridad y por la baja autoestima a cometer homicidios.

Lo que quiero destacar es que, a mi parecer, estamos frente a una persona que por tener baja autoestima, se sintió vulnerable, ante una acción como la mía, y no podía parar amigablemente, ni acogerme en lo esencial del hecho de mi gesto solidario, estaba cegado, obsesionado por ese impulso de que se le reconozca su autoridad.

Me sorprendió bastante el hecho porque eso que hice es muy común, frente a personas mayores, a mujeres embarazadas, o con niños/as pequeños/as en los brazos, y personas con impedimentos físicos.

Y es lo que quiero destacar en algunas de nuestras reacciones cuando los adolescentes se comportan o tienen actitudes cuestionadoras de nuestra autoridad, o que estimamos que es así, cuando tenemos una muy acentuada debilidad de sentirnos medidos en nuestro valor como autoridad, con una reacción desmesurada.

Heredamos una cultura autoritaria.

Si a las limitaciones para la vida en grupo con consideración, propia de la adolescencia se suma el autoritarismo, es este un caldo de cultivo de serios problemas con los adolescentes. Muchas veces solemos presionarlos tanto que no podemos percibir las consecuencias de ese mucho acorralamiento, y de querer ejercer control, pero con poca flexibilidad y ternura.

Lo más importante que debemos hacer sentir al adolescente es que por mucho que contraríe, rompa nuestras expectativas, y cometa errores, su vida es sagrada, y que aún le corrijamos y pongamos límites, puede contar con nosotros/as. De ahí que tenemos que cultivar la virtud del apoyo y el amor incondicional, aún cuando se tornen en “pequeños monstruos”.

A veces, más que el dolor por lo que creemos no conviene a nuestros hijos e hijas, tenemos el dolor porque se rompen nuestros sueños. A relacionarnos pues con desapego a “nuestros sueños”, al temor al que dirán.

No está escrito el libreto de la vida de nadie. Construyamos un libreto juntos, con realismo, con amor, aún las personas no se comporten o se desenvuelvan conforme a nuestros sueños.
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