Suramérica está unida contra una guerra regional

Receta de una crisis

Maria Luisa Mendonça

No hay crisis en América del Sur. Al violar el territorio ecuatoriano, el
gobierno de Álvaro Uribe busca estimular el conflicto armado en su propio
país, ya que su jerga de "combate al terrorismo" sirve para justificar la
política de represión y la presencia militar de Estados Unidos en la región.
A la vez, Uribe tiene como objetivo romper con la posibilidad de un acuerdo
negociado y humanitario con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia) para la liberación de rehenes, sobre todo de ex parlamentarios que
hagan oposición a su política de guerra.

Si hubiese realmente una crisis en América del Sur, los demás países de la
región no manifestarían una posición unánime en condenar la acción del
ejército colombiano. Sin embargo, sabemos que históricamente han sido
fabricadas diversas "crisis" para justificar el mantenimiento del control
político, económico y militar de Estados Unidos, no sólo en América Latina,
sino en otros continentes. La guerra en Colombia es esencial para que
Estados Unidos mantenga un aparato bélico en la región. El Plan Colombia fue
construido para servir de plataforma militar regional y, en diversos
momentos, el gobierno estadounidense intentó involucrar a los países de Cono
Sur en el conflicto.

A inicios del 2001, cuando el entonces presidente Andrés Pastrana y el líder
de las FARC Manuel Marulanda intentaban negociar un acuerdo de paz, George
Bush asumía el poder en la Casa Blanca e iniciaba su campaña internacional
para la ampliación del Plan Colombia. El Secretario de Estado estadounidense
de la época, Colin Powell, tenía la tarea de conseguir la colaboración de
países latinoamericanos para su estrategia militar en Colombia.

En aquel momento, el llamado Plan Colombia o "paquete de ayuda" de 1.3 mil
millones de dólares, fue aprobado por el Congreso estadounidense con el
justificativo de defender la democracia y acabar con el narcotráfico. El
Congreso inclusive condicionaba la liberación de recursos para el Plan
Colombia a su no utilización para fines contra-insurgentes. Claro que nadie
cree que el propósito del Plan Colombia era el combate a las drogas, pero en
aquel momento no era aceptable admitir abiertamente el papel militar
estadounidense contra las guerrillas colombianas.

Solamente tras los atentados en Nueva York y Washington, el 11 de septiembre
de 2001, el gobierno Bush pasó a utilizar el "combate al terrorismo" para
justificar su política de guerra. La aceptación de la clasificación de las
FARC como grupo "terrorista" sólo fue posible en el contexto internacional
post 11 de septiembre. Desde entonces, esta jerga está siendo aceptada por
muchos gobiernos y medios de comunicación.

A partir de 2002, Colin Powell garantizó un subsidio adicional de 731
millones de dólares para financiar la participación de Ecuador, Bolivia y
Perú en el Plan Colombia. El papel de Ecuador era central, sobre todo porque
Estados Unidos utilizaban la Base de Manta, con capacidad de controlar el
espacio aéreo de la región Amazónica, del Canal de Panamá y de
Centroamérica.

La elección del presidente Rafael Correa interrumpió el apoyo de Ecuador al
Plan Colombia, ya que una de sus principales medidas fue anunciar que no
renovaría el acuerdo con Estados Unidos para el control de la Base de Manta.
La elección del presidente Evo Morales en Bolivia y el cambio en la política
externa de aquel país significó un problema adicional para el gobierno
estadounidense en la región. A pesar de los reiteradas intentos del gobierno
Bush, a través del llamado Comando Sur (un rama del Ejército estadounidense
que actúa en América Latina), para involucrar a los países suramericanos en
el conflicto colombiano, otros gobiernos se han negado a clasificar a las
FARC como terroristas y a enviar tropas para combatir a las guerrillas en
Colombia.

Más recientemente, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, puso en marcha
una campaña internacional por un acuerdo humanitario y la liberación de
rehenes secuestrados por las FARC, que ganó apoyo gubernamental y admiración
de la sociedad en muchos países, sobre todo en Europa y América Latina. Está
claro que Uribe y Bush necesitaban de un contrataque y eligieron como blanco
Ecuador, apuntando al presidente Rafael Correa y apostando a la diseminación
de una ola de "crisis" hemisférica.

Inmediatamente, los mass media conservadores en muchos países repiten
declaraciones de la policía colombiana sobre una supuesta colaboración de
los gobiernos de Ecuador y de Venezuela con las FARC. Este tipo de campaña
sirve para frustrar posibles intentos de mediación de un acuerdo de paz en
Colombia. Otras declaraciones refuerzan el clima de guerra. Durante la
Conferencia del Desarme de la ONU , el vicepresidente colombiano, Francisco
Santos Calderón, declara que las FARC pretenden obtener material
radioactivo, mientras Alvaro Uribe amenaza denunciar a Hugo Chávez en la
Corte Penal Internacional por "patrocinio y financiamiento de genocidas".

Como dice el profesor Noam Chomsky, la primera víctima en una guerra es la
verdad. En este caso, el escenario está montado. Resta saber si Uribe (que
intenta esconder denuncias de relación con los paramilitares) y Bush (que
está desmoralizado y se apresta a dejar la Casa Blanca ) tendrán
credibilidad suficiente para alimentar esta farsa. (Traducción ALAI)

- Maria Luisa Mendonça es periodista y miembro de la Red Social de Justicia
y Derechos Humanos.

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