Salvar la vida de la mujer embarazada cuando su vida está en peligro, medicina responsable


 

Confieso que he pecado
Escrito por: LILLIAM FONDEUR (lfondeur@gmail.com
 
Confieso que he pecado. Ana Ulloa llegó a la consulta por una falta, se realizó una sonografia que confirmaba  la sospecha.  A sus 19 años no planeaba quedar embarazada, pero como dice el comercial “no te protegiste”. La sonografía reportaba un embrión con latido cardiaco.  Deslumbraba el punto mágico donde late la vida, su existencia era innegable. Para implantarse el embrión eligió un lugar inadecuado, se alojó en la trompa derecha, la conclusión del estudio rezaba: embarazo ectópico de 8 semanas.

Mientras Ana me miraba fijamente, sin imaginar el riesgo a que estaba expuesta, dentro de mí se gestaba un Déjà vu, tenía la  impresión de haber vivido esto antes, fue volver a los debates sobre el artículo 37 de la nueva Constitución.  El embrión de Ana tiene vida,  por circunstancias del destino se anidó en la trompa, intentando crecer dilata y luego desgarrará la trompa.  Sus ojos  de niña asustada me miran buscando algún comentario.  ¿Violo o no  la Constitución?  Puedo  esperan a que reviente la trompa y muera el embrión, de esta forma no atentó contra la Carta Magna, pero es un riesgo para Ana, no sólo va a sentir un fuerte dolor, sino que el  sangrado puede llevarla a la muerte.  Esto ocurre en los hospitales públicos que dan fiel cumplimiento a la Constitución, son templos de la ley, en estos centros las mujeres pobres son potenciales casos de mortalidad materna.  Tengo la opción de decirle que no puedo ayudarla, que vaya donde otro profesional de la salud. Es inaceptable que para los libros de obstetricia un embarazo ectópico, como la ciencia llama al embarazo fuera de su centro, es una emergencia obstétrica, y en Republica Dominicana el Poder Legislativo lo ha convertido en un dilema, ¿vida del embrión sobre vida de la mujer? ¿Faltar a la Constitución? ¿Y si luego los familiares llevan el caso a la justicia?

 Tomé una inspiración profunda, mi contacto con la  fuente de vida y le dije: Ana, tienes una emergencia, hay que interrumpir el embarazo para proteger tu salud.   Durante la cirugía, pude comprobar cómo la trompa empezaba a sangrar. Ana salió de la clínica sin complicaciones.

Como ginecóloga obstetra mi obligación es proteger el binomio, madre-bebé, pero en ocasiones tengo que elegir, y escojo a la mujer. La Constitución, con artículos como el 37, atenta contra la salud y la vida de las mujeres pobre. Aunque la vida es inviolable desde la concepción, para salvar la vida de Ana interrumpí el embarazo.  Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

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