Libertad y paz para las mujeres

Cuando decidí estudiar Trabajo Social para el año 1972, en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), en la ciudad de Santiago, algunas personas advirtieron a mi familia que no era conveniente que estudiara esa profesión. Decían que en la misma se gana poco dinero, que ejercerla es peligroso, que se anda con gente y sectores “barriales”, o por campos apartados, y que dando charlas, investigando,…me podrían violar, maltratar, asaltar, o matar. En ese entonces tenía 17 años.

Efectivamente, desde que estudiaba la carrera, y luego ejerciendo la profesión, con frecuencia he sentido que existe esa posibilidad, y cada vez que ha estado en juego mi realización, mí decisión ha sido optar por la brisa fresca, por el sol, el poder mirar panales de abejas y sus mieles, he optado por las calles, por los caminos, por los peatonales, por los conchos, ir a cargo de un volante, andar en las guaguas, burros, mulas, jeepetas, camionetas, trenes, y caminar a pie por las veredas, por las habitaciones, las oficinas…:por los espacios todos.

Y he decidido de manera consciente “hacerme mujer” libre, más o menos. Consciente de que la “mujer no nace, se hace”, como dijo la francesa Simone de Beauvoir en su libro El segundo sexo, escrito en el 1949; en el cual, desde ya, ésta, ponía de relieve los condicionantes con los que la cultura patriarcal nos ha restringido como seres plenos.

Para mí era inaudito, con las reflexiones que alcanzaba a tener en ese entonces, que yo no pudiere ser una persona completa, que no pudiese ser fiel al “yo” que quería tener, y que no pudiese moverme conforme a mis ideales; o decidir, cada vez, respetando mi racionalidad, y mis intuiciones. Y no acepté, de manera radical, y persistente, que el miedo determinara mi vida por razón de mi sexo de haber nacido femenina.

Luego he ido descubriendo que no sólo es un problema del ejercicio de la profesión de Trabajo Social. Igual me pasó cuando decidí militar en un partido. E igual ha pasado cuando he caminado por los bateyes, en comunidades rurales, cuando manejo de noche, cuando en mi trabajo para que se siembre una cultura de paz se ven afectados estilos de vida violentos,…en fin…cuando ando sola, o duermo en un casa sola. La propuesta que se nos hace a las mujeres desde la cultura que tenemos y que venimos llamando patriarcal es que las calles, los caminos, la condición de personas libres no nos pertenece. Se espera que debamos andar cuidadas, y/o acompañadas.

El pasado jueves 4 de agosto de este año 2011 una joven mujer de 23 años transitaba sola por caminos llenos de árboles, cruzaba un riachuelo, y se dirigía a realizar su primer trabajo remunerado. Hablo de una mujer que caminaba por los linderos en Las Cruces de Jacagua y La Ciénega, en la ciudad de Santiago, era en pleno día, pero andaba sola. Fue salvajemente violada.

El pasado lunes 8 de agosto, en la noche, yo recorría calles y una carretera, hasta llegar a la comunidad de Hatillo San Lorenzo, Distrito Municipal de La Canela. Manejaba sola, andaba sola. De múltiples maneras quise ser acompañada por el temor a mi condición de ser mujer. Y de una sola manera continúo y continuaré circulando: sola y libre sí así lo deseo, o lo imponen las circunstancias naturales, la mayor parte del tiempo que pueda.

Las calles, los caminos,… son también nuestros. Tomemos precauciones, como aprender defensa personal, enseñarle a defenderse a las hijas, a las sobrinas, a las nietas, etcétera, y tengamos herramientas para defendernos. Pero para nosotras las mujeres no puede haber reversa: Si nos gana el miedo no podremos ser personas plenas. Si se nos sigue educando en el miedo y no lo vencemos seguiremos siendo apenas, sombras, u objetos.

Para la sociedad no puede haber reversa: tenemos que esforzarnos con más eficacia, eficiencia y seriedad, para construir una cultura de respeto, de cariño, de integridad y de consideración hacia el cuerpo y el alma de las mujeres. ¡Merecemos todas, sociedades de paz! Merecemos mujeres y hombres, confianza y seguridad, en las relaciones, en la sociedad y en la construcción de nuestras personalidades.

___ Nota: Por el clasismo que aún prevalece en nuestra sociedad se suele usar la expresión de “barrial” como un despectivo, por la cultura elitista de discriminación hacia la pobreza que aún prevalece en parte de la sociedad.

La autora es Trabajadora Social y ciudadana.

También ver acá:
http://elmunicipio.com.do/contentsreflex.aspx?key=419

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