Azul, poema de Rubén Darío

Poema Azul de Rubén Darío

Rubén Darío, poeta de Nicaragua, escribió el poema azul


        AZUL...


Regreso a Dariana




AUTUMNAL

        Eros, Vita, Lumen

        En las pálidas tardes
        yerran nubes tranquilas
        en el azul; en las ardientes manos
        se posan las cabezas pensativas.
        ¡Ah los suspiros! ¡Ah los dulces sueños!
        ¡Ah las tristezas íntimas!
        ¡Ah el polvo de oro que en el aire flota,
        tras cuyas ondas trémulas se miran
        los ojos tiernos y húmedos,
        las bocas inundadas de sonrisas,
        las crespas cabelleras
        y los dedos de rosa que acarician!

        En las pálidas tardes
        me cuenta un hada amiga
        las historias secretas
        llenas de poesía:
        lo que cantan los pájaros,
        lo que llevan las brisas,
        lo que vaga en las nieblas,
        lo que sueñan las niñas.

        Una vez sentí el ansia
        de una sed infinita.
        Dije al hada amorosa:
        --Quiero en el alma mía
        tener la aspiración honda, profunda,
        inmensa: luz, calor, aroma, vida.
        Ella me dijo: --¡Ven!-- con el acento
        con que hablaría un arpa. En él había
        un divino aroma de esperanza.
        ¡Oh sed del ideal!

        Sobre la cima
        de un monte, a medianoche,
        me mostró las estrellas encendidas.
        Era un jardín de oro
        con pétalos de llama que titilan.
        Exclamé: --¡Más!...

        La aurora
        vino después. La aurora sonreía,
        con la luz en la frente,
        como la joven tímida
        que abre la reja, y la sorprenden luego
        ciertas curiosas mágicas pupilas.
        Y dije: --¡Más!... Sonriendo
        la celeste hada amiga
        prorrumpió: --¡Y bien! ¡Las flores!

        Y las flores
        estaban frescas, lindas,
        empapadas de olor: la rosa virgen,
        la blanca margarita,
        la azucena gentil y las volúbiles
        que cuelgan de la rama estremecida.
        Y dije: --¡Más!...

        El viento
        arrastraba rumores, ecos, risas,
        murmullos misteriosos, aleteos,
        músicas nunca oídas.
        El hada entonces me llevó hasta el velo
        que nos cubre las ansias infinitas,
        la inspiración profunda,
        y el alma de las liras.
        Y lo rasgó. Allí todo era aurora.
        En el fondo se vía
        un bello rostro de mujer.

        ¡Oh, nunca,
        Piérides, diréis las sacras dichas
        que en el alma sintiera!
        Con su vaga sonrisa:
        --¿Más?... --dijo el hada. Yo tenía entonces
        clavadas las pupilas
        en el azul; y en mis ardientes manos
        se posó mi cabeza pensativa...

        [1887]