Ciertamente los violentos acontecimientos recientes han estremecido la opinión pública y la conciencia de muchos y muchas que vemos con inquietud el lento pero al parecer inexorable deslizamiento de nuestra sociedad hacia la violencia: Violencia intrafamiliar, violencia social, violencia policial, violencia de la corrupción, violencia de privilegios, violencia de inequidad social y miseria, violencia de la ostentación. Nos estamos convirtiendo en una isla rodeada de violencia por todas partes.
En los últimos tres días, hemos asistido a tres hechos enormemente reveladores.
1) El asesinato con alevosía de tres jóvenes, supuestamente delincuentes que atracaron un colmado, por parte de autoridades que se supone deben velar por el imperio de la legalidad, ante la mirada no solo complaciente sino estimulante de muchas personas.
2) El descubrimiento de una cuantiosa cantidad de dinero, en moneda extrajera y en billetes de baja denominación, a todas luces sospechosa de provenir de actividades ilícitas, en un avión privado que habría volado ilegalmente a Puerto Rico, cuyos tripulantes, con excepción de uno de ellos, el menos favorecido con recursos económicos y poder político, han sido dejados en libertad, y hasta se les ha pedido excusas públicas por haber sido "retenidos" unas horas para ser interrogados.
3) Los incomprensibles hechos ocurridos en La Caleta en los que perdieron la vida un oficial policial y 4 civiles, estos últimos al parecer nada tenían que ver con los acontecimientos.
En el primer hecho, ciudadanos clamaban (ante cámaras de TV) por el asesinato de los jóvenes. En el segundo, la ciudadanía aun permanece estupefacta y en silencio ante el poder económico y político de algunos de los protagonistas. En el tercero la ciudadanía llora y grita por la calles de La Caleta clamando por justicia que castigue a las autoridades a quienes presumen responsables. ¿Que es lo común?. La degradación ética. La sensación de que las instituciones no operan. La sensación de que la fuerza legítima del Estado y la violencia delincuente oficial solo operan cuando se trata de los pobres. La sensación de que si no se toma la justicia en las propias manos por los agraviados nada pasará.
Parece urgente encontrar caminos para un rearme ético de nuestra sociedad. Mas allá de las artificiosas divisiones impuestas por intereses particulares o circunstanciales, hay enormes reservas morales que no logran hacerse escuchar. La República Dominicana aun es una sociedad privilegiada, porque tenemos oportunidades para avanzar en esta dirección, si se lograra hacer prevalecer lo mejor de nosotros. Pero veo con tristeza que no siempre y no todos quienes tendríamos la responsabilidad de orientar y conducir a la población tenemos conciencia de esta necesidad ética, o simplemente no tenemos deseos de asumir estas responsabilidades, por cualesquiera de las muchas razones que pueden ser esgrimidas para la pasividad..
Lamentablemente nuestras élites dirigentes. sean políticas, empresariales, culturales, sociales y hasta religiosas, al menos en su mayoría, parecen sentirse confortables con este presente que denigra del pasado y amenaza el futuro. El conservadurismo se ha entronizado y apenas alcanzamos a alarmarnos de vez en cuando, cuando se disparan las alarmas de la sensibilidad social, sin que aparezcan propuestas y planteamientos acerca de un futuro mejor y posible. Todos, o al menos la mayoría pareceríamos contentos con el modelo económico y con el modelo de relaciones sociales que nos llevan al precipicio.
No estamos irremisiblemente condenados a ser un país esquizofrénico, con una parte de la sociedad que nada en la opulencia y hace todo lo que puede para concentrar mas el ingreso nacional, que prefiere gastar cada vez mas en seguridad personal antes que aceptar redistribuir socialmente una parte de sus escandalosas ganancias, que prefiere educación y atenciones de salud privadas, de alto costo y mala calidad, pero altamente excluyentes, que satisfacen mas un ego de élitismo y exclusividad que sus verdaderas necesidades como ciudadanos; mientras que el otro país, postergado, lucha cada día por sobrevivir, sin muchas esperanzas de futuro, sin acceso a atenciones de salud, a educación y empleos de calidad, que cada vez mas convive y tiende a ser victima y victimario de una absurda espiral de violencia; y mientras todos, unos por necesidad otros por ambición nos dedicamos a liquidar los frágiles sistemas ecológicos de nuestra isla, y todos nos movemos en una cotidianidad en la que ni siquiera pareceríamos tener clara nuestra identidad como cultura y como nación.
Necesitamos un rearme ético y un rearme ideológico. Necesitamos sentir que la vida en este país tiene sentido, que hay un futuro mejor, que los mejores valores de nuestra cultura pueden prevalecer, mas allá de la mezquinad, de la corrupción, de la intolerancia, de la injusticia y de la violencia.
Pedro Luis Castellanos
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