Un llamado a los dirigentes de Haití y la República Dominicana espacinsular SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Ante un nuevo episodio de violencia que deja en luto a familias dominicanas y haitianas, las organizaciones abajo firmantes, se ven en el deber de llamar la atención de los dirigentes de las dos Repúblicas hermanas de Haití y Dominicana, sobre la urgente necesidad de un diálogo en torno a la migración. El mismo, debería contribuir a garantizar la convivencia, asegurar una administración correcta de la justicia, preservar la paz, la buena vecindad, la solidaridad y la cooperación continua entre las dos naciones que comparten la Isla. Por décadas, el tema migratorio es, el de mayor sensibilidad en las relaciones dominico-haitianas. Es, lamentable constatar que no ha recibido de parte de las autoridades de ambos países, la necesaria dedicación, para la implementación de políticas estatales y la conclusión de acuerdos bilaterales que aporten repuestas concretas a los problemas vinculados a los flujos migratorios irregulares. Si bien hay un consenso general, que la mano de obra haitiana es indispensable hoy día en ciertos sectores vitales de la economía dominicana; sin embargo, no existe ninguna iniciativa Inter-gubernamental, como se hace en otras sociedades receptores de inmigrantes, para facilitar su integración y prevenir, los conflictos individuales que ocasionalmente pueden darse, por las diferencias culturales y de costumbres, entre los nuevos llegados y los nacionales. Al pasar de “hechos entre particulares”, a la perpetración repetida de actos de violencia grupales, desde mayo del 2005, en contra de personas inocentes, en represalias a delitos y crimines atribuidos o cometidos por ciudadanos haitianos, existe una legitima preocupación sobre las proporciones progresivas que están teniendo estos acontecimientos, que se han transformado mas de una vez, en enfrentamientos entre moradores de comunidades rurales o habitantes de barrios populares de ambas nacionalidades. El fatídico caso de la decapitación premeditada y ejecutada con una hacha, en la vía pública, en presencia de niños y jóvenes, del ciudadano haitiano de nombre Carlos Nerilus, supuestamente hermano, de quien se acusa del asesinato del dominicano Francisco Pascual de León Lara, no tiene precedente en la historia de los dos pueblos. El impacto psicológico sobre los miembros de la comunidad haitiana en el país ha sido devastador. Las inquietudes creadas en el seno de los nacionales dominicanos en Haití son evidentes. La noticia divulgada en el ámbito internacional, se suma a una documentación negativa del manejo del tema migratorio en la República Dominicana. Indubitablemente, es una conducta anticristiana impropia de la generalidad de los dominicanos, la cual no obstante, evidencia un grave problema social de deshumanización, a través de linchamientos anteriores de presuntos delincuentes, que no han sido eficientemente enfrentados en los planos de la previsión, la educación y la penalización. No es menos cierto, que en los casos de victimas haitianas, han tenido un peso especifico, las posiciones de influyentes forjadores de opinión y funcionarios públicos que retoman en el contexto local el discurso de una corriente xenófoba internacional, lo cual junto a la manipulación de hechos históricos que marcaron el pasado de nuestras dos naciones, presentan a los inmigrantes haitianos como invasores o enemigos. Es tiempo, para que los dirigentes de los dos países, vayan más allá de las posturas diplomáticas de reprobación de estos hechos de violencia, que desdicen de las relaciones armoniosas entre los dos gobiernos y Jefes de Estado. El potencial debilitamiento de la buena salud de los múltiples intercambios entre los habitantes de los dos países, es previsible, sin un manejo sensato, prudente, pero firme ante este doble crimen, y sin acciones oficiales inmediatas en materia migratoria. Asimismo, se espera una condena ejemplar desde las esferas judiciales dominicanas de los autores de ambas muertes, que desaliente la comisión de hechos tan lamentables en contra de dominicanos o haitianos. También, el Estado haitiano debería buscar los medios para poner fin al sentimiento de abandono que embarga a la comunidad haitiana en la República Dominicana, por no tener demostrada evidencia de atenciones de sus representantes en el país. Llamamos una vez más a la realización de una cumbre bi-nacional sobre migración, la ejecución de programas educativos sobre resolución pacifica de los conflictos, en las zonas de mayor presencia de inmigrantes haitianos en el territorio dominicano, y el lanzamiento de una campaña en los dos países por la amistad y convivencia dominico-haitianas. 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