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Una explicción antropológica del perdón eterno de los italianos a Silvio Berlusconi, presidente de Italia: sabe conectarse con el valor de la autencidad dentro de una cultura muy indulgente, explica el sociólogo Giuseppe De Rita, italiano.
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¿Por qué los italianos le perdonan todo a 'Il Cavaliere'?
El primer ministro italiano pasa frente a un graffiti dirigido contra él. 'Berlusconi en un país normal estaría en prisión' se lee. | David Bebber
El primer ministro italiano pasa frente a un graffiti dirigido contra él. 'Berlusconi en un país normal estaría en prisión' se lee. | David Bebber
* Buena parte de los ciudadanos han acogido con tolerancia el último escándalo
* La idea de que haya podido ir a una fiesta con una chica no escandaliza a nadie
* Todo se puede justificar si se dice que haciéndolo están siendo ellos mismos
Irene Hdez. Velasco | Roma
Actualizado domingo 07/06/2009 14:03 horas
¿Pero cómo demonios es posible? ¿De qué manera se explica? ¿Qué diantres les pasa a los italianos? Esas son algunas de las preguntas que muchos se hacen ante un personaje tan inexplicable fuera de Italia como Silvio Berlusconi. La duda trascendental surge de nuevo estos días con fuerza, ante la extraordinaria tolerancia con que buena parte de los italianos parece haber acogido el último escándalo del Emperador, en el que hay por medio menores de edad, fiestas repletas de ninfas en la villa de Il Cavaliere en Cerdeña, aviones de Estado utilizados para trasladar a los invitados a las jaranas... Si hay alguien que puede explicar lo que está sucediendo en Italia, ese es Giuseppe De Rita. Este viejo sociólogo de 76 años lleva 45 observando y diseccionando las conductas de sus compatriotas desde una atalaya privilegiada: el Censis, uno de los más reputados institutos de análisis social.
Giuseppe De Rita. | R. de Lucca
Giuseppe De Rita. | R. de Lucca
Pregunta.- ¿Cómo es posible que Silvio Berlusconi domine desde hace 15 años la política italiana?
Respuesta.- Porque es muy hábil. Bettino Craxi decía que para tener capacidad de decisión era necesario concentrar el poder, que para concentrar el poder había que verticalizarlo, que para verticalizar el poder había que personalizarlo, que para personalizar el poder había que tener poder mediático y que para tener poder mediático había que tener mucho dinero. Craxi falló en lo último porque no tenía dinero, mientras que él lo tiene.
P.- ¿Eso basta para explicar el fenómeno Berlusconi?
R.- Lo explica en parte. Pero, sobre todo, su gran mérito ha sido el de subirse a un nuevo y largo ciclo histórico-cultural: el de la libertad de ser uno mismo. Si observa, por ejemplo, sus discursos electorales del año pasado, verá que siempre insiste en que es él quien garantiza a los italianos la libertad de ser ellos mismos. Su mensaje es: "¿Quieren ser ricos?, ¿quieren ser internacionales?, ¿quieren ser de los que se van de putas? Pues yo les garantizo la libertad para serlo. Yo personifico eso, yo también soy alguien que quiere ser uno mismo, que no soporta al presidente de la República porque no me deja ser yo mismo, que no soporta al Parlamento porque no me deja ser yo mismo, que no soporta a la magistratura porque tampoco me deja ser yo mismo". Berlusconi personifica la idea de que el verdadero valor de una sociedad moderna es ser uno mismo.
P.- ¿Cuando dice 'ser uno mismo', quiere decir hacer lo que a uno le dé la real gana?
R.- Exactamente.
R.- En la mayoría de países europeos un escándalo como el de Noemi, la joven de 18 años con la que se relaciona a Berlusconi, habría provocado la dimisión del primer ministro. En Italia no sólo parece no importar sino que los sondeos indican que Berlusconi puede arrasar en las elecciones europeas y municipales de este fin de semana...
R.- Porque la mayoría de los italianos apoyan esta idea de ser uno mismo. Un evasor fiscal, un estudiante que hostiga a su profesora, un joven que se droga, un empresario que no paga los impuestos o los sueldos de sus empleados... Todos pueden encontrar justificación a lo que hacen si se dicen que haciéndolo están siendo ellos mismos. La desviación de Berlusconi es una desviación aceptada. El verdadero problema social italiano es su inmensa capacidad de aceptación.
P.- ¿Pero por qué el italiano medio no se escandaliza ante el caso Noemi? R.- El italiano medio considera, y lo digo en términos brutales, que la mayor parte de las chicas de 15 y 16 años son unas pequeñas putillas... Porque se hacen un book con la esperanza de convertirse en modelos, porque se exhiben en las discotecas, porque van por ahí demasiado arregladas y con poca ropa... La idea de que Berlusconi haya podido ir a una fiesta con una chica de 18 años no escandaliza a nadie.
P.- ¿Eso explicaría por qué los italianos tampoco se echan las manos a la cabeza ante los escándalos judiciales de Berlusconi?
R.- Sí. De cada 100 personas que entran por la mañana en un Palacio de Justicia, 80 salen enfadadas: porque consideran que el fallo ha sido injusto, porque la próxima vista se ha fijado para dentro de dos años, porque el proceso ha sido reenviado... Entre la gente existe la idea de que la Justicia no es limpia. Y Berlusconi es muy hábil manejando esa situación y presentándose como alguien perseguido por ella. Lo que ocurre es que el italiano medio se ha deslomado desde el punto de vista de la moral pública y privada, de manera que todo lo que hace está bien. Y si Berlusconi hace lo mismo que yo y viceversa, ¿por qué le voy a echar nada en cara?
P.- ¿Entonces el fenómeno Berlusconi es fruto de una decadencia generalizada?
R.- Dejemos de lado lo de decadencia. Berlusconi es fruto de un cambio antropológico. La idea de ser uno mismo empezó en Italia con el 68, cuando los jóvenes no querían ir a la universidad ni someterse a la disciplina de los estudios. Continuó en los años 70, cuando los chavales no querían hacer el servicio militar; prosiguió cuando en el 74 llegó el divorcio y muchos se preguntaron por qué tenía que seguir con su esposa en lugar de ser ellos mismos con otra mujer, después vino el aborto... Y así llegamos a una lógica de relativismo que afecta a toda la sociedad italiana, no sólo a Berlusconi. Por eso, hacer un llamamiento a los valores que afecte sólo a Berlusconi hace reír.
P.- ¿Y eso no es decadente?
R.- En mi trabajo no doy juicios morales. Yo sólo digo que la sociedad italiana ha cambiado y ahora es de un individualismo extremo. El italiano siempre fue individualista. Pero ahora lo es al límite.
P.- ¿Pero por qué en países como Gran Bretaña o España, muchos más laicos que la católica Italia, es inimaginable un jefe de gobierno como Berlusconi?
R.- Un país católico tiene el confesionario, tiene el perdón, la absolución...
P.- Es decir, que se puede pecar.
R.- Sí, se puede pecar, algo que en un país luterano sería imposible. El mundo protestante tiene una concepción de la moral distinta de la nuestra: un pecado, por ejemplo, de Gordon Brown, de su mujer o de su tía no se perdona. Un país protestante no perdona. En Italia, el pecado se perdona. Somos el país de los indultos, de las gracias, de las moratorias... En Italia el perdón es condescendencia, es indulgencia. España es distinta porque su catolicismo siempre fue más riguroso, tanto en la Inquisición como en el franquismo. El postfranquismo ha sido una liberación. Pero la cultura de España es rígida: si algo es pecado, es pecado.
P.- Si no es suficiente el que recientemente un Tribunal de Milán haya declarado probado que Berlusconi sobornó al abogado británico Mills para que prestara falso testimonio en dos juicios contra él, si no es bastante que haya 700 fotos de las fiestas en Cerdeña con chicas en topless y menores... ¿Qué haría falta para que Berlusconi cayese?
P.- Algo más grave. No es suficiente ni Noemi ni el caso del abogado Mills...
P.- ¿Qué podría ser más grave?
R.- No sé, que se demostrara por ejemplo que el padre de Noemi está relacionado con la camorra y que es por eso por lo que es amigo de Berlusconi. Pero el que hayan hecho fotos a siete chicas en bikini en Cerdeña no basta... Lo que yo creo es que Berlusconi está destinado a consumirse lentamente, no de manera drástica. No se olvide de que ha sido elegido por el pueblo. Y si volviera a haber elecciones, volvería a ser elegido.
Mucha sociología para explicar una conducta que fácilmente pudo haber explicado el machismo imperante aún en muchas culturas, incluyendo la italiana.
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