Fray Julián Cruzalta: “La iglesia no ha sido ejemplo de defensa de la vida a lo largo del tiempo”
Consciente del costo que al interior de su iglesia conlleva asumir posiciones -como la suya- cuestionadoras de fundamentalismos de todo tipo y defensoras de la vida humana “en el sentido amplio”, el sacerdote mexicano fray Julián Cruzalta visitó nuestro país mostrando viejas pero ocultas contradicciones en el mundo religioso sobre éste y otros temas vinculados. En entrevista exclusiva para APP compartió su mensaje de esperanza y respeto a los derechos sexuales y los derechos reproductivos de toda persona humana “incluyendo a sacerdotes y a monjas.”
En el debate sobre el momento en que surge la vida humana y en que ésta asume la condición de persona hay distintas concepciones eclesiales transitadas en distintos momentos históricos ¿cuáles son estas concepciones y cuál de ellas asume usted?
En el mundo religioso, no hay diferencia en cuanto a lo que es el valor de la vida humana. El problema surge en la diferencia en cuanto a cuándo esta vida humana se transforma en persona humana.
La última concepción eclesial sobre la vida humana, es del siglo 19, y es que tenemos persona humana desde el momento de la concepción. Pero ésa no siempre ha sido la postura oficial de la iglesia católica. La primera postura, hablaba de 40 días después de la concepción, en el caso del hombre, y el doble, en el caso de la mujer, concepción que nos da risa hoy día porque refleja la cultura patriarcal en la genética de entonces.
Llegamos a la Edad Media, y Santo Tomás de Aquino también defiende que no es en el momento de la concepción que hay vida.
Van a venir otras posturas al paso del tiempo: la morfológica, que es la de que hay vida humana cuando el feto tiene anatomía, o sea , que el feto no es el de un gatito, sino que tiene forma humana.
Otra es la cerebral, cuando la corteza cerebral está terminada, y hay dolor. Otras, entienden que es en el momento del nacimiento.
Un terreno resbaladizo
Por muchos siglos, se consideró que era en el proceso de individuación, cuando tengo un individuo, dos, tres individuos.
Estamos en un terreno resbaladizo, no hay doctrina que pueda establecerlo, y la misma iglesia católica así lo reconoce cuando en 1974, en su Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, del Vaticano, lo que sería hoy la Inquisición, la declaración de cuestiones sobre el aborto plantea “hagamos de cuenta que empezara desde la concepción”, con lo que admite que estamos en un terreno resbaladizo.
Luego, Juan Pablo II emitió un documento muy fuerte, la Encíclica Evangelio Vito, en que se admite que no se sabe cuándo se empieza a ser persona humana.
Es una mentira que durante 2000 años se haya dicho lo mismo respecto a la vida humana. Lo que está en el fondo de esta discusión es qué es la vida humana, no sólo la vida en general, si sólo es biología, si sólo es antropología, si sólo es sociología, si sólo es cuestión religiosa, y ahí van a venir las diferentes concepciones…Yo pienso que tiene que ser una visión multidisciplinar, ninguna ciencia, ninguna postura va a poder responder por sí sola qué somos las personas humanas, qué es la vida humana.
En una concepción biologicista de la vida humana, ésta es solamente el momento en que las células se organizan, se especializan, y ahí está el cerebro, el corazón, etc. Pero no todo conglomerado de células es vida humana.
En una concepción más amplia, hay cosas que no son sólo materia, como los sueños, las emociones, los enamoramientos, la paz, la libertad, los proyectos, que no se pesan, no están en ningún órgano. Los seres humanos somos una especie interpretativa, nos miramos y nos interpretamos, somos los únicos seres que hacemos eso. Somos los observados y los observadores a la vez. Tenemos esa capacidad de hacernos preguntas, y aquí la vida humana sale de esa concepción de solamente biología.
¿Por qué sostiene usted que el tema del aborto debe discutirse en el plano de la ética pública y no de la moral?
Porque la moral representa los grupos, lo individual, lo subjetivo, lo que cada uno piensa u opina, y no es que esto no valga, tiene mucho valor. Pero si lo vemos desde este punto de vista, tendría que haber una legislación para cada persona. En este plano nunca nos vamos a poner de acuerdo, porque cada grupo religioso y cada persona dentro de cada religión tiene su propia concepción.
A la iglesia no le corresponde aplicar su dogma a toda la población, sino a sus fieles, es al Estado. Pero no puede imponerse, en una sociedad plural, democrática, a toda la población.
Esta es una visión premoderna de la iglesia, o sea, previa a la democracia. Un valor de la democracia es la tolerancia, todos tenemos que opinar, otro es la diversidad, otro el respeto a todos y cada uno de los derechos. Esa es la postura de la iglesia, previo a esos derechos. Ahora, la iglesia tiene el derecho de insistir en su postura, pero el Estado no puede ceder ante esta postura, es el garante de la tolerancia, del respeto a la diversidad y de los derechos.
Pero dentro de las iglesias hay distintas posturas, como por ejemplo, Católicas por el Derecho a Decidir ha planteado el eslogan “Ni de la Iglesia, ni del Estado, mi cuerpo es mío”…
Yo soy de ese movimiento, que lo que hace es reivindicar modernidad dentro de todas las iglesias. La libertad de conciencia es un derecho. Un derecho humano básico. El garante de este derecho es el Estado. Lo preocupante es que el Estado no tenga una actitud de garante de este derecho, y que repita la posición de la iglesia. Un Estado democrático no puede repetir la estructura de la iglesia.
La postura oficial de la iglesia la expresan los señores obispos. Pero a su interior, cada quien opina a su nombre, yo opino a mi nombre. Soy sujeto, soy persona, soy creyente. Casi el 99 por ciento de los profesores de moral, dentro de la iglesia, no creemos en la idea de la vida desde la concepción.
Ciertas vidas no parecen importar a muchos que dicen preocuparse por la vida de quienes no han nacido. Por ejemplo, aquí un alto representante de la iglesia ha expresado su acuerdo con los asesinatos que hace la policía contra supuestos delincuentes en aras de “preservar la paz y la seguridad”. ¿Qué piensa usted de ese doble patrón con que se valora la vida humana?
La vida se tiene que defender toda, de manera integral. La vida es empleo, salarios dignos, educación. Se está parcializando mucho la defensa de la vida y esto es muy riesgoso. Ciertos grupos que se dicen defensores de la vida, la parcializan, sólo están defendiendo una etapa de la vida, y es la más cuestionable. Donde todo el mundo está seguro que hay vida humana, parece que no les interesa defender esa vida humana. ¿Y la vida de esas mujeres que mueren haciéndose abortos de manera clandestina? ¿Acaso no importa? Se dice que es muy mínima esa cantidad, se habla de porcentajes, pero aunque fuera una sola, hay que defenderla.
Aquí como iglesia tenemos que pedir perdón de un conjunto de cosas, como La Inquisición, las guerras santas… La iglesia no ha sido ejemplo de defensa de la vida a lo largo del tiempo. Entonces, aquí yo me pregunto la autoridad moral que tiene la iglesia para ser defensora de la vida. Es una pregunta que me hago, no me la respondo.
¿Qué relación ve entre la oposición desde la misma iglesia católica a la educación sexual en las escuelas y al uso de anticonceptivos y la gran cantidad de embarazos no deseados que en muchos casos terminan en aborto?
Para mí, el movimiento pro aborto es el que se opone a la educación sexual y a los anticoncepivos. Para mí la mejor lucha contra el aborto es la educación sexual desde la infancia y los anticonceptivos.
El problema de la iglesia es que ligó la sexualidad con la reproducción. Y la liga por un momento histórico determinado. Pero ya eso pasó. Hoy la especie humana no está en extinción.
¿Piensa usted que una mujer tiene derecho a interrumpir un embarazo si entiende que no tiene las condiciones para afrontar sus consecuencias?
No hablo de derecho al aborto, sino de derecho a vivir su vida conforme la siente y la piensa, responsablemente. Yo desde fuera no puedo imponer mi visión porque no conozco lo que ella está viviendo, sintiendo. Yo por esa mujer no puedo decidir. La conciencia es sagrada en el mundo religioso. Yo no puedo tomar el lugar de la conciencia de otros, aunque se equivoquen.
Como persona perteneciente a la iglesia católica, ¿qué otros derechos sexuales y derechos reproductivos usted defiende?
El derecho al placer, el derecho a la planificación, el derecho a la buena fama, no podemos calificar de homicidas a todas esas mujeres que se ven obligadas a abortar.
Todos estos derechos les corresponden a todo ser humano, a las monjas y los sacerdotes, incluidos. En México tenemos una campaña: Derechos sexuales y derechos reproductivos son derechos humanos. Pero aún no se miran así, se ven como un extra, de algunas mujeres, de algunos hombres, pero no, son derechos de todo ser humano. Como sacerdote, he decidido libremente no ejercer ciertos derechos. Aunque los tengo, es una decisión libre no ejercerlos, pues tengo el voto de castidad, pero reconozco que éste es un derecho humano que todos los seres humanos lo tienen.
¿Cuál es el costo, dentro de la iglesia –jerarquía y feligresía- de actitudes y prácticas como las suyas, defensoras de los derechos sexuales y los derechos reproductivos?
El costo es alto, pero pagable. Pienso que vale la pena. Es una postura no cómoda. A veces de confrontación, a veces incomprendida. Es una postura que te lleva a recibir agresión dentro de tu propia casa. Si soy católico, es porque quiero esta casa. Si en algún momento hago ciertos cuestionamientos, es para el bien de mi propia casa, no es una cuestión de mala fe. Si lo hiciera desde fuera, tendría más libertad para expresarme, pero se trata de mi familia y quiero una mejor familia.
www.bloodymoneyfilm.com - Hollywood produce el primer filme que denuncia explícitamente el negocio del aborto.
ResponderBorrar"Teníamos un plan completo para promover el aborto y lo denominamos ‘educación sexual’. El plan consistía en romper con la inocencia natural de los jóvenes, separarlos de sus padres y sus valores y convertirlos en expertos en sexo en sus propias vidas para que vinieran a nosotros, donde les daríamos pastillas anticonceptivas de baja dosis para que las chicas quedasen embarazadas o condones defectuosos. La meta era de tres a cinco abortos por cada joven entre los 13 y 15 años".