Miriam, Deidania y la Justicia
POR SUSI POLA
SANTIAGO.- El 25 de noviembre de 2003, Día Internacional de la No Violencia contra las mujeres, el empresario arenero José Castro, quien durante años había maltratado a su esposa Miriam Brito y a sus hijos e hijas, y que había violentado y violado sexualmente a la trabajadora Deidania González, negándole además el pago de su sueldo de doméstica de varios meses para retenerla como esclava, fue asesinado en la habitación de su residencia, en Madre Vieja Sur, San Cristóbal.
En un primer momento, acusadas del crimen y apresadas todas las víctimas, incluyendo los hijos menores del difunto agresor, fueron a prisión, y a partir de juicios y de acuerdo a la ley, algunas fueron descargadas y otras condenadas. Salieron por el cumplimiento de condena, como el caso de los menores, por recurso de Habeas Corpus, en el de Deidania González y por inocencia, en el de Miriam Brito. A partir de un manejo técnico jurídico confuso e increíble, las dos personas adultas fueron juzgadas por segunda vez y por la misma causa, determinando la pena máxima de 30 años para Deidania González, como la autora material del hecho y la de 20 años para Miriam Brito, por complicidad en el hecho.
Lo demás, es conocido por reciente: la Secretaría de Estado de la Mujer, las Diputadas de la Nación y las organizaciones de mujeres, encabezadas por la Confederación de Mujeres Campesinas, CONAMUCA, solicitaron y fundamentaron seriamente el pedimento del indulto de Miriam Brito, quien fue liberada por esa vía, después de pasar un año en la cárcel. Único acto de justicia realizado con esta mujer y sus hijos e hijas, víctimas por años de las peores formas de maltrato por parte del esposo y padre agresor muerto.
Para quienes hemos seguido este caso como emblemático de la impunidad y sus resultados, no ha sido sorpresa que, a raíz del indulto de Miriam, la sociedad entera, no solo se levantara enardecida contra la decisión sopesada de toda la Comisión de Indultos y del mismo poder ejecutivo, alegando que Miriam, víctima ayer y hoy, solo había cumplido un años de cárcel, sino que también, se lanzara a la búsqueda de Deidania, la empleada favorecida con el Habeas Corpus, con una voracidad que espanta.
Hay que puntualizar que esa sociedad, es la misma que fue indiferente a las más de cien querellas de Miriam, que hubieran evitado el largo epílogo del caso protagonizado siempre por el occiso José Castro, como victimario. Miriam, sus hijos e hijas, así como Deidania, fueron las víctimas abandonadas de todo el mundo: ahí no hubo familiares, ni vecindario, ni entorno ampliado, ni mucho menos arrojadas/os periodistas que las salvaran, y el mito de que "en pleito de marido y mujer, nadie se debe meter", milenariamente reciclado, fue aplicado por desgracia del arenero que hoy estaría vivo pero preso, si hubiera justicia.
¡Ay! Si esta sociedad y sus instituciones, incluyendo y sobre todo a cierta prensa, fueran tan diligentes en las denuncias y castigos de los corruptos desmanes cotidianos, cayéndole detrás sin piedad, fotografiando y filmando sus negociados por la izquierda, la derecha y el centro; y en particular, retrataran y "cazaran como perros de presa", a los más de 200 masculinos violentos antes de cometer feminicidio, este país fuera el ejemplo de la transparencia.
En realidad, lo que este pueblo debería de solicitar vehemente, para el caso de Brito y González contra Castro, es la condenación inmediata a prisión, a las personas que servían en la justicia de entonces y al entorno cercano de esta familia, al menos pedirle que rindan cuentas, por haber abandonado a Miriam, hijos e hijas a su suerte, cuando ella reclamaba ayuda y denunciaba insistentemente.
Miriam Brito, durante casi 20 años, sufrió los peores maltratos imaginables y caminó siempre hacia la justicia. Fue una verdadera víctima de violencia de género pasiva, como la mayoría de las mujeres que sufren estas violencias, y cuando no pudo más, acudió a las fiscalías de casi todo el país. Fue la Justicia corrupta de entonces que inclinó su balanza hacia el empoderado agresor, que la favorecía con prebendas de poder y dinero.
La sociedad no puede olvidar tan rápidamente, pero, sobre todo, ¡no puede exhibir tanta indolencia!
susipola@gmail.com
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