Amo la felicidad, mi felicidad... pero amo también ¡la felicidad de todas y todos! Agradezco a Matías Bosch, nieto de Juan Bosch; a Ramón Colombo y a su Fogaraté, por ambos permitir conocer algo trascedental, y es la clarividencia de Carmen Quidiello, mujer luchadora con luces propias.
Confieso mi ignorancia, no conocía del humanismo inclusivo y agudo de esa mujer, Carmen Quidiello, no conocía de su sencillez, de su sentido coherente de la igualdad, de la equidad y de la democracia radical.
Invito a leer la frase que dijese doña Carmen Quidiello reivindicando los méritos de la mujer pobre y trabajadora, de la mujer lavadora, precisamente en los días que celebramos el Día Internacional de las Personas Trabajadoras, el pasado 1ero. de mayo. Admiro ese detalle de cuestionar una costumbre clasista, elitista, mundial, de hablar de las esposas de los presidentes de los países. como las primeras, falseando el mérito propio que tenga esa mujer, al margen de la ser la esposa de un presidente.
No es que tengamos que denigrar ni disminuir la calidad humana de las esposas de los presidentes, ni de los esposos de las mujeres presidentes, porque se use el concepto de "primera, o primero..."...Es algo que no se puede exagerar diciendo que diga algo negativo en demasía.
Pero poder desmitificar todo simbolismo de divisiones clasistas, dice algo de Carmen Quidiello, de su capacidad crítica y analítica, sobre detallitos que van montando una cultura de discriminación que viene generando dolores pequeños y grandes a la humanidad pobre, con menos recursos, y poder. ¡Leamos este Fogaraté que nos habla de Carmen Quidiello y su amplitud inclusiva.
Mildred Dolores Mata
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FOGARATE
Hermosa respuesta
Por Ramón Colombo
Periodista
rcolombo5@gmail.com
Matías Bosch le recuerda a este país caribeño de ridículos protocolos versallescos que en aquel 1963 lleno de esperanza, alguien le preguntó a Carmen Quidiello, esposa del “ciudadano presidente”, cómo se sentía con ser “Primera Dama”. Doña Carmen, nacida en Cuba, hecha con sus propias luchas y las de su compañero, avecindada en Santo Domingo hacía apenas un año, contestó con simpleza rotunda: “Si yo acepto que soy la primera dama, significa también, por deducción, que existe una última dama, y eso sería inaceptable”. Y agregó “No existe una Primera Dama. Y si la hay, es la mujer que lava en el río”.
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