Pienso igual que Sara, muy intenso el tema del poder entre madres e hijas.
mildred dolores
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Dice que ganar el Pulitzer fue como sentirse enamorado, sólo que el efecto le duró una semana; que no es un escritor típico y que todavía falta para que las letras latinas influyan en el panorama literario de Norteamérica. Su novela, La maravillosa vida breve de Óscar Wao, ya está en Chile.
POR SARA BERTRAND | (c) EL MERCURIO
A estas alturas pareciera que sobran las presentaciones. El escritor dominicano, premio Pulitzer 2008, Junot Díaz, dejó que fuera Óscar Wao quien hablara primero. En parte, por su reconocido pavor a la exposición pública y en parte también, porque entre su primer libro de cuentos, Drown, y la novela ganadora del Pulitzer mediaron 11 años de arduo trabajo y profundo silencio. Tanto, que hubo quienes lo dieron por sepultado como escritor.
Cosa que él mismo creyó posible en medio de la vorágine que implicó publicar aquel primer libro y ser catalogado como la promesa de las letras caribeñas y luego recibir una beca Guggenheim para un proyecto de novela que resultó un completo fracaso -en sus propias palabras, "superada por la realidad" después del atentado a las torres gemelas, pues trataba sobre la destrucción de New York por un terrorista- y luego dejarse llevar por un gordito aparecido en medio de una noche de juerga e intentar acallarlo, para seguir escribiendo nada bueno y de pronto, darle riendas al obeso personaje y tener entre las manos una novela tan fascinante, cruda y real como La maravillosa vida breve de Óscar Wao. Así es cómo echó a rodar a Óscar. En menos de catorce meses logró vender medio millón de ejemplares, además de embolsarse un contrato con Miramax para hacer una película. La novela está escrita bajo el influjo de los vapores caribeños, fresca y natural, pero tan gutural en su esencia, tan filuda, que es imposible no caer en una avalancha de reflexiones, partiendo por el fenómeno de la inmigración.
La realidad de la ficción
-Dijiste que en esta novela querías inventarlo todo, pero Óscar Wao resulta un retrato demasiado real, ¿cómo diste con ese personaje?
-¿No es ese el rol de la literatura de ficción, su poder? ¿Que los personajes que aparecen en sus páginas suenen reales? La ficción ha venido haciendo esto desde su concepción y es precisamente lo que me atrae de esta particular forma de hacer arte. La creación de personajes requiere una enorme cantidad de trabajo emocional e intelectual además de una enorme cantidad de reescritura y edición. Honestamente, aprendí tanto sobre mí mismo en el proceso de escritura y creación de estos personajes; tanto sobre el amor, el coraje, los límites y la importancia del intelecto.
-Uno de los tópicos de tu novela es el de las relaciones familiares, el vínculo madre/hija, por ejemplo, entre Belicia y Lola, aparece retratado con una crudeza que exhuda humanidad.
-He pasado los últimos 20 años de mi vida saliendo exclusivamente con latinas. Estaba enamorado de una argentina cuando comencé la novela y la terminé con una novia dominicana. Entonces, es imposible no notar las extrañas relaciones de poder y desafíos que existen entre madres e hijas.
Como su novio, estaba fuera de esas dinámicas, pero a la vez, enterado de lo que pasaba entre ellas y vi cómo estas mujeres de muy diferentes países y culturas, tuvieron que luchar por sacar adelante estas relaciones fundamentales, que muchas veces no son fluidas, pero en donde permanece el anhelo de llevarse bien. Sí, como artista fue algo que me interesó y que incluí a propósito.
-Lola, Belicia y La Inca son voces femeninas de tomo y lomo, como si
hubiesen sido escritas por una mujer.
-Me apoyé en cada amiga que tengo. Además de que crecí con dos hermanas, mi madre y sus dos hermanas. Esas voces están dentro de mi cabeza. Sólo que tenía que escucharlas de una vez por todas. Luego, pulirlas con mucha reescritura.
-Demoraste 11 años entre un libro y otro, es impresionante que hayas perseverado durante todo ese tiempo. ¿Qué te animó a seguir?
-¡Mira el libro que escribí! Puede que no sea grandioso, pero me movió profundamente y fue este libro, la posibilidad de este libro, lo que me mantuvo amarrado a la página en blanco, dándome esperanzas. Cada vez que quise renunciar, estaban Lola o Beli alentándome, ayudándome a levantarme del piso.
-Dices que Óscar Wao se te apareció después de una noche de fiesta, ¿tus personajes tienden a surgir así o te ronda una idea a la que luego vas dando forma?
-Realmente no tengo una sola fórmula. Cada libro viene de formas diferentes.
No trabajo como otros escritores; no soy una máquina; empleo mucho tiempo reflexionando y rumiando mis ideas, pero hay veces en que esas ideas aparecen como un rayo, una inspiración.
-Para ser alguien que dejó su país a los 6 años, te manejas bastante en su idiosincrasia. ¿Cómo se produjo el acercamiento con tu pueblo natal?
-Crecí en una comunidad de inmigrantes caribeños. Había dominicanos por todas partes y siempre estuve ansioso por conocer noticias de mi país. Conversaba con mis familiares u otras personas de fuera y siempre sentí una gran afinidad con esa comunidad e hice un esfuerzo por conectarme con ella.
Mi madre y mi padre dedicaron mucho tiempo para hacerme lo más dominicano que fuera posible. Ellos me enseñaron su folclor, sus políticas y todo sobre el fukú y Trujillo. Y la cercanía con República Dominicana (está a 3 horas en avión) es una ventaja, pues te posibilita el acercamiento.
-Ganaste el Pulitzer el año que Obama logró la presidencia de los Estados Unidos, es decir, en medio de un período muy interesante en términos del rol que juegan la inmigración y las mezclas culturales, ¿te sientes parte de este proceso?
-No estoy seguro, aunque de una u otra forma, seguro que formo parte.
-¿De qué manera la literatura latinoamericana aporta a este traspaso
cultural?
-Dicen que la literatura es una gran embajadora. Me gusta creer que es verdad. De todos modos, como individuo puedo decirte que la literatura me ha ayudado a construir puentes en mi imaginación.
-¿Crees que la diversidad terminará por imponerse en las capitales del mundo creando una cultura intermedia?
-Llámame marxista anticuado, pero pienso que el capitalismo es un gran destructor de la diversidad humana. Y me gusta pensar que podremos ponerle un final a eso antes de que acabe con nosotros.
-Has dicho que los inmigrantes son la sangre de Estados Unidos, ¿de qué manera las artes ayudan al proceso de aceptación de otras culturas?
-Difícil decir. Sin duda que las artes han jugado un rol fundamental en cualquier sociedad, pero exactamente cómo describir ese papel es algo que ha tenido a los estudiosos dándose vueltas por siglos. Todo lo que sé es que nadie necesita más las artes que los inmigrantes, porque las artes te reconectan con tu humanidad y la inmigración es un proceso de deshumanización.
-Los personajes de tu libro son luchadores solitarios de la vida, ¿es la soledad el precio de la inmigración?
-La inmigración nos hace más individualistas al mismo tiempo que nos convierte en miembros de comunidades. Y en ambos casos tú encuentras soledad. No creo que la pobre familia de mi novela sea más solitaria que cualquier otra, ellos no son más que humanos viviendo la vida que les toca.
-Has dicho que te sientes cercano a la literatura norteamericana, pero es difícil no encasillarte como un reeditado exponente del boom latinoamericano.
-Ciertamente me siento más cercano a la literatura caribeña que a la mexicana, pero dudo que hubiese declarado que Norteamérica sea mi lugar de afinidad en vez de Latinoamérica. Es decir, el idioma que leemos nos limita el acceso a los libros y mi facilidad con el inglés me impidió acceder a muchos escritores latinos, pero a pesar de esto conozco el campo muy bien. Y en mi mente soy un producto de Latinoamérica, más que de América, aunque estoy seguro de que muchos estarán en desacuerdo. De todos modos, esta novela sólo existe gracias a escritores como Chamoiseau, Carpentier, Hijuelos, Borges, Lispector, Restrepo, Rulfo y Bolaño, por nombrar algunos.
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