El gobierno se niega a hacer el aborto, y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha pedido al gobierno de Paraguay que priorice la niña, que tome medidas cautelares siguiendo el protocolo de la Organización Mundial de la Salud.
Susi Pola hace un paralelo con lo timoratos sentimientos comparables a lo que pasó en República Dominicana cuando se dejó morir a Rosaura Arisleyda Almonte Hernández, Esperancita.
Rosaura Arisleyda Almonte Hernández, Esperancita, muerta por negrse a hacerle un aborto terapéutico en RD. |
Mildred D Mata
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Ese caso, lo tenemos
Susi Pola, (María Jesús Pola)r leyenda |
Por Susi Pola
Martes 26 de mayo
El caso de la niña embarazada a los 10 años, es similar a los que vemos con tanta frecuencia en nuestro país. La diferencia, es que en el Paraguay, no nombraron a esta niña como hiciéramos aquí con Esperancita, para seguir su caso con un seudónimo alentador a su sobrevivencia y motivador a la sensibilidad del Estado. Al igual que hoy en Paraguay, no valió de nada.
Para Esperancita, faltaron manos intrépidas y solidarias, corazones conmovidos, inteligencias libres de prejuicios, y fue sacrificada sin escrúpulos en nombre de la decencia fingida y de la doble moral practicada. No valió que Rosa Hernández manifestara públicamente que elegía a su hija viva, un círculo eclesiástico la encerró y oró con ella por la dicotomía de la vida y la muerte cerrando los ojos de Rosalba/Esperancita con cantos religiosos. Nada más.
Allá, en Paraguay, tampoco hay mucho amor por la niña embarazada. Cuando su madre la llevó al hospital porque ¨estaba hinchada¨, al saber de su embarazo por la violación reiterada de su padrastro, la apresaron y está en la cárcel ¨por haberlo permitido¨. Aunque ella no lo sabía y ya en 2014, había denunciado al violador.
En ambos casos, las niñas sucumbieron ante sendos sistemas de salud desforzados, acobardados por la intimidación eclesiástica desubicada del contexto religioso, empoderada frente a sociedades políticas, con débil desarrollo, timoratas y fácilmente manipulables y con justicias que promueven la impunidad, allá y aquí.
Al igual que a Esperancita, las leyes paraguayas sentencian a la niña y el sistema de salud solo cuida ¨posibles complicaciones¨, como si el mayor obstáculo, no fuera el embarazo a sus 10 años. A ella, que en la semana 21 del embarazo solo pesaba 34 kilogramos, que es una niña muy débil, se la sentencia a perder su salud y hasta a morir, porque su cuerpecito es vulnerable al proceso de embarazo y parto, con altos riesgos médicos y psicosociales.
Ambos casos, son un problema grave de salud pública, justicia y educación. La nuestra perdió la vida en el proceso, la niña del Paraguay, está perdiendo salud integral, dignidad, derecho a la vida y está seriamente amenazada de muerte.
La Convención sobre los Derechos del Niño, acuerdo internacional firmado por ambos países, declara en su artículo 3 que “en todas las medidas concernientes a los niños y niñas que tomen las instituciones públicas o privadas de bienestar social, los tribunales, las autoridades administrativas o los órganos legislativos, una consideración primordial a que se atenderá será el interés superior del niño o la niña"