Uno de mis guías espirituales, el sacerdote jesuita Anthony de Mello, en su libro Una Llamada al amor: Conciencia, libertad y felicidad, en sus 31 meditaciones, resume el amor como la aceptación de las personas sin juicios y sin prejuicios.
Estamos en un estadio del tiempo donde las luchas por la igualdad son generalizadas en todas las sociedades: hay más conciencia, más reconocimiento sobre la importancia de la libertad del ser, la democracia se va enraizando, también la libertad y la solidaridad.
Parte de la República Dominicana tiene ciertas tradiciones de conservadurismo y de limitaciones para convivir con respeto ante las diferencias. El disenso, a veces, se suele hacer difícil de manejar. Pero vamos avanzando.
Las personas son más que X o Y en la realidad íntima de sí mismas, en cuanto a sus afectos y a su sexualidad; en esta materia, ningún ser humano se debe considerar, ni tratar, con asignaciones, designaciones, estereotipos, esencialidades, naturaleza… Los afectos y las preferencias sexuales son expresiones de voluntad, de filosofía, de ética, de autonomía, de individualidad, de psicología, yo único interno, sensorialidad que se mueve en libertad...
Todas las personas nacimos para ser felices.
Es inaceptable la opresión y la discriminación por razones de opciones afectivo-sexuales no heterosexuales. La humanidad ha logrado perfilar como valores deseables, la felicidad, el bienestar, la seguridad, la protección y la libertad de las personas, en su subjetividad y voluntad.
Y la felicidad es muy parecidita al amor, a conocer, a manejar el disenso, a la empatía y a la serenidad.Y quienes amamos, mujeres y hombres, heterosexuales u homosexuales, los que hemos conseguido la libertad, es porque se ha podido romper con montones de creencias que nos hacían seres generalizables, seres de naturaleza como si no tuviésemos voluntad, estáticos, tradicionales, estereotipables, y durante milenios se han dado las exclusiones del poder y del reconocimiento como iguales, como a las/os esclavos, a las mujeres, aborígenes, diversos grupos étnicos, y en estos momentos a la comunidad LGBTIQ+ que viene luchando con firmeza por sus derechos.
Uno de mis guías espirituales, el sacerdote jesuita Anthony de Mello, en su libro Una Llamada al amor: Conciencia, libertad y felicidad, en sus 31 meditaciones, resume el amor como la aceptación de las personas sin juicios y sin prejuicios.
En buen dominicano popular, ante las discriminaciones, sobre las personas, grupos, jerarquías religiosas o no, personas laicas, la parte del pueblo que falta en el buen trato, que desprecian, suelo decir el aforismo: “nadie es mejor que nadie”. Y sobre las personas que suelen condenar o despreciar, digo en forma de broma, que pueden tener más dificultades para llegar al cielo que las que aman.
En toda sociedad democrática las personas tienen derecho a tener libertades civiles, integración plena en todos los espacios de toma de decisiones e igualdad en su valía, reconocimiento, consideración y respeto.
Saludos a las viceministras Dilia Leticia Jorge Mera y a Olaya Dotel Caraballo y a sus banderitas. Su accionar ayuda a que en la sociedad dominicana se vayan abriendo la diversidad y la igualdad
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