Cierro los ojos y veo un susurro ancho,
una quietud inmensa, cual fuerza contradictoriamente devastadora.
También contemplo
un cariño grande
como el apego de todo el aire
a la vida
y el sentir de la guitarra a la noche
y la ilusión con que espera la herida del cuidado…;
todo..., en un estar de paz infatigable.
Se acompaña la soledad de pausas, de suaves toques,
de un autorretrato de la danza calmada
sin tiempo
en la fiesta de nubes inasibles y traviesas.
Serena está la transparencia sin tiempo
de mi silente caminar
soy caminante a solas
por grutas, por los laberintos de los mineros y de las minas,
por las raíces y las aguas subterráneas.
Deslumbrada y triste
trajino por esos caminos
descalza.
9.VI.06
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