Con este libro me siento más acompañada en Santiago, más cercana a San Pedro de Macorís, a los ingenios, a la satisfacción de conocer sobre la mirada inclusiva de una dominicana que no discrimina sobre etnias
El pasado miércoles 8 de septiembre 2021 estuve en el Auditorio Centro León en la presentación del libro Crónicas sin Tiempo de Marcela Antonia Montes de Oca González.
A Marcela la conozco desde el año 1985 cuando retorné a Santiago luego de haberme ido en el 1977, luego de culminar la carrera de Trabajo Social en la PUCMM, antigua UCMM.
Este relato que escribo trata de inmigrantes al pueblo de Santiago de los Caballeros, región del Cibao, pero principalmente de dos protagonistas que son Marcela y Antonia: dos inmigrantes de San Pedro de Macorís, dos personas en una sola mujer.
Pero también dentro de estas palabras está también Mildred Dolores Mata, otra inmigrante. Expongo acá sobre sentimientos de cercanía, de integración, de ternura, de desarrollo, de cambio de paradigmas, de mujeres mundanas, de ciudadanía activa, no sólo de ella, sino de los afectos que en ese sentido se han desarrollado con su hijo Rafelito Mirabal y con su hija Marcela Mirabal, ambos Montes de Oca, en quehaceres comunes por un Santiago inclusivo, en el Consejo de Desarrollo Estratégico de Santiago CDES.
Y escribo de mujeres mundanas, porque al decir del prologuista del libro Rafael Emilio Yunén, del decir de Pedro Domínguez Brito, de Jochy Herrera; Marcela Antonia nos narra en sus crónicas, sobre muchos mundos, muchas personas y muchas artes: sobre el Ingenio Cristóbal Colón, San Pedro de Macorís, Santiago, Los Ángeles, Estados Unidos, Monte Adentro, República Dominicana, barrio Miramar, Guavaberry, cocolos, Haití, vudú, gagá, Lomé, el Masacre, misal, mantilla, Casa de Arte, La Habana, La Latina de Madrid, Puerto Plata, Salcedo, Moca, E. León Jiménez, Filarmónica de Viena, Hospital Cabral y Báez, René del Risco Bermúdez, Marcio Veloz Maggiolo, Adriano Miguel Tejada, Ebony, Myrna Guerrero, Manuel Llibre, Ramón Gil, René del Risco Bermúdez, Ernest Hemingway…¡En fin! Hay que leer el libro.
Marcela Antonia Montes de Oca González de Mirabal viene como inmigrante a Santiago desde San Pedro de Macorís, habiendo nacido y siendo criada en el Ingenio Cristóbal Colón, en el año 1963; en ese año llega a Santiago casada con el abogado Rafael Mirabal. Al doctor Rafael Mirabal le conozco por la fotografía colocada en el salón de reuniones de la Asociación para el Desarrollo APEDI, institución del que fue director ejecutivo durante muchos años. El miércoles 8 de septiembre me enteré de que le ayudó a mecanografiar sus primeros artículos, lo cual, para mí, dice muchísimo sobre un hombre no tradicional para con su visión sobre las mujeres: un hombre que fortalece a la mujer definitivamente tiene autoestima.
Marcela se convierte en la escritora Antonia González en el periódico La Información desde el año 1989. Sus artículos han sido recopilados por sus hijos e hijas, y el libro es todo un quehacer unitario de familiares, de amistades, artistas de la pintura, fotografía, de correctores, y demás personas que se dedican a parir la publicación de un libro; se trató de una empresa colectiva que proyecta como un buen ejemplo su vida gregaria y de servicios, un ser sociable, con capacidad de liderazgo y sinergia.
Con este libro me siento más acompañada en Santiago, más cercana a San Pedro de Macorís, a los ingenios, a la satisfacción de conocer sobre la mirada inclusiva de una dominicana que no discrimina sobre etnias desde hace muchos años; ni que creo que pueda discriminar sobre nada, porque su humor, empatía, las delatan, irremediablemente, como una mujer inteligente y amorosa.
A Marcela Montes de Oca la recuerdo simpática, elegante, serena, sencilla, y no olvido su caminar erguido sin pretensiones de ego, a esa mujer la conocí en Casa de Arte en el 1985, y le tuve confianza y admiración desde entonces.
Marcela Antonia Montes de Oca González es parte de la Comisión Técnica Población, Inclusión y Servicios Sociales CTPISS del Consejo de Desarrollo Estratégico de Santiago CDES; cuando la definían sus integrantes para proponer su participación; Carmen Pérez del Ateneo Amantes de la Luz, la presenta como animadora cultural de escritores y como integrante del mundo del arte de Santiago. Para nada se habló de la columnista del periódico La Información Antonia González. En la presentación que hizo sobre su persona ante la Comisión Técnica fue todo humildad.
En el CDES, ejerciendo ciudadanía activa, además de Marcela Antonia Montes de Oca, nos acompaña su hijo Rafelito Mirabal, artista del piano, en esta Comisión Técnica que incluye el arte. Su hija Marcela acompaña los procesos de gobernanza y gobernabilidad como consultora, partidos, alianzas... Los Mirabal, son también Montes de Oca González, hijos ambos junto a otros dos que no residen en Santiago, Ángel, que vive en Santo Domingo, y María Teresa que reside en España.
La noche del 8 de septiembre en el Centro de la Cultura, con ella nos congregamos muchas mujeres y hombres. Pero quiero destacar la presencia de Marcela Antonia, Marcela hija y de Mildred Dolores. Tres mujeres de ciudadanía activa por un Santiago cohesionado, del arte, de la gobernanza y de la gobernabilidad, un Santiago verde, habitable, seguro, próspero, inclusivo: tremendo compromiso.
Algo que revela la personalidad de Marcela Antonia como una mujer cercana, cálida, que se hace sentir con ternura, espontánea, con sentido del humor, la tuve cuando la visité en su apartamento tomando un sabroso té de jengibre, canela y chocolate, una bebida típica de San Pedro de Macorís.
Ella acostumbra a invitar a su apartamento para compartir la recreación del nacimiento de Jesús que ocupa su sala cada año, ahí escuché hablar de su hijo Ángel, admiré de la adoración del esfuerzo que hace su hijo que reside en Santo Domingo, visualicé la creatividad y los detalles del pueblo donde nació Jesús.
La libertad en sus expresiones, comportamientos, me une a seres que como ella, llevan la libertad en sus latidos, modales, en todo un quehacer espontáneo y sencillo.
Es claro que queda pendiente de escribir, un día, con más dominio y profundidad, sobre sus aportes antropológicos únicos; la era tenía que alumbrar estas vivencias y sobre ellas hay que seguir escribiendo. De ello nos ocuparemos luego, hay que ser su cómplice, después de todo ha escrito una mujer, cuando eso no abundaba, y un marido que le mecanografiaba ¡Qué viva el amor!
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