En la conferencia anual que ofrece la empresa Claro desde hace 11 años, el miércoles 7 de marzo, 2018, MuKien Adriana Sang Ben además de sus vivencias sencillas y profundas como mujer y dejar claro su cuestionamiento a lo que ofrece a la mujer el patriarcado como obediencia, sumisión y ser de segunda, estimuló la ética en la sociedad domincana como un valor a profundizar en R Dominicana. Que disfruten la lectura.
Mildred D Mata
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MUJER Y ETICA. AYER, HOY Y SIEMPREPor: Mu-Kien Adriana Sang
Soy una mujer
que en ocasiones se pierde
en preguntas sin respuestas
aceptando su propia realidad y se resiste a la
desesperación de la incomprensión del mundo.
Sólo soy así, una mujer,
cuya pasión incontrolada me lleva
a lugares invisibles para las mentes comunes,
que segura de su alma
se lanza al vacío de una vida,
que le atrapa con la intensidad
de sus contadas horas.
Sólo soy así,
una mujer creadora de sueños,
pues imagino mundos diferentes,
en lo que soy, y en lo que no soy.
Sé que soy una mujer imperfecta,
cuya fe es su fuerza
para entender el mundo ausente,
aquélla que conociéndose a sí misma,
en los momentos de infortunio
comprende su esencia.
Soy así,
una mujer que cae,
que se levanta con coraje,
que no teme al mundo,
que desconoce, que ansía, que sufre,
que se apasiona, que se avergüenza,
que reconoce, que huye, que se aleja,
que no tiene nada,
que sólo se tiene a sí misma.
http://www.encontrarse.com/notas/pvernota.php3?nnota=12279Buenas tardes. ¡Qué bello ese poema que encontré en las mágicas nubes de la cibernética moderna! Agradezco profundamente la distinción y oportunidad que me ha brindado el presidente de CLARO, el señor Oscar Peña y su dinámico equipo de dirigirme a esta audiencia tan especial. Quien les habla esta tarde es una mujer-esposa-hermana-amiga-madre y abuela que tiene cuatro grandes pasiones: sus nietos, investigar, escribir y ser maestra.
Llevo en las aulas más de 50 años. Comencé adolescente en una escuela patrocinada por el Colegio Sagrado Corazón de Jesús, donde cursaba el bachillerato. Estaba ubicada en El Ejido, un barrio marginado de mi Santiago natal. Y durante estos años he sentido el orgullo de haber colaborado, desde mi propio y limitado espacio, en la formación de muchos jóvenes. Hoy más que nunca siento el orgullo de haber hecho esta opción de vida; de haber defendido con profunda convicción, que es la educación el único y más firme camino hacia el verdadero desarrollo económico, social y cultural. ¡No hay mejor recompensa para el educador, que ver a sus hijos de la vida crecer y volar con sus propias alas!
Cuando me pidieron que dirigiera estas palabras, me hice muchas preguntas. ¿Qué puedo decirles hoy cuando todo está dicho? ¿Qué comunicarles cuando sus mentes están ocupadas en múltiples cosas? ¿Qué decir a estas mujeres valiosas que se han destacado en sus ámbitos de influencia? ¿Qué decir a los pocos hombres presentes, por demás ejecutivos, que quizás están presentes en este espacio por el azar de sus propias vidas? ¿Reiterar lo que sabemos, que la mujer ha ganado espacio en la sociedad luchando con su sangre, su sudor y sus lágrimas?
Nadie nos preguntó si queríamos nacer. Somos el producto del azar de dos cuerpos. Nadie tampoco nos preguntó si deseábamos vivir en este mundo lleno de contradicciones, exclusiones y contrastes. Nacimos y al llegar al mundo fuimos categorizados por el color de la piel, la posición económica y social de nuestros padres y por el sexo que trajimos en las piernas. En el inicio de los tiempos, unos nacieron negros, fueron excluidos y los hicieron esclavos. Otros nacieron hombres, ricos y blancos, y colocados en el mundo de los privilegiados. Otras nacimos mujeres, y por obra y gracia de nuestro sexo, nos sentenciaron a ser sumisas y seguir, sin cuestionamientos, el camino impuesto por la sociedad. Nacimos sin voz propia. Sin capacidad de elegir. Pero como dice el poema de la gran Julia de Burgos, Yo misma fui mi ruta, muchas mujeres decidieron construir sus propios caminos:
Yo quise ser como los hombres quisieron que yo fuese:
un intento de vida;
un juego al escondite con mi ser.
Pero yo estaba hecha de presentes,
y mis pies planos sobre la tierra promisora
no resistían caminar hacia atrás,
y seguían adelante, adelante,
burlando las cenizas para alcanzar el beso
de los senderos nuevos.
A cada paso adelantado en mi ruta hacia el frente
rasgaba mis espaldas el aleteo desesperado
de los troncos viejos.
Pero la rama estaba desprendida para siempre,
y a cada nuevo azote la mirada mía
se separaba más y más y más de los lejanos
horizontes aprendidos:
y mi rostro iba tomando la expresión que le venía de adentro,
la expresión definida que asomaba un sentimiento
de liberación íntima;
un sentimiento que surgía
del equilibrio sostenido entre mi vida
y la verdad del beso de los senderos nuevos.
Nací, nacimos, mujer. Y, en mi caso, soy hija de un migrante de la China continental, que salió despavorido huyendo de la miseria. Llegó al Caribe como primera etapa de su utopía americana. Se quedó en esta tierra. La amó y formó su familia. Así, desde siempre acepté el regalo de esos designios no elegidos. He asumido con la alegría necesaria las aventuras y desventuras que se desprenden de esta doble condición.
Desde joven, tomé, sin saberlo, la decisión de ser una mujer peligrosa, parafraseando al escritor y literato alemán Stefan Bollmann, quien escribió las obras “Las mujeres que leen son peligrosas” y “Las mujeres que escriben también son peligrosas.” La tesis fundamental del autor es que las mujeres de todos los tiempos, relegadas a un papel secundario y pasivo en la sociedad, buscaron formas de no sucumbir. Lograron encontrar la liberación en la lectura y la escritura.
¡Qué maravilla! ¡Soy una mujer peligrosa! ¡Qué orgullosa me siento de ser peligrosa! ¡Las que estamos aquí somos mujeres peligrosas! Y gracias a miles de mujeres peligrosas en el mundo hemos podido avanzar y ganar espacios abandonando para siempre los senderos trillados por nosotras.
Así pues, soy mujer peligrosa. Y soy maestra por vocación y decisión. A través de los años, he intentado que los jóvenes encuentren en sus corazones las estrellas que lo guiarán en el camino de sus vidas, como esta historia que le voy a contar:
Érase una vez un escultor que trabajaba con un martillo y un cincel un gran bloque de mármol. Un niño que estaba mirándole no veía más que trozos de mármol pequeños y grandes cayendo de derecha e izquierda. No tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo. Pero cuando el niño volvió al estudio unas semanas después, se encontró con la sorpresa de un imponente y enorme león sentado en el lugar en que había estado el bloque de mármol. Con gran excitación, el niño corrió hacia el escultor y le dijo: “Por favor, dígame cómo sabía usted que había un león dentro del mármol”
La pregunta del niño es quizás la más importante. ¿Cuál sería la respuesta a esta pregunta aparentemente ingenua de ese curioso niño? Cuenta la historia que el escultor le respondió con profunda paz: “Yo sabía que había un león dentro del mármol porque antes de verlo ahí, lo había visto en mi corazón. El secreto consiste en que fue el león de mi corazón el que reconoció al león del mármol”. Pero ¿Qué significa esto? Que para esculpir nuestras propias vidas necesitamos, ante todo, ver lo que deseamos hacer; significa que debemos soñar. Pero los sueños nunca serán posibles si no trabajamos, si no recurrimos a la disciplina para hacer visible lo que hemos visto en nuestros propios corazones.
Pero esos sueños y esperanzas deben concebirse y materializarse en el mundo real, en el aquí y el ahora. Soñar lo que queremos formando parte de una sociedad caracterizada por la banalidad, donde la apariencia es lo esencial. Una sociedad que valora más lo que poseemos, obligados a olvidar lo que somos y deseamos ser. Se han cambiado los verbos y las prioridades. TENER es más importante que SER. Soñar es una acción individual y egoísta. Lo colectivo es visto como un pecado, como una ridícula realidad del pasado. Nuestra sociedad ha privilegiado la superficialidad, arrinconando las reflexiones profundas del SER y del VIVIR. Una sociedad que ha olvidado el proyecto societal colectivo, para vanagloriar las hazañas personales y unilaterales.
Como maestra, me pregunto siempre. Es más, me atormento siempre ¿Qué decir a los jóvenes que se abren camino en sus vidas? ¿Qué busquen el triunfo individual a toda costa sin importar a quién pisotear, a quién calumniar, a quién vituperar? ¿Qué aconsejar a los jóvenes cuando nosotros los adultos les hemos enseñado a olvidarse de las normas establecidas porque hay que llegar a toda costa? ¿Qué exigir a los jóvenes si nosotros los adultos no somos capaces de dar el ejemplo? ¿Qué exigir si somos pasivos y tolerantes de la corrupción, la grande y la pequeña? ¿Qué decirles a los jóvenes si nosotros los adultos no le hemos enseñado a respetar la ley? ¿Qué decir a los jóvenes si hemos construido esa realidad que ellos han heredado?
Estoy, en definitiva, hablando de la necesidad de rescatar la ética y la moral, en una sociedad que la pisotea inmisericordemente. Sí, esta sociedad en la que habitamos en la que “todo está bien” y nada es nada. Y, sobre todo, no pasa nada, absolutamente nada. ¿Saben por qué? Porque no hay sistema de consecuencias para los que abusan del poder, ni para los violadores de las leyes.
Fernando Savater en su libro “Ética como amor propio” señala que la ética es una toma de postura voluntaria que apuesta a la inmortalidad de la humanidad cuyo fruto más elaborado es el ser humano autónomo y responsable, capaz de reconocimiento y participación con sus iguales. Esto significa que en la ética todo es y debe ser humanismo. El problema es cómo no caer en la intrascendencia, en la banalidad.
En la Grecia antigua, Sócrates afirmaba que el poder debía ser utilizado para el bien común, el Timos, como él denominaba el ejercicio ético del poder. Platón, por su lado, desde lo más profundo de sus convicciones, fue crítico de la democracia y la tiranía, y abogó por un gobierno de los que saben. La estructura del Estado Occidental, dividido en poderes, fueron productos de las brillantes mentes de Locke, Rousseau y Monstesqieu, que apostaron a la bondad humana y sugirieron formas de ejercer el poder desde esa perspectiva. La historia está plagada de ejemplos. Intelectuales que se han unido a movimientos revolucionarios para impulsarlos y darles coherencia, como fue el caso de Enmanuel Sieyes, uno de los grandes pensadores de la Revolución Francesa, a quien el nuevo poder político lo echó a un lado y lo envió al más cruel de los olvidos. O Arthur Koestler, que por ser crítico con el poder de los bolchevique, el mismo que él ayudó a levantar, fue enviado a la cárcel y a la tortura.
¿A dónde llegarán estas palabras que les pronuncio en esta mañana? A veces siento que mi agotada voz y mis reclamos claman en el desierto. A veces pienso que mis gritos implorando por una sociedad con mayor sentido de justicia y ética se pierden en el turbulento mal de los intereses egoístas. Pero como maestra que soy y he sido siempre, apuesto a la bondad humana, sigo confiando en la juventud y en el futuro, aunque a veces las lágrimas me impidan ver con claridad el horizonte de esperanzas.
Cuestiono y cuestionaré siempre el uso del conocimiento y del poder económico solo para el beneficio personal o de un pequeño grupo. Aquí asumo la posición de Max Weber, el gran intelectual alemán, quien afirmaba que la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad deberían guiar nuestro accionar cotidiano. La primera, la ética de la convicción, establece que el comportamiento público de un individuo, y ya no sólo el privado, debe ser consecuente a sus convicciones morales. La ética de la responsabilidad establece que el comportamiento debe ponderar las consecuencias de las acciones.
Libertad y responsabilidad son, necesariamente, dos caras de una misma moneda. Asumir la ética de la responsabilidad, es ser capaz de responder libremente a los factores y condicionamientos externos.
Al hablar de todo esto pienso en Azorín, el intelectual español nacido en las postrimerías del siglo XIX (1873 –1967). José Martínez Ruiz, mejor conocido por su seudónimo Azorín, fue uno de esos hombres que constituyen verdaderos hitos en la historia de la humanidad. Su sagacidad y verbo explícitamente crítico lo hizo constituirse en un referente obligado, tanto de sus partidarios como de sus adversarios en su España natal. “El Político”, su obra más conocida, fue escrita en 1908 y es uno de sus grandes legados. Un pequeño libro lleno de verdades y reflexiones, escrito en un estilo “breve, preciso y claro”, como él mismo lo definió. La pequeña obra termina con un “Epílogo Futurista”, que resume la conversación entre un alumno y su maestro. El maestro le dijo a su discípulo que hablar de la historia y los grandes problemas de la humanidad es mucho más fácil que hablar del honor. “Le he explicado a usted, decía el Maestro, lo que eran las ciudades, los pobres, las fábricas, el jornal, las monedas, la cárcel y los fusiles, pero no puedo explicarle a usted lo que era el honor”. El alumno escuchó con atención y luego dijo: “Tal vez ésta era la cosa que más locuras y disparates hacía cometer a los hombres”. Es posible respondió el maestro.
Las verdades de El político de Azorín, tienen vigencia, más de 100 años después de haber salido a la luz. Como antes, la fuerza, y no la razón ni el amor a la humanidad, es lo que se ha impuesto al mundo. El honor continúa siendo un espejismo, quizás también una mentira, una gran mentira.
Debemos cuestionarnos profundamente y asumir críticamente nuestras acciones. Normalmente somos críticos con los demás. Buscamos culpables, en ellos, los otros… Acusamos siempre y señalamos con el índice; librándonos de nuestras propias culpas. Pero y mi Yo, y el NOSOTROS ¿Soy agente de cambio? ¿Somos agentes de cambio? ¿Asumimos una conducta ética ante la vida, en las pequeñas y en las grandes acciones?
Creo que ha llegado el momento de ASUMIR una postura distinta ante la vida. Tenemos el reto de ser portavoces de una Buena Nueva: ser ejemplo del contravalor actual del SER, de la ETICA como norma de vida, de la crítica constructiva contra aquellos que se burlan y nos acusan por abogar por la utopía y las ideas ilusas. Esta historia la conseguí a través de una amiga querida. Se llama “Pesca para toda una vida” y refleja lo que quiero expresar:
"Tenía once años e iba a pescar cada vez que podía, desde el muelle de la cabaña de su familia ubicada en una isla en medio de un lago… Un día antes de que se abriera la temporada del róbalo, él y su padre fueron a pescar al caer la noche, atrapando molas y perchas con gusanos. Luego puso una pequeña mosca plateada y practicó el lanzamiento. El anzuelo golpeaba el agua y hacía pequeñas olas de colores bajo el sol del crepúsculo, luego olitas plateadas cuando la luna se elevó sobre el lago. Cuando su caña se dobló, supo que había algo enorme en el otro extremo. El padre observaba con admiración cómo el niño arrastraba con habilidad al pez a lo largo del muelle. Por fin, rápidamente levantó del agua al agotado pez. Era el más grande que jamás había visto, pero era un róbalo. El niño y su padre miraron el hermoso pez, con las agallas moviéndose a la luz de la luna. El padre encendió un fósforo y miró su reloj. Eran las 10 de la noche, dos horas antes de que se abriera la temporada. Miró al pez y luego al niño.
-Tendrás que devolverlo, hijo, dijo.
- ¡Papá! Gritó el chico
-Habrá otros peces, dijo su padre
-No tan grandes como este, gritó el chico.
Miró el lago. No se veía ningún pescador ni botes bajo la luna. Volvió a mirar a su padre. Aunque nadie los había visto, ni nadie podía saber a qué hora había pescado el pez, el chico advirtió por la firmeza de su padre que la decisión no era negociable. Lentamente sacó el anzuelo de la boca del enorme róbalo y lo devolvió a las negras aguas. El pez movió su poderoso cuerpo y desapareció. El niño sospechaba que nunca volvería a ver un pez tan grande. Eso ocurrió hace treinta y cuatro años. En la actualidad el niño es un exitoso arquitecto… La cabaña de su padre está siempre lista en la mitad del lago. Lleva a su propio hijo y a sus hijas a pescar desde el mismo muelle. Y tenía razón. Nunca volvió a pescar un pez tan magnífico como el que atrapó esa noche de tantos años atrás. Pero ve ese mismo pez cada vez que se enfrenta al tema de la ética. Pues, como su padre, se lo enseñó, la ética es un simple asunto de bien o mal. Solo la práctica de la ética es lo difícil."
¡Qué enseñanza tan hermosa! ¡Cuánto podemos aprender de las cosas sencillas!
Es una forma fácil y comprensible de enseñar el concepto del imperativo categórico del deber de Immanuel Kant.
Durante muchos años impartí la asignatura “Historia de las Ideas Políticas y Sociales”, se me presentó una situación difícil, después que se produjo un verdadero debate. Aquel día el tema que trataríamos era el pensamiento político de Nicolás Maquiavelo. Y como siempre me sucedía, Maquiavelo suscitó mucho interés. Pocos pensadores provocan tanta atención. Dos excelentes estudiantes se presentaron como verdaderos defensores de este pensador italiano del siglo XVI. Un amplio grupo del curso se definió en la posición contraria. Mientras los muchachos exponían sus argumentos, escuchaba impresionada y preocupada. Del tema de Maquiavelo se pasó a la necesidad de enarbolar una postura ética en el ejercicio de la política. Los defensores del pensador italiano se mantuvieron firmes. Los otros también. Las dos horas de clases pasaron sin darnos cuenta. Tuvimos que cortar porque el tiempo asignado se había agotado y yo tenía otro grupo de estudiantes que me esperaba. Al terminar mis clases, y mientras conducía para llegar a mi casa, pensé mucho. Al llegar releí el material y puse atención especial a los aspectos que habían despertado el interés de Jorge y Andrés. Reproduzco con especial interés para los lectores, algunos párrafos de la lectura que produjeron el encendido debate en clases. El texto en cuestión lo escribió mi esposo Rafael hace unos años :
“Los hombres, según Maquiavelo, son mediocres, esto es incapaces de ejercitar una bondad o una maldad absolutas. El bien de lo que son capaces lo hacen por necesidad, y el mal por inclinación de su naturaleza. Los hombres…. Hacen el bien por fuerza; pero cuando gozan de medios y libertad para ejecutar el mal, todo lo llenan de confusión y desorden… Codiciosos de bienes materiales, su ganancia es el poderoso incentivo que de manera más enérgica los mueve y determina…Maquiavelo aconseja al Príncipe: Sobre todo, absténgase de quedarse con los bienes, porque los hombres olvidan antes la muerte del padre que la pérdida de su patrimonio…
“Cuando las circunstancias así lo exijan el gobernante debe estar dispuesto a hacer uso de la violencia, sólo que cuando sea necesario su uso debe ser rápido, hiriendo mortalmente sólo a quienes eran merecedores del castigo. Un gobernante que usa sistemáticamente la violencia se convierte en un terrorista de su propia estabilidad. Por el contrario, en la distribución de beneficios el gobernante debe de hacerlo muy despacio, de manera que sean disfrutados con calma y esperados con ansiedad…Debe aprender el hombre de Estado a no ser siempre bueno y comportarse según las circunstancias. Ha de basar su comportamiento teniendo como norte lo que sea más conveniente. Así, si la mayoría del pueblo es creyente ¿por qué no fingir ser un hombre religioso? …De igual manera, el gobernante debe hacerse temer y amar, pero sin que nadie se llame a engaños porque al momento de decidir es preferible ser temido que amado…”
Fue tan impactante el suceso que decidí escribir a mis dos queridos estudiantes en mi columna de hace más de 30 años que se titula “Encuentros” y que desde hace dos décadas se publica en el Hoy en la sección AREITO. He aquí algunos fragmentos de la carta:
Quizás mis queridos alumnos ustedes tengan razón en algunas partes de sus argumentaciones. La vida ha demostrado que el pragmatismo salvaje, la megalothymia de que tanto habla Fukuyama en su libro El Fin de la historia, es lo que ha primado en el oficio de hacer política. Lo importante es llegar al poder, no importa el costo humano y moral que suponga o las alianzas que tengamos que hacer o, sobre todo, la negación de los principios que decimos defender. Una vez triunfantes, lo esencial es mantenerse, a cualquier precio; no importa a quien se pisotee, ni se enfrente. Tal vez tengan razón y yo siga siendo una emotiva y soñadora mujer que defiende a toda costa el ejercicio ético de la política y que la actividad política debe ser buena y virtuosa, porque su fin último ha de ser la felicidad humana. Una quijotada absurda para ustedes, me imagino.
La virtú maquiavélica, es decir, el arte de adecuar la realidad a los intereses del gobernante, ha hecho mucho daño a la humanidad. En su nombre se han cometido muchos horrores. ¡Cuántas muertes y desgracias humanas se habrían evitado! La codicia humana, incentivada desde el poder, ha propiciado la corrupción. ¡Qué fácil resulta así el enriquecimiento! Y aquella frase lapidaria del Príncipe, es preferible ser temido que amado, pienso que ha contribuido grandemente a hacer de la alabanza un modus operandi de la ciudadanía; convirtiendo a los gobernantes en intolerantes a la crítica. ¡Qué triste es ver el espectáculo de la adulación!
Esta misiva la escribo porque sigo creyendo en la juventud como la fuente transformadora de la humanidad. Ustedes dos tienen sus vidas por delante. Tienen la inteligencia, capacidad y energía para hacer muchas y grandes cosas. Por favor, no dejen que la realidad los absorba y les impida soñar. Espero que podamos seguir juntos en el camino de construcción de una nueva sociedad, más humana, más justa y verdaderamente democrática. Es mi utopía de siempre. Ojalá podamos transitar juntos por los senderos de la vida.”
En la sesión siguiente, leí la carta en el curso. Hubo un silencio sepulcral. Los jóvenes objeto de mis reflexiones, Jorge y Andrés, intentaron desesperadamente hacer algunas explicaciones. Los demás también hicieron uso de la palabra. Se produjo entonces una interesantísima reflexión sobre la ética y la moral. Surgieron preguntas: ¿Debemos ser siempre éticos en las acciones de la vida? ¿Se aplica la ética al ejercicio público? ¿Debe también la práctica privada ser sujeta del ejercicio ético?
Aproveché entonces la oportunidad para sugerir algunos caminos de la reflexión ¿Qué es la ética pregunté? Algunos hicieron alusión a sus clases de ética profesional que habían tomado recientemente. Los dejé hablar. Al final hice algunas puntualizaciones.
Entonces les pregunté ¿Creen ustedes que debe existir una ética ciudadana? Algunos dijeron que no, porque la ética se refería únicamente a algo individual. Otros dijeron que sí, porque la ética tiene necesariamente una referencia a la sociedad. Les dije que coincidía con este grupo. Porque la Ética ciudadana es la garantía de un accionar responsable. Entonces me referí a FERRAN REQUEJO COLL en su libro Las Democracias quien retoma el concepto weberiano de la “Ética de la Responsabilidad”.
A seguidas pregunté al grupo ¿No estaremos entrando en la falacia de la abstracción? Una estudiante muy concienzuda señaló que estas ideas lo que quieren señalar es que debe hacerse un reajuste práctico de la acción ciudadana para mirarlas desde la opción ética. Aproveché su intervención para afirmarles que la democracia, ese sistema que tanto decimos defender, necesita una ciudadanía activa y responsable. Les hice referencia a Salvador Giner y Victoria Camps, en su libroManual de Civismo, quienes afirman que las actitudes cívicas tienen, y yo digo, deben tener, un común denominador: el de la responsabilidad.
Mientras hablaba, me di cuenta que Alicia, una joven que se encontraba a mi izquierda, después de leer la primera cita de Savater, comenzó a llorar. No le pregunté. Simplemente la dejé tranquila, pues no sabía la causa de su tristeza. El curso fue muy discreto. Nadie dijo nada. Al terminar las ideas que estaba exponiendo se inició una nueva discusión sobre el tema de la política. De nuevo las posiciones encontradas. Jorge y Andrés mantenían sus posiciones. El resto de grupo los enfrentaba. Coordinaba las intervenciones y miraba discretamente a Alicia. Cuando me disponía a pasar al otro punto de la clase, el pensamiento de Jacobo Rousseau, Alicia pidió la palabra.
El curso entero se dispuso a escucharla. Entre sollozos, Alicia nos preguntó si nos habíamos dado cuenta que ella se había pasado casi una hora llorando. El grupo asintió. Entonces ella respondió que su llanto tenía serios motivos, y que la carta dirigida a Jorge y Andrés le había abierto una herida. Estas fueron sus palabras: “Hace poco tiempo, decía, obré mal. Antepuse mis intereses personales a los morales y éticos. Sabía que lo que hacía no era correcto, pero en ese momento no me molesté en pensar sobre el asunto. Sin embargo, hoy me doy cuenta que la ética tiene que ver con la conciencia, y comprendo que actúe mal y me arrepiento.” Prosiguió diciendo que ya no podía borrar lo que había hecho, pero que esa carta le había hecho tomar conciencia de que los criterios éticos deben normar en todas las acciones de la vida. Mientras hablaba entrecortada, las lágrimas corrían por sus mejillas. Nadie preguntó lo que había hecho. No era importante. El grupo completo valoró su valentía, pero sobre todo su arrepentimiento. La felicité de corazón. De este episodio nació un nuevo artículo que titulé las lágrimas de Alicia.
La clase finalizó con una conclusión importante: La opción por una ciudadanía responsable implica que debe poder responder a esos valores ante sus semejantes, ante la sociedad, no sólo porque tiene un deber social, sino porque actúa con conciencia y responsabilidad de que conservándolos y ejemplificándolos está ayudando a preservar y a mejorar el futuro, porque libertad y responsabilidad son, necesariamente, dos caras de una misma moneda. Asumir la ética de la responsabilidad, es ser capaz de responder libremente a algo ante alguien y querer hacerlo, porque la libertad y la responsabilidad son dos condiciones inseparables. Finalmente, creo que el civismo, la acción ciudadana, no es otra cosa que el hacerse responsable de la preservación de los valores que constituyen el patrimonio ético de la humanidad y esa responsabilidad contribuye a hacer realidad el interés común, el mismo del que tanto se habla, y tan poco se hace. Al regresar a la casa me sentí agradecida de la oportunidad que me había dado la vida de ser maestra.
No sé si la lección llegó al corazón de los dos jóvenes que provocaron estas reflexiones del grupo. Hace un tiempo que finalizaron sus carreras. Ya son jóvenes profesionales que iniciaron una nueva etapa en sus vidas. Me he encontrado con ellos en varias oportunidades. Uno es un activo miembro de la juventud de uno de los partidos mayoritarios. El otro decidió seguir sus estudios profesionales. En mi alma sigo guardando la esperanza de que el mensaje les llegó. Un día cualquiera, años después, me encontré con Alicia. Fue corriendo a saludarme. No la recordaba. Había engordado con el tiempo. Y sonriente me dijo: “Hola, profe, soy Alicia”. Nos abrazamos con alegría. Esos abrazos son los mejores regalos que recibe un maestro.
Yo espero que a ustedes también haya llegado a sus corazones. Una perorata teórica práctica que solo pretende decir que necesitamos aprender a convivir. Y convivir, sin lugar a dudas es un arte. Está claro que convivir entre los seres humanos es una tarea difícil y compleja. Una prueba clara es que dedicamos gran parte de nuestra existencia a armonizar voluntades, a superar conflictos, a llegar a acuerdos y a hacer concesiones.
Digo esto consciente de que el uso de la fuerza es lo que prevalece en el mundo, mientras la ciencia propone nuevas fórmulas para prolongar la vida a enfermos terminales de dolencias hasta ahora incurables; al mismo tiempo usamos nuestra capacidad e inteligencia para crear armas de destrucción masiva, tan potentes que en menos de un segundo podemos aniquilar pueblos completos con sólo hacer uso de un pequeño botón. Existen en el mundo millones de seres golpeados por el hambre y la insalubridad. Los países poderosos diseñan programas de ayuda para combatir la pobreza, que apenas alcanzan para repartir pequeñas migajas. La ineficiencia de estas ayudas es tan evidente que no sólo no han podido atenuarla, sino que la brecha entre los pobres y ricos, en vez de cerrarse, se ha acrecentado.
Algunos gobernantes han optado por la guerra, imponerse a toda costa por la fuerza, sin importar las consecuencias humanas, económicas y sociales. Ante esa corriente creciente de violencia física, de la hambruna existente en el mundo, que es otra forma de violencia, del terrorismo ciego que mata inocentes sin piedad; se requiere que nosotros, los que deseamos un futuro diferente, debemos asumir el compromiso de construir una verdadera cultura de paz.
La democracia necesita ciudadanos activos y responsables. Las actitudes cívicas de las que hemos venido hablando tienen un común denominador: el de la responsabilidad. Asumir e interiorizar los valores democráticos o cívicos es la condición sine qua non de ciudadanía.
Si los principios son insuficientes, también lo serán las normas y las leyes. No todo se resuelve legislando. Las leyes, a veces no constituyen la mejor forma de hacer que funcione adecuadamente una comunidad de ciudadanos maduros y autónomos. Lo que cohesiona a la comunidad es la responsabilidad de los individuos frente a ella. Montesquieu decía que cuando un pueblo tenía buenas costumbres, las leyes que se necesitaban debían ser sencillas.
Estoy planteando, lo sé, lo sé, una utopía… pero solo recuerdo, que la historia ha sido escrita con gente que sueña y que ama por un mundo mejor.
Finalizo estas palabras con un sencillo poema, que reivindica nuestra condición de mujer. Un bello poema escrito por YOLANDA BARRY.
Mujer...
me siento feliz de serlo,
de disfrutar cada día…
Feliz de verme en el espejo
y mirar mi rostro contento,
de tener pensamientos
y grandes inquietudes todavía.
Soy mujer y lo disfruto,
disfruto cada minuto,
me complace serlo.
Soy distinta,
quiero ser mejor,
Feliz de ser mujer.Muchas gracias.