Pequeños y eternos quehaceres

Eran, son, muchas
las pequeninas luchas
eran, son, muy pequeñitas
como las luces que regalaban
y aún regalan las estrellas.

Y entre choza y cielo, con su batallar de hormiguita
muchas noches
la abuela añoraba la gran luna
en su trajinar nocturno de lámpara jumiadora
vida de diminutos oficios
de poner mosquiteros
de entrar y salir del cielo.

Y acompañada del sol
hermoseaba la choza, acariciaba el tabaco en el almacén,
acariciaba los trechos, los bojíos ajenos
meceaba los nietos y fumaba un cigarro largo y sabio.

Y de nuevo en la noche
adornaba de desparpajo fresco e ingenuo
la piel desnuda acariciaba tierna
párpados, pestañas, abuelo y sueño.

Quedan los recuerdos
el ejemplo
las almas ausentes,
queda un destino,
múltiples temblores
pasos y fulgores
admirados recuerdos.
El quehacer arrollador eterno queda
el quehacer constante
el amor en la pequeñez
y tantos sueños
que no saben de orgullo
y que me hacen sentir
tan ausente
tan adolorida
en este competitivo mundo.

21.X.06
Santiago, RD
mdm

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