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ENTREVISTA: MANUEL VALLS Dirigente del Partido Socialista francés
"El Partido Socialista no representa en Francia ninguna esperanza"
ANTONIO JIMÉNEZ BARCA - París - 26/07/2009
El hombre que ha desatado una tormenta en el Partido Socialista francés (PS) y que navega (cómodamente) por ella se llama Manuel, tiene 47 años y habla perfectamente español y catalán. Nació en Barcelona; su padre, Xavier, fue un pintor reputado que a finales de los cuarenta emigró a París, y él, Manuel Valls, pasó muchos veranos de la infancia ("y muchos inviernos") en Barcelona. El parlamentario y alcalde de Evry desde 2001 anunció hace unas semanas que se presentará a las futuras primarias socialistas destinadas a elegir al oponente a Nicolas Sarkozy en las elecciones presidenciales de 2012. Lleva meses denunciando la calamitosa situación del PS, su necesidad de desembarazarse de lo que queda de herencia marxista y de transformarse, incluso con otro nombre y otras siglas. Hace una semana recibió en su Blackberry una carta de la primera secretaria del partido, Martine Aubry que le ordenaba, más o menos, esto: "Cállate o vete del partido". Su respuesta vino a decir: "Ni me callo ni me voy".
Pregunta. ¿Esperaba la carta?
Respuesta. No, porque Martine Aubry me propuso, tras las elecciones europeas, entrar en la dirección del partido. Pero no vi verdadera intención de cambio. No acepté. Pero no me esperaba esa carta. Nunca, en la historia del PS, un secretario general ha enviado a un dirigente del partido un mensaje así, diciendo "te callas o te vas".
P. Era una carta muy dura...
R. Sí. Decía cosas como "si piensas verdaderamente lo que dices, te tienes que ir", "al partido se pertenece para servir, no para servirse de él". Yo sé lo que es la disciplina del partido. He sido militante desde los 17 años. He tenido muchísimos cargos. En el Parlamento he sido disciplinado con la consigna de voto, aunque no haya estado de acuerdo. Pero ahora no hay decisiones a las que ser fiel, no hay un verdadero debate. La gente percibe que este partido no parece preparado para gobernar.
P. ¿Pensó en dimitir?
R. Jamás.
P. ¿Por qué asegura que el PS está herido de muerte?
R. Porque, por primera vez en su historia, no representa ninguna esperanza. Aunque el problema viene de lejos.
P. ¿De dónde?
R. Desde la caída del Muro de Berlín, la izquierda europea tiene problemas para articular un proyecto global y coherente. La existencia del bloque soviético le permitía presentar la versión buena o luminosa de la izquierda frente a la fuerza oscura del comunismo. Era el punto de equilibrio. Ahora, frente al capitalismo, el sentido mismo del socialismo europeo se ha ido perdiendo. Porque pensar en otro tipo de sociedad que no sea capitalista no tiene sentido. Así lo pienso yo.
P. ¿Y el socialismo francés?
R. Por un lado, la socialdemocracia no ha sabido responder a lo que vivimos. Por eso, en plena crisis del capitalismo, la derecha gana las elecciones europeas. En el socialismo francés existe además una especie de nostalgia de una alternativa al capitalismo. El fracaso planetario del comunismo ha hecho que la izquierda francesa haya caído en una especie de pesimismo social, angustiada ante los cambios, con una visión siempre triste del futuro. No hemos sabido tampoco modernizarnos, desde el punto de vista teórico, como los socialistas alemanes, o los españoles, o los ingleses. Somos capaces de gobernar de una forma realista: cambiamos la siderurgia, cerramos minas si hace falta, convertimos París en una capital financiera, pero...
P. ¿Pero?
R. No somos capaces de asumir teóricamente lo que luego hacemos cuando gobernamos. Con Lionel Jospin en el poder, privatizamos muchas empresas. Pero luego no aceptamos del todo el papel de la nueva economía. Además, la presión de la extrema izquierda acompleja a algunos socialistas franceses.
P. ¿Y cuál es el papel de la izquierda en una sociedad capitalista y que siempre será capitalista?
R. La lucha contra las desigualdades. Para la izquierda, las desigualdades provienen de injusticias y defiende movilizar toda la maquinaria del Estado para corregirlas. La derecha es más fatalista. Esto se ve en la educación. Ahora mismo es más difícil para el hijo de un obrero en Francia acceder a una gran escuela de élite que hace 30 años. En Francia hay tres campos en los que la izquierda debe apostar fuerte: la escuela, los guetos en los suburbios y la convivencia social entre todos los grupos étnicos y sociales.
P. ¿Y cómo se incorpora eso en el Partido Socialista?
R. Somos un partido de alcaldes (París, Lyon, Estrasburgo, Lille...), de presidentes de regiones. Sabemos gobernar. Con sentido práctico, con visión realista de la sociedad, respecto a la empresa, la seguridad, la inmigración. La gente confía en nosotros para que les gobernemos en las ciudades y en las regiones. Pero cuando se trata de gobernar el Estado, la cosa cambia. Tenemos una crisis de liderazgo. Hay que transformarse completamente. Porque si no, podemos desaparecer. En Francia, la vida política es así, tremenda. Y una de las maneras de transformarse es abriendo el partido con unas primarias que, como en Estados Unidos, convoquen a militantes y simpatizantes, al mayor número de gente que vote.
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