Chile se ha enamorado de Bachelet
El tándem formado por la presidenta y su ministro de Hacienda, Andrés Velasco, cosecha unos índices de aprobación inéditos en plena crisis
MANUEL DÉLANO - Santiago - 06/07/2009
El presidente de EE UU, Barack Obama, lo reconoció hace un par de semanas en la Casa Blanca, cuando fue anfitrión de la presidenta chilena, Michelle Bachelet: Washington puede aprender una "buena lección" del manejo que Chile ha hecho de la economía, dijo Obama. La receta de La Moneda tiene un ingrediente bíblico que todos los Gobiernos conocen pero muy pocos aplican -ahorrar en tiempos de vacas gordas para los periodos de vacas flacas-, y dos protagonistas que han logrado un récord de aprobación en la opinión pública: Bachelet y su ministro de Hacienda, Andrés Velasco.
Bachelet ascendió hasta un 74% de aprobación, el porcentaje más alto logrado por un presidente desde el retorno a la democracia en 1990, y Velasco, con un 68%, se consolidó en junio como el ministro mejor evaluado del Gabinete, según la encuesta mensual de Adimark, una de las empresas serias de medición de opinión pública en este país.
Los porcentajes elogiosos parecen casi abrumadores para una democracia: un 89% dice que Bachelet es "querida"; un 86%, que es "respetada"; un 80%, que es "creíble"; un 78%, que tiene "capacidad para enfrentar situaciones de crisis"; un 76%, que "cuenta con liderazgo", y un 75%, que "cuenta con autoridad".
El analista político Patricio Navia bautizó el fenómeno en el diario La Tercera como una "cariñocracia", porque los chilenos parecen "estar enamorados de su presidenta".
A pesar que el desempleo se elevó hasta sobrepasar los dos dígitos (10,2%) y las proyecciones indican que el producto interior bruto (PIB) caerá cerca del 1% este año, los chilenos no culpan a La Moneda de la crisis, porque identifican su origen mundial. Por el contrario, valoran las políticas de protección social aplicadas por La Moneda, que ha logrado aumentar el gasto en plena crisis para paliar los efectos de la recesión, mientras el Banco Central ha reducido la inflación.
La aprobación de Bachelet y Velasco constituye un récord. "Bachelet está mejor evaluada que los presidentes Lula Brasil], Uribe [Colombia] y Correa [Ecuador], que tienen muy alta aprobación. En democracias normales, con estudios de opinión razonables, Bachelet es un fenómeno mundial. Todos hablamos del súper Obama y Bachelet le saca 10 puntos de ventaja", sostiene Roberto Izikson, jefe de estudios públicos de Adimark.
"No sé si habrá un presidente en algún país del mundo con mejor evaluación que Bachelet, pero sí sé que no hay ningún ministro de Hacienda que, en plena crisis económica, tenga un 68% de aprobación", afirma Izikson. La presidenta y el jefe del equipo económico son la "fórmula perfecta". Este Gobierno "no se entendería si uno de los dos no estuviera. Bachelet da la protección y Velasco, la solidez del mercado", agrega.
Pero, tal como le ocurrió al faraón, según el Génesis bíblico, este cóctel de políticas sociales y disciplina fiscal no fue comprendido por los chilenos en el periodo de vacas gordas. Hace un par de años, cuando el precio del cobre, el principal producto de exportación del país, alcanzó un precio internacional récord, impulsado por la avidez de materias primas que produce el crecimiento económico de China, y Velasco insistía en ahorrar y no gastar los recursos extra que engrosaban las arcas públicas, recibió ataques de las filas oficialistas y de la Concertación, la coalición gobernante de centroizquierda, por su falta de imaginación e incompetencia, y le pedían que gastara los recursos.
Bachelet llegó a ser la presidenta de la Concertación con más baja evaluación en los sondeos, afectada primero por movilizaciones masivas de estudiantes de enseñanza media y después por cambios mal diseñados y aplicados en el transporte urbano en Santiago. Pero, con el inicio de la crisis financiera, en septiembre de 2008, la presidenta y su ministro de Hacienda comenzaron a trepar en las encuestas, que coinciden en mostrar un alza a partir de ese mes. La política de guardar para el periodo de vacas flacas sólo comenzó a ser comprendida cuando llegó la etapa de gastar parte de lo ahorrado.
Durante su visita a Washington, Bachelet recordó en una reunión con inversores que, cuando las arcas fiscales se llenaban gracias a los ingresos extra que producía el cobre, le decían: "¡Qué tonta!, ¿por qué no le haces [gastar a Velasco]?". Y el ministro de Hacienda, a quien entonces acusaban de ser "mano de guagua" y "amarrete" (tacaño, avaro), se ha convertido hoy en un héroe nacional por las políticas contracíclicas. Fue, como dijo Obama, lo que Estados Unidos no hizo, porque, "cuando tuvimos excedentes, los dilapidamos".
La clave ha sido una regla de superávit fiscal de largo plazo que se autoimpuso el Gobierno de Ricardo Lagos en el año 2000, independizando el gasto público de la coyuntura, y que los ministros de Hacienda han respetado, pese a las tentaciones y presiones.
Hijo de un político que debió partir al exilio en dictadura, Velasco (49 años) tiene un sólido currículum académico. Es doctor en Economía en Columbia, máster en Relaciones Internacionales en Yale, con estudios posdoctorales en Harvard y el MIT. A sus publicaciones especializadas se suman dos incursiones en la ficción. En 2008 recibió el premio al mejor ministro de Hacienda de América Latina que concede Emerging Markets, una publicación de las reuniones anuales del Banco Mundial y el FMI.
Para los chilenos se convirtió en una figura familiar y cercana cuando en febrero pasado su hija menor, Ema, de dos años, casi se ahoga al caer a una piscina; el ministro permaneció días y noches completos en una clínica acompañándola mientras se recuperaba, junto con su esposa, la periodista Consuelo Saavedra, presentadora del noticiario central en la televisión estatal. Pero el accidente no tuvo mayor impacto en los sondeos. "Velasco ya venía subiendo desde antes", explica Izikson.
El nombre de Velasco circuló en las filas oficialistas como posible candidato para la elección del sucesor de Bachelet cuando Frei no subía en las encuestas. Y muchos no descartan que pueda sumarse a la campaña oficialista en los días finales, como una carta ganadora.
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