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ENCUENTROS
¿Patria?
Por: Mu-Kien Adriana Sang Ben
Patria,
jaula de bambúes
para un pájaro mudo que no tiene alas,
Patria,
palabra hueca y torpe
para mí, mientras los hombres
miren con desprecio las pies sucios y arrugados,
y maldigan las proles largas,
y en cada cruce de caminos claven una bandera
para lucir sus colores nada más...
Canto triste a la patria bien amada (fragmento), Héctor Inchaustegui Cabral
Decía Fustel de Coulanges, el célebre historiador francés del siglo XIX, que la patria es aquello que se ama y constituye la razón para luchar. Inspirado en los movimientos políticos de la época, como el liberalismo político, el intelectual, desde su cátedra universitaria, instaba a los jóvenes a amar y luchar por la patria, que en aquella época era una utopía. Sus ideas sobre sus convicciones liberales fueron publicadas en 1864 bajo el título, La Cité antique o La ciudad Antigua. Aseguraba en su obra que en la antigüedad la noción de libertad era inexistente. Y que el concepto era un logro de la modernidad de su época. Aseguraba que la humanidad contaba con una nueva autoridad sagrada y casi divina que llamamos patria.
La patria fue el motor inspirador de los movimientos sociales y políticos del siglo XIX en Europa y América Latina. Gracias a esa nueva palabra, los jóvenes de entonces forjaron sus sueños y sus utopías. A ellos, a su entrega y a sus luchas heredamos estos países nuestros que hoy se desgarran entre sí. Entonces no me queda más nada que preguntarme ¿En qué se ha convertido la patria hoy? ¿Tiene sentido la noción de patria en los inicios de la segunda década del siglo XXI, en la era de la cibernética, de la globalización económica? No tengo respuestas a tan grandes preguntas. Intentando responder nacieron otras más. ¿Será que la patria fue un momento de la historia, del capitalismo emergente, del liberalismo naciente? ¿Será que hoy el neoliberalismo ha sustituido los sujetos políticos por los sujetos económicos? ¿Será que ya no importan los sueños, sino las realidades?
La racionalidad histórica me demuestra que cada siglo tiene sus prioridades. El siglo XV, en el momento del surgimiento de la burguesía comercial, se necesitaban nuevos mercados, por eso se produjo la aventura del descubrimiento (¿encubrimiento?). El siglo XVII nos trajo la expansión y las luchas internas de los imperios europeos. Perdió en la contienda España, la más atrasada de todas. Con el nuevo siglo, el XVIII, la burguesía fortalecida necesitaba de una reorganización del orden político. El control de la monarquía se hacía obsoleto, la burguesía quería tener participación en el ejercicio del poder político. Entonces surgieron nuevas teorías políticas que se guiaron por las mágicas palabras de patria y libertad. El siglo XIX fue la consolidación, expansión y fortalecimiento de la burguesía industrial. Fuero 100 años de grandes transformaciones sociales y nuevas y novedosas producciones intelectuales. Surgieron teorías contrarias que enfrentaban al capitalismo emergente y abogaban por la construcción de una sociedad igualitaria, Marx y Engels fueron los creadores de las nuevas teorías que inspiraron los movimientos revolucionarios del siglo XX. En el siglo pasado el socialismo real se convirtió en pesadilla. Su peor pecado fue el secreto de la libertad. Las tensiones de la guerra fría fueron duras, largas y sangrientas. En las postrimerías del siglo, el capitalismo ganó la batalla. El mundo se convirtió en un gran mercado. La cortina de hierro fue destruida. Entramos al reino del poder del dinero y del desarrollo tecnológico. El siglo XXI, hasta ahora, en su primera década, no ha hecho más que consolidarlo: y, más aún, demostrar que a pesar de la burbuja financiera, el capital tiene múltiples fórmulas para sobrevivir a las crisis.
La sensibilidad de ciudadana, nacida en la mitad del siglo XX, testigo de actos heroicos de jóvenes que guiados por las ansias de libertad en contra de las manos opresoras de los dictadores, de izquierda o derecha, se lamenta con el derrotero que ha tomado el mundo. La patria es hoy una falacia, una ficción, una noción del pasado. La patria ya no inspira a los jóvenes. Ya no es motor de grandes hazañas. La patria no es nada. El dinero lo es todo.
Mientras tanto nos quedamos sólo con el país. Es decir, el terreno enmarcado por fronteras políticas impuestas. Nos hemos quedamos sin patria, solo con la triste realidad del Estado; del poder político, por el que muchos aspiran, luchan y se enfrentan, pero pocos, muy pocos llegan. La lucha por el control de aparato estatal motiva a luchas tan mordaces y sórdidas que a ninguno de los partidarios le importa pisotear a quién se interponga en el camino. La ciudadana está triste porque, como dicen los poetas, la patria, nuestra patria, está plagada de egoísmos, injusticias y atropellos. ¿A quién deben cantar los jóvenes? ¿Sólo al dios dinero? ¿Al individualismo y al egoísmo? Quizás esta ciudadana que escribe es una mujer producto de su época, y que no quiere adecuarse, a las reglas ni al estilo que le impone la modernidad sin alma.
CUANDO RESIDO EN este país que no sueña
cuando vivo en esta ciudad sin párpados…
Cuando vivo en esta ciudad sin lágrimas
que se ha vuelto egoísta…
que ha perdido su ánimo sin haberlo gastado
pienso que al fin ha llegado el momento
de decir adiós a algunas presunciones
de alejarse tal vez y hablar otros idiomas
donde la indiferencia sea una palabra obsena….
La nostalgia se escurre de los libros
se introduce debajo de la piel
y esta ciudad sin párpados
este país que nunca sueña
de pronto se convierte en el único sitio
donde el aire es mi aire
y la culpa es mi culpa…
Quizá mi única noción de patria
sea esta urgencia de decir Nosotros
quizá mi única noción de patria
sea este regreso al propio desconcierto.
Nocion de Patria, Mario Benedetti