PUBLICADO EN LA SECCION FIRMAS DE CLAVE DIGITAL EL DIA martes, 07 de noviembre de 2006
ACARICIANDO
Ética para estar bien
Dicen los varones que nosotras tenemos que ganarnos los puestos en los espacios políticos. Y nosotras vamos a su circo, y votamos por ellos, y le seguimos sosteniendo su brillante ejercicio público, y ellos no entienden que ya no lo hemos ganado, y que ya es hora de compartir espacios y poderes.
Mildred D. Mata - Pequeña. Madre. Amiga.
A veces no sabemos velar por nuestro propio bienestar, por el bienestar de nuestra familia, de nuestros hijas/os, por el bien del vecindario, de la ciudad, del país, de nuestros diferentes grupos sociales, de nuestros partidos, de nuestra región geopolítica, ¡del mundo!...de todo el habitat.
Velar por nuestro bien y aunque sea velar también por el bien colectivo, por lo menos de nuestra familia, ¡tan elemental!, y a la vez tan fácil de olvidar y de llevarlo a la práctica con persistencia, con pasión, con integralidad.
Falta un gran deseo del bienestar propio y del de los demás. Y se nos dificulta convertir lo negativo en positivo, la pasividad en actividad, armonizar lo personal con lo colectivo, la justicia común con los intereses particulares, amar nuestros valores, pero tolerar los de los demás…
No sabemos respirar profundo continuamente para elegir emociones en armonía con ese deseo ¡jonnnnnndo! de bienestar, que nos cuesta tener, mantener, impulsar…de manera individual y de manera colectiva.
Cuando hablo de velar por el bien de nuestro y de nuestra familia con integralidad; por integralidad me refiero a la práctica del bienestar con una actitud, un sentir, un procurar conocer, una reflexión, que integre lo individual con los aspectos estructurales, en los hechos sociales, más allá de nuestra situación y subjetividad particular, se trata de practicar el bienestar individual-colectivo de una manera “sistémica y estructurada”, como dice, hablando de otro asunto, mi Amigo Oreste Martínez, del Foro Clave Digital.
Y en lo que estoy pensando ahora, lo que tengo muy pendiente, es el cuidado de los hijos e hijas, el acompañarlos, el velar por sus intereses, necesidades afectivas, espirituales, materiales, intelectuales, recreativas, profesionales, velar por su salud, por su realización plena…
Y entonces pienso en nuestras estructuras que mantienen a hombres y mujeres segregados por nuestros estándares diferentes para este cuidado, pienso en esta mayor peso para que las mujeres asuman este compromiso, este afecto, estas labores, y andan estos roles segregados, roles cargados de mujerismo, roles muy humanos, pero un poco desatendidos por los hombres.
Hablo de esta parte de la cultura patriarcal de género, que definió hace miles de años atrás, que los hombres no se ocupasen de algunos quehaceres como la de cuidar de los hijos/as, entre otros, y las mujeres quedaron confinadas a la casa.
Ni siquiera le lucía a la mujer ser un ente social en el vecindario, porque eso de visitar vecinos y vecinas, participar de los grupos de la calle (social, económica y política), eso de tener amigas era de mujeres chismosas o mujeres medio sinvergüenzas.
La mujer tenía y sigue teniendo que cuidar de todo el mundo, sin que esto le de capacidad de decisión sobre los asuntos públicos, ni esto le permita solvencia económica, ni tener ahorros, ni seguridad social, ni poder político, ni tener control sobre su cuerpo. El negocio de espacios y tareas segregadas del patriarcado ha sido el negocio de capaperros para las mujeres.
Pero resulta que hace unos 300 años los varones comenzaron a hablar de igualdad, de fraternidad, y de libertad. Y comenzaron a hablar de democracia. Pero la fraternidad viene de frater, y quiere decir hermano, no quiere decir hermana; los fraters destutanaron a los reyes, hablaron de elecciones, de ciudadanos, de representación, pero sólo para ellos.
Y dejaron a las mujeres fuera de esos hermosos estadios que tanta felicidad proporcionan. Esta división de tareas y de roles empobrece y mata a las mujeres. Y por ella, algunos hombres son unos diablos a caballo en la participación política, y en la República Dominicana tenemos una división desigual de género en la que: de un total de 32 senadurías, hay unos 30 hombres senadores y hay unas 2 senadoras (un 6% de senadoras), tenemos unos 178 diputaciones con unos 145 diputados y unas 33 diputadas (un 18% de diputadas) ; existen unas 153 síndicaturas, con unos 135 síndicos y 18 síndicas (11% síndicas); y finalmente tenemos un total de 900 regidurías, con unos 638 regidores y 262 regidoras (29% de regidoras). (Susi Pola Zapico, en ponencia sin editar, usando datos de la SEM, 2006).
Y las mujeres que somos el 50 % del pueblo no estamos representadas en esa proporción en esta democracia. Y dicen los hombres, sobretodo los menos “concientizados” que son la mayoría, que se consideran ciudadanos éticamente justos y democráticos, estando tan orondamente gandiítos en esta democracia que no nos incluye, sin que les importen los paradigmas de justicia, de igualdad, y de equidad, los cuales andan por ahí y se usan a veces a conveniencia.
Dicen los varones que nosotras tenemos que ganarnos los puestos en los espacios políticos. Y nosotras vamos a su circo, y votamos por ellos, y le seguimos sosteniendo su brillante ejercicio público, y ellos no entienden que ya no lo hemos ganado, y que ya es hora de compartir espacios y poderes.
Como resultado de esta casi ausente representación un Congreso aprueba un Código Penal sin tomar en cuenta los intereses de las mujeres, y en consecuencia de esta orfandad de no estar representados nuestros intereses, puede suceder que maten 150 mujeres promedio cada año, y que unos 30 hombres se suiciden, y que más de 500 niños y niñas queden huérfanas/os por esta cultura de desigualdad de oportunidades de género, y de antagonismos, de falta de hermandad e igualdad entre los sexos.
Y ahora tocaría hablar lo que han hecho y han dicho, y deben hacer hombres éticamente democráticos para que la democracia sea realmente representativa. Pero es justo para no abusar del espacio que continuemos el próximo martes.
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