Hace unos 26 años, para el año 1985, leía con detenimiento un libro de psicología de la autora Nancy Van Pelt llamado “Cómo educar hijas/os triunfadores” Alguien lo había llevado hasta la puerta de mi casa, y lo compré, lo leía con devoción.
Recuerdo un test donde se preguntaba sobre el cómo se amaba más a un niño, una niña. Tenía varias opciones y la respuesta correcta es, en su concepción, el facilitarle, proveerle, oportunidades, experiencias, que les permitiesen desarrollar capacidades: destrezas, desarrollo motor, desarrollo psicomotor, desarrollo cognitivo,…todas estas habilidades redundan en mayor autoestima, mayor autonomía, y mayor autosuficiencia.
Me impactó esa respuesta. Pues también en el test estaba la opción de decirle a un niño, a una niña,…palabras de amor, mimarle, cuidarle,…Y no era esa la respuesta como la forma más importante de mostrar amor, sino facilitarles oportunidades de desarrollo.
Desde hace mucho tiempo tengo claro que la educación debe ser lo prioritario en la familia para con los hijos e hijas, y debe ser así en el resto de la sociedad. Es el ejemplo que se debe recibir desde la familia, y desde la sociedad.
Con los años, no recuerdo donde, ni de quien…leí, o escuché, que para aprender la cooperación, la solidaridad,…debemos promover en nuestros niños y niñas, adolescentes, jóvenes,…la participación en preescolares, grupos sociales, de servicio,…como son los scouts, los cabildos infantiles, grupos de teatro, de baile, de música, ramas infantiles de clubes de servicio…etcétera. Darle ejemplos de bondad social, y ciudadana. Esa respuesta la puedo percibir ahora y la refuerzo de manera consciente, la valoro, y recomiendo de manera reiterada.
Siendo niña, viviendo en el municipio de Guayubín, provincia Monte Cristi, desde los cinco años hasta los 13 años, mi madre y la profesora Pilar Ramírez, hoy fenecida, me llevaban con ellas a lavar enfermas, enfermos, que vivían solos, solas... Yo lavaba con una poncherita y una toallita, algunas partes del cuerpo, como los pies, las piernas, manos, brazos…Ellas lavaban otras partes.
Luego siendo una adolescente leía a personas no videntes, estaba en clubes juveniles, y entré a militar en un partido político entre los 15 y los 16 años. Finalmente elegí la carrera de Trabajo Social por verla como una oportunidad de servicio y como un granito de arena para mejorar el mundo.
Desde niña veía en mi madre, el como ella socorría a personas. Por ejemplo, madres que iban con bebés pasando por el frente de nuestra casa hacia el hospital de niñas/os y que en el camino les cogía una llovizna, ella las llamaba, y les prestaba toallas, sábanas,..para que no se mojaran.
Traigo a colación este tema y estos ejemplos, porque observo en parte de dominicanas y dominicanos una significativa dependencia de las relaciones de pareja para darle sentido a sus vidas.
Dejamos que nos posean y queremos poseer con pocos límites, no cuidamos de que se nos respete nuestros espacios, nuestra dignidad, y dejamos que nos absorban, y queremos absorber a nuestras parejas. Y creemos que decir que “sí” en una relación nos da derecho a cualquier tipo de prohibiciones, de irrespetos, de controlar las amistades, afectos, gustos,…de la pareja. Convertimos las relaciones de pareja en “terreno de nadie”, “tierra arrasada”…tierra de aislamiento social y de egoísmo. Es la parte más negativa y unilateral del machismo.
Las capacidades, el afecto, la presencia, el acompañamiento,…en la niñez, en la adolescencia, ayudan a la autoestima. La autoestima, tanto en el hombre como en la mujer, ayuda, a que las personas no dependan tanto de otra persona, y puedan tolerar las frustraciones ante expectativas rotas en la pareja.
El fomentar en hembras y varones el nivel inicial desde pequeñitos, en las escuelas, en los colegios; el desarrollar programas de desarrollo social, los vínculos con servicios en la comunidad,…el acompañar a niñas, niños, adolescentes en tareas de servicio, el enseñarles y hacer que hagan quehaceres domésticos, deportes, entrenamientos, oficios, con un trato respetuoso, con supervisión,…ayuda a una mentalidad social, de ciudadanía activa, de respeto…Y esto ayuda a trascender, a amar a todas las personas y a todas las cosas, a los animales, al vecindario, al país, al planeta,…
Y trascender nos permite seguir de pie, hacer duelo,…ante una ruptura: sin perseguir, sin hostigar, sin dañar.
Tratemos pues, de acompañar más a la niñez, de invertir en la educación inicial, tener programas sociales de socialización solidaria, en las juntas de vecinas/os, en el municipio, desde distintas instancias públicas, sociales; fomentemos la bondad, el desinterés, la solidaridad, la cooperación, el altruismo… con autonomía, y sin dependencias.
Si la familia está un poco rota por el autoritarismo, por la ignorancia, por la escasez, por la desigualdad, por las adicciones,…el espacio público debe constituirse en padres, madres, y en ser fuente de protección y de oportunidades.
La violencia en las parejas, en la familia…es egoísmo, es ceguera, es no poder trascender al amor, a la comunidad, al universo…
Trascender es encontrar sentido a la vida más allá de esa parte del pastel de la vida que llamamos pareja.
Y como dice Anthony de Mello en su libro Una llamada al amor: si amamos millares de flores, y manjares…no desfalleceremos si perdemos una flor, o un plato.
Construyamos personas con más altruismo, con más afectos, con una ciudadanía activa,… desde niñas y desde niños.
La autora es Trabajadora Social, y ciudadana.