Mildred D Mata
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DIVAGACIONES
Renacimiento autoritario en el siglo XXI
Miguel Sang Ben |
Entre los historiadores de la evolución política de Occidente, se le llama al siglo XIX como “La era del liberalismo” en contraste con el XX que se denomina “La era del totalitarismo”. ¿Será que el XXI el del autoritarismo”? Me explico: el XIX se llama así porque fue cuando se definió la lucha antimonárquica y el establecimiento de la democracia liberal; mientras que el XX comenzó marcada por la pretensión del orden totalitario que significaron el nazismo-fascismo y la deriva estalinista, que luego derivó a la “guerra fría” entre el totalitarismo y la democracia, en un esquema maniqueo extremo.
Hablar de la deriva autoritaria es comprobar la deriva de la democracia hacia posturas antidemocráticas por personajes que se creen investidos de poderes sobrenaturales o carismas por encima del pluralismo natural de nuestras sociedades. El catalizador para este nuevo modelo de asalto al poder de los extremismos anti-democráticos es el ascenso de Donald Trump, pero que en la actualidad es representado por el fenómeno de Hugo Chávez y su heredero, Nicolás Maduro. Es decir, el asalto autoritario proviene tanto del extremismo de izquierda como de derecha.
Estos pensamientos los desarrollan Gary Kasparov y Thor Halvorssen en un artículo en El País, que pueden encontrar en el siguiente enlace: http://internacional.elpais.com/internacional/2017/02/24/america/1487951513_265698.html
La realidad, según estos autores, es que “En la actualidad, el negocio del autoritarismo está en auge. Según la investigación de Human Rights Foundation, los ciudadanos de 94 países sufren bajo regímenes no democráticos, lo que significa que 3,97 mil millones de personas están actualmente controladas por tiranos, monarcas absolutos, juntas militares o regímenes autoritarios competitivos. Esto es el 53 por ciento de la población mundial. Estadísticamente, entonces, el autoritarismo es uno de los mayores —si no el mayor— desafío que enfrenta la humanidad.”
La otra cara de esta realidad, es que “las estadísticas de las principales crisis del mundo (señalan que) cerca de 836 millones viven bajo pobreza extrema y 783 millones carecen de agua potable. La guerra y el conflicto han desplazado a 65 millones de sus hogares. Entre 1994 y 2013 un promedio anual de 218 millones de personas se vio afectada por desastres naturales.” Estos datos están concentrados en regímenes autoritarios.
En otras palabras, el pecado capital del autoritarismo es la falta de equilibrio social y, en consecuencia, las malas decisiones del poder concentrado se incrementan hasta producir el retroceso de los ideales de la sociedad humana: bienestar para todos. Así vemos que por razones diversas cómo se observan que el “laissez faire” permite que las fuerzas depredadoras acaben con el planeta antes de garantizar la sostenibilidad.
Ya comenzamos a prever el daño de la deriva autoritaria de Trump a la mayor economía y democracia del mundo, cuando postula la negación del cambio climático y la promoción de una apertura de la explotación libre, sin restricciones regulatorias a la explotación racional de los recursos naturales.
El mayor peligro es excusarnos porque es la “tendencia” mundial”. Lo cierto es que representa la reacción de los que creen que “su” idea del orden social mundial es el de sus ideologías que imitan un paraíso o un infierno modelado a partir de sus particulares comprensiones de la naturaleza humana: el fondo de mesianismo autoritario.
Posiblemente, la deriva del autoritarismo en Dominicana es más estructural, ya que el ejercicio del poder ha sido de corte autoritario disfrazado de un ejercicio democrático, ya que la ingeniería social-institucional ha dejado el Poder Judicial sujeto al autoritarismo. Pero ese es un capítulo a tratarse otro día.