POR SUSI POLA
SANTIAGO.- De estas dos mujeres sólo conozco lo que la prensa cuenta, informaciones en grandes titulares de los últimos días que muestran cómo las inequidades son de práctica cotidiana en el sistema social y político de nuestro país, haciendo más difícil la vida, sobre todo cuando se cruza el género con la clase.
La ex banquera Vivian Lubrano, de 61 años de edad, fue condenada definitivamente a cinco años de prisión, al pago de un millón quinientos mil pesos como sanción civil y a cumplir la pena en la cárcel de Najayo, por la Tercera Sala Penal de la Corte de Apelación del Distrito Nacional. Este tribunal consideró su participación en el robo multimillonario por el conocimiento que ella tenía de las operaciones irregulares sucedidas en Baninter, por sustraer dinero de cuentas sobregiradas e incurrir en el abuso de confianza.
La señora Lubrano, sin embargo, después de haberse paseado en ambulancias muy bien equipadas y en un par de ocasiones, del tribunal de la pena a la cárcel de Najayo, se mantiene interna en una clínica privada y costosa por problemas de salud diagnosticados como, "trastorno de pánico sin agorafobia, con despersonalización de realización de origen ansioso", una condición que se sospecha "epidemia" por los lados de la Victoria, Najayo, Rafey y el resto de las cárceles dominicanas, pero que ningún galeno ha investigado aún.
Sorángel Collado, una joven madre de escasos recursos, de 22 años, fue enviada a la cárcel Modelo de Najayo por tres meses, como medida de prevención, porque la Fiscalía del Distrito encontró indicios de culpa y creen que ella mató a su hijita de 6 meses tirándola al río, en un hecho confuso que ella misma explica de manera diferente, diciendo que fue atracada y uno de los ladrones, molesto por el llanto de la niña, fue quien la lanzó por el puente.
Entrevistas realizadas en el vecindario de la joven madre publicadas en la prensa, que indican incredulidad y consternación, refieren a Sorángel como una persona que "se veía muy contenta con su niña, a la que quería mucho", encontrándose "muy rara la información, porque la misma mañana de la tragedia, ella estaba sentada en el patio, jugando con su niña", y hasta explican que "es una muchacha que se ve muy tranquila, sin malicia, que siempre andaba acompañada con su niña y otra más grandecita que tiene".
En el balance de estos dos casos habrá que resaltar la carga mítica del poder que tiene la clase social, la cantidad robada, la capacidad de relacionarse desde las altas esferas, la auto mordaza de quienes administran la ley por estar amarrados/as a los esterotipos, por nombrar algunos elementos socio culturales de presión que determinan que cuando la variable del género se cruza con la de la clase, profundiza la inequidad. Nadie negará que, con la mujer que delinque, la justicia es más rápida, segura y certera que con los hombres que lo hacen, a los que les otorga una mayor condescendencia, muchas veces rayando en la impunidad, demostrando que el garantismo también es masculino.
El caso de Sorángel, tiene méritos suficientes para sospecharse en ella "trastornos de pánico, con o sin agorafobia, con despersonalización de realización de origen ansioso", tanto si es culpable como si es inocente. Méritos fundamentados en la confusión mental que describe la misma justicia, en los testimonios del entorno que la refieren como una buena madre, en el silencio frente a terceras personas –no habló nada con la prensa- y en lo cuesta arriba que es creer que una mujer en salud mental, mate fríamente a su propia hija de seis meses. Sin embargo, para la joven madre no hubo miramientos, ni ambulancias, ni opiniones médicas de rimbombancia. Se le aplicó la medida de coerción que la mandó a la prisión, como si una madre pobre, con otra hija de 8 años que criar, se puede escapar a lugar alguno. No hubo piedad y sí apego a los mitos de la maternidad. Sorángel, a diferencia de Vivian, nunca tuvo acceso al glamour que dan los millones.
Pobre Sorángel, mujer, mujer joven, mujer pobre, mujer madre. Mujer sin derecho al pánico!
susipola@gmail.com
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