Dicen que las dificultades en la identidad dominicana en cuanto a la vida en democracia, para la participación y para la vida en equipo, vienen desde los años 1492 hasta 1865, años cuando fuimos colonia española, y allá se decidía todo. Y también cuando fuimos colonia haitiana, desde el año 1822 hasta el 1844, período en que éramos dependientes en las decisiones que nos dirigían.
Son un total de 373 años con pocas posibilidades de ser asertivos, autoafirmados en la comunicación, en el relacionamiento interpersonal y en la estabilidad institucional que obligan a la racionalidad, a la disciplina y a socializar criterios en grupo.
Luego fuimos obstruidos en nuestro desarrollo comunicativo y en nuestra interioridad con autonomía, y con un espíritu de disciplina autoimpuesta, por dos ocupaciones norteamericanas, 1916-1924, y en abril del 1965.
La dependencia, la imposibilidad de decidir, de hablar, de ser tomados en cuenta, no desarrolla personalidades empoderadas, y seguras, que puedan ser contrariadas, sin que se vean afectadas en su estabilidad y autoestima.
Los resultados han sido la rigidez, la poca transparencia, la cosificación de las personas, el caudillismo, dictaduras…que fueron coronadas por la de Rafael Leonidas Trujillo desde 1930 hasta 1961.
A partir de Trujillo, se nota en nuestro país, cierto misterio y confusión, sobre los valores que deben constituir las relaciones y el liderazgo deseable en materia de democracia y de consistencia, como cualidades que dan fortaleza a la personalidad.
Recuerdo que cuando el Presidente Antonio Guzmán fue presidente de la República Dominicana para el período 1974-1978, éste, en algunas ocasiones tomaba una decisión, y luego la modificaba. Y se comentaba que si eso era correcto. Y luego eso ha seguido ocurriendo con otros presidentes, y ya no llama la atención como algo desconcertante. Parece que nos vamos flexibilizando.
En el caso chileno, decíamos anteriormente, en otro artículo, que ha habido un dinamismo inusitado de diálogos, propuestas y contrapropuestas, entre el Movimiento Estudiantil y aliados, y el liderazgo político, y el Estado, en todas sus vertientes.
En República Dominicana, en estos días, en diferentes grupos virtuales y espacios presenciales, se ha hablado acerca de la percepción que se tenía de que al interior del partido en el poder se conversara con un miembro de ese partido cuyas actitudes se percibían perjudicaban a ese colectivo de frente al país, por razones diversas: por una solución un poco solitaria de contrariar al propio gobierno de que debemos pagar servicios en medio de una litis, y conflictos con medios de comunicación.
Igual hecho pasó con un compañero de una organización de la sociedad civil que tuvo dificultades con decisiones incorrectas desde los principios y valores de esa organización. Percibí también, dificultad de abordar las relaciones con una comunicación asertiva, y con bregar con las consecuencias.
Traigo estos temas a colación, como ejemplos de algo que se ha comentado con frecuencia durante décadas en las que he vivido, más o menos activa, y dándole seguimiento en la política partidaria y en Movimientos Sociales.
Se trata de que en República Dominicana entendemos la amistad, la camaradería, y la consideración como no abordar a compañeras/os cuando hay dificultades: tememos contrariar, o analizar hechos dolorosos, que implican tensiones, críticas, autocríticas y rectificaciones.
¡Gente!, ¡pueblo!, ¡amistades!, ¡compañeras/os!:… aprendamos a hablar en las dificultades cuando necesitamos enderezar rumbos. El temor a hablar, “la canchanchanería”, el dejar sola a la persona por no pasar momentos tensos, es superficialidad, es falta de entereza, es falta de amistad y es falta de un espíritu que priorice el bien el común, y la misma integridad de nosotras las personas cuando necesitamos mejorar.
En el liderazgo político y social dominicano necesitamos aprender a hablar, contrariarnos, distanciarnos, si es que así sucede, por el bien personal, por el bien de nuestras instituciones, y para dejar atrás esta cultura de mudos, y de relaciones cómodas, e inauténticas. Leyes como la 200-05 de Acceso a la Información Pública, nos están obligando a la transparencia, y a la humildad, a admitir que nos equivocamos, que se nos cuestione, y a rectificar.
También por ahí viene la creación y el remozamiento de tres organismos de Altas Cortes (el Tribunal Constitucional, el Tribunal Superior Electoral y la Suprema Corte de Justicia). Instancias a las que la sociedad podrá acceder para cuestionar y buscar la idoneidad de nosotros como República Dominicana. Estos son organismos que nos exigirán mucho más tolerancia, mucho más humildad, mucho más asertividad, y mucho más autoafirmación comunicativa democrática.
¡Pongámonos hablar, a escuchar y a rectificar! Que un futuro mejor nos pertenezca.
La autora es Trabajadora Social y ciudadana.
http://elmunicipio.com.do/contentsreflex.aspx?key=465
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