Cincuenta y tres años después


A mitad de la tierra brota
en un largo caminar
en el retorno
más allá del final
una pregunta: ¿qué queda?

no han podido con las respuestas, las bifurcaciones,
los miles de actos contradictorios
¿Qué queda?:
los eternos destinos de aprender,
y el sufrir los desatinos:
eso queda.

¿Qué ha quedado?, ¿qué quedará?
naufragios
vergüenza
fuerza
el material de arcilla, que hemos sido, que somos;
a veces,
material de férreas manos
gente asfixiada, llena de miedo,
adherida.

Hemos sido, a veces,
buscadores de parsimonia, de exactitud, de método,
y a veces: almas blandas,
aprendices de amor, hacedores de símbolos
de resplandores...
Todos, todas;
a veces,
dulcemente buscando,
haciendo...:
miradas de ternura.

Porque

ha sido tanto el fango
tantas las sacudidas y los embelesos;
que ahora,
en la mitad de la tierra,
en lo profundo,
está la quietud,
la pausa,
el respirar hondo,
una siembra,
aunque sea entre llanto y llanto,
siembras en las tierras de amarillo, de negro, de nieve,
no obstante, cedepant, h
owever, nevertheless.

los humanos
no dejan de tocar, soplar, estrenar,
ensortijadas caricias

cada migaja de ser,
una mano
una que apriete cualquier frente,
una que apriete también,
con dulzura, with honey, avec douceur,
cualquier mirada



Mildred D Mata
20.07.08
Santiago, República Dominicana.

1 comentario:

  1. Mildred D.

    ¡Qué bello poema! ¡Qué bien condensas en palabras simples, pero hondamente sentidas, profundamente significativas, todo el balance de la vida de una mujer madura!

    Madurar, esto es, crecer a tiempo, con el tiempo, conservando todas las potencias del desarrollo interior, saber mirar las cosas desde la perspectiva y la distancia que da la experiencia vital. Me ha gustado mucho, felicitaciones, es un bellísimo poema.

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