Célula de la corrupción: Ramón Tejada Holguín

Muchos se quejan de cómo la degradación clientelar arropa la política dominicana. La queja parece generalizada. Hay quienes justifican la acción clientelar de manera baladí: "es que la mayoría de la gente es clientelista y por lo tanto no hay forma de que un político gane una elección o se convierta en un dirigente partidario sin ceder a la tentación clientelar", dicen. Hay quienes sostienen que el clientelismo es ubicuo: está en todas partes, por lo que combatirlo es casi imposible. Tanto poder se le da al clientelismo que uno termina frustrado, haciendo girar el globo terráqueo y pensando: ¿A qué país allende América Latina debe uno ir a vivir para escapar del clientelismo?

¿Por qué el clientelismo tiene tanta fuerza en naciones como la nuestra, pobres, de escaso desarrollo institucional y con políticas sociales deficientes y asistenciales? Para responder esa pregunta, primero debo decir qué entiendo por clientelismo. En palabras sencillas: es el intercambio de apoyo político por favores.

El político da favores (que pueden ser en dinero, en especies, o en respaldo para acceder a bienes y servicios públicos) y recibe a cambio el apoyo de las personas que ha favorecido. ¿Hay solución? Sí, evitemos que los políticos tengan la discrecionalidad de entregar los
recursos públicos para hacer clientelismo. ¿Cómo? Luchando por más transparencia, enfrentando ideas como las que justifican que senadores y diputados tengan una cartera dedicadas a "ayudar" a sus comunidades, ya que eso es clientelismo en su forma más burda. Pelear porque exista una ley de carrera civil y administrativa que impida que los funcionarios y funcionarias nombren a sus claques en el estado. El clientelismo es pues un fenómeno político-institucion al que debe ser combatido con acciones político-institucionales.

Pero, esa es sólo una arista del problema. Hay otra: la ciudadanía. ¿Qué hacer con tantas personas que los deficientes servicios de educación y salud, no les han permitido desarrollar sus capacidades por lo que no pueden conseguir trabajos estables y bien remunerados? ¿Qué hacer con sectores que logran ascender, estudiar,
prepararse pero la rigidez del mercado de trabajo les impide conseguir un buen empleo? La política partidaria en el país es una fuente de empleo, en la que ideologías y valores no valen, sólo la reproducción material inmediata. Peliagudo y complejo el asunto.

Porque el clientelismo tiene una base social y material, que debe ser atacada y no con palabras, sino con hechos.

¿Cómo? Peleando por una política social universal: que ninguna persona crea que para poder recibir un buen servicio público, o beneficiarse de programas sociales específicos, debe andar lamiéndole a un político esa parte en la cual la espalda pierde su nombre.

Además de político, institucional, social y material el clientelismo se relaciona a los valores. Se confunde lealtad y fidelidad con clientelismo. Emplear un familiar incapaz en un organización pública, sea estatal o civil, es clientelismo y no lealtad. Y las ayuda a primos, hijos, hermanos, y demás familiares es lo más generalizado en todas las esferas de la sociedad. Ahí nadie escapa. Para unos ayudar a quien les apoya es lealtad y apoyar a quien les ayuda es fidelidad, pero las ayudas la sacan de nuestros bolsillos. El clientelismo es la célula del comportamiento corrupto.

Es claro que las acciones propuestas aquí no son exhaustivas, porque el espacio no lo permite, son sólo indicativas. El mensaje es que un fenómeno multidimencional debe ser atacado de manera multidimensional.

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