Carta a Mamá. A Ana Dionocia Ben de Sang. Por Mukien Sang Ben

Tía Mukien Adriana Sang Ben escribe a su madre, Ana Ben de Sang. Acá coloco este hermoso escrito. De Doña Ana pude disfrutar y aprender pues vivimos juntas durante unos diez años, en su casa, en Santiago (1985-1995. Disfruten!!!

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ENCUENTROS

Por Mukien Adriana Sang Ben

CARTA A MAMA



Impregnada llevo en mi memoria

la nostalgia permanente de tu mirada.

Es ahora, adulta,

cuando extraño

más que nunca

tu ternura.

Añoro

mi miedo terrible a tu cólera.

Tus gestos y muecas

que objetaban

o aprobaban sin palabras.

Recuerdo

cuando,

a mi lado,

comunicabas

inquietudes y problemas.

Era entonces

inmensamente feliz

al sentirte

madre-amiga

y  no

madre-juez implacable.

Recuerdo como ahogabas

penas y desilusiones

pedaleando sin cesar

tu vieja máquina singer.

Remendando,

cosiendo no se qué.

He querido ofrendarte,

mamá,

estas simples

-muy mías-

palabras de amor.

No sé,

si son tardías mis palabras,

quizás pronunciadas

un poco antes,

nos hubiésemos ahorrado

algunas lágrimas.

Mu-Kien, 1983.



Mi siempre querida y adorada mamá:

Decidí escribirte después de las fiestas de celebración de tu día, convertida por esta sociedad de mercado, en una vulgar mercancía.  Es increíble, mamá, ver cómo la ley de la oferta y demanda ha llegado tan lejos que ha mercantilizado los sentimientos, incluso el más bello y noble, como es el que los hijos sentimos hacia las mujeres que nos regalaron la vida.

Han transcurrido 13 largos años de tu súbita partida.  Desde que te fuiste, la vida tuvo que seguir su agitado curso. A pesar del dolor que nos dejó tu ausencia, tus nueve extensiones de vida, tuvimos que levantarnos, como lo hiciste tú cuando algún suceso te golpeaba. Seguimos caminando por los senderos de nuestras vidas, llevando el peso de las ausencias tuya y de papá. Tus nietos han crecido y algunos ya han procreado sus propios hijos.  Muchos ya son adultos y comienzan a construir sus vidas.  Tus hijos, para emularlos a  ustedes, a ti  y a papá, decidimos  continuar con la obra de la unidad.  A pesar de lo numerosa que se ha convertido tu descendencia (¿sabes que somos más de 50?), intentamos sembrar en ellos el sentido de pertenencia al universo familiar, como forma de forjar sus identidades sobre la base de valores tan importantes como preciados: la comprensión de la diversidad y la presencia incondicional en el dolor y la alegría.

Tus hijas, las cinco mujeres que cubriste con tus alas protectoras, compartimos nuestras preocupaciones y nos apoyamos, a pesar de nuestras diferencias temperamentales.  A veces nos preguntamos ¿Qué habría hecho mamá en esta situación?  Confieso que en mis  momentos de mayores dificultades, te llamo con mi corazón acongojado y te pregunto insistentemente. ¿Mamá que hago? ¿Qué puedo hacer? ¿Qué me aconsejarías?  Y, después de atormentarme con las preguntas que te formulo, encuentro la paz en el camino.

Tus nueve hijos viven y vivirán eternamente agradecidos por tus desvelos, por tu sabiduría de mujer pueblo, sabia por naturaleza y no por instrucción , por tus abrazos, tus atenciones, por tu capacidad de cada uno se sintió especial e importante en tu vida,  por tu silencio cómplice, por tu ejemplo de trabajo incansable, por tus consejos atinados y hasta por tus errores.  Te sabíamos con orgullo que eras humana, producto de una sociedad que te excluía, y que sin embargo, gracias a que luchaste por romper el círculo vicioso de la exclusión, rompiste los moldes de una sociedad conservadoramente tirana.

Mucho ha cambiado la sociedad que dejaste.  Ya nuestro Santiago natal no es tan pueblerino. Poco a poco va configurándose en una pequeña urbe.  Los santiagueros, sin embargo, todavía conservan el orgullo ancestral de pertenecer a la ciudad más importante del Cibao y se enorgullecen (nos enorgullecemos) de formar parte de una región que ha crecido para contrarrestar el peso de la capital.

Mucho he cambiado yo.  Cuando te fuiste, aunque ya me había abierto  camino como historiadora,  ensayista y maestra; ya hoy con más de medio siglo vivido, sigo en el mismo trayecto, pero sin la aprehensión ni la presión de antes.  He comprendido que el verdadero motor de las cosas se sustenta en el amor,  la pasión y el trabajo constante.  Amar lo que deseamos ser y hacer, solo puede lograrse con la constancia y la pasión que le pongamos a las cosas.  He aprendido, a fuerza de desventuras, tropiezos y reflexiones, que la vida es una oportunidad y un regalo y que el secreto está en el  equilibrio: la familia, (nuclear y ampliada), la amistad sincera, el trabajo y el disfrute de las pequeñas cosas.

Te cuento que sigo amando la poesía.  Todavía recuerdo el momento difícil que pasé contigo, cuando descubriste mi vieja mascota con poemas de adolescente enamorada.  Lo encontraste, me preguntaste y te respondí con mentiras piadosas, porque no podía soportar que supieras que buscaba con ansias la materialización del amor.  Me preguntaste sobre los libros que leía. Solo te enseñé los de poesía.  Te mostré los libros pequeños de la Editorial Lozada que había publicado las obras de Neruda. Me preguntaste sobre los otros y te respondí con el silencio.  No tenía la fuerza para decirte que leía libros que incentivaban mi deseo de luchar por una sociedad mejor.  Hoy recuerdo con nostalgia ese episodio dramático de nuestra relación.

Mi vida adulta a tu lado fue maravillosa.  Te disfruté, al igual que todos tus hijos, como compañera de aventuras.  Al faltar papá, tu amor eterno, llenaste tus días con los nuestros.  Eras asiduas a nuestras fiestas. Nuestros amigos fueron tuyos, y hasta nos sorprendiste con tu sentido de libertad, de amplitud de pensamiento y tu tolerancia amorosa a la diversidad.

Gracias de nuevo mamá. No me alcanzarán los días de mi existencia para agradecerte todo y cuanto hiciste por nosotros, tus hijos, nietos, yernos y nueras.  De nueve hijos tuviste 17, porque nuestros compañeros de vida, se sintieron bendecidos con tu bondad y con tu amor. Los nietos que no te conocieron físicamente, te conocen bien porque nos hemos encargado de hacerlo.  Todos te disfrutamos y todavía añoramos tu risa, tus llamadas, tu frase permanente de "Hola Amore". 

Así quería celebrar tu día.  En la declaración de verdadero amor, sin regalos caros ni baratos, sin la premura del mercado. Me hacía daño convertir en vulgar mercancía un amor tan puro, sincero y eterno.



mu-kiensang@hotmail.com