Agenda binacional entre Haití y República Dominicana: Wilfredo Lozano

PUBLICADO EN LA SECCION FIRMAS DE CLAVE DIGITAL EL DIA jueves, 04 de octubre de 2007

LOS TRABAJOS Y LOS DIAS

La agenda domínico-haitiana


Wilfredo Lozano - Sociólogo, politólogo e investigador social.

Cuatro temas centrales constituyen hoy día los ejes de la agenda que República Dominicana debe asumir en sus relaciones bilaterales con Haití, mismos que tienen un aspecto común: los dos países no pueden evadirlos pues directamente los involucra. Estos temas son: el comercio insular en sus variantes formales e informales, el medioambiente, la seguridad insular de cara a la dinámica regional en que se inscribe y las migraciones.

Cada vez es mayor la conciencia de los empresariados dominicanos y haitianos de estrechar sus vínculos. Del lado dominicano es claro que, en el marco de los esfuerzos por el libre comercio, Haití representa una fuente segura de expansión de su mercado, del lado del empresariado haitiano República Dominicana constituye un espacio seguro de inversión que a la larga se revertirán sobre Haití. Contra esto conspira el contrabando, la inseguridad fronteriza y el clima de incertidumbre y dificultades para los intercambios comerciales.

El tema ambiental es el que mayor atención ha recibido. Podría decirse que lo poco o lo mucho que se ha hecho en este ámbito se debe al sistemático apoyo de la cooperación internacional.

En este terreno ha habido incluso continuidad de las políticas de estado. Las mismas se han apoyado en la vinculación de las poblaciones fronterizas en esquemas estratégicos de desarrollo sostenibles. Hoy se requiere una mayor presencia de ambos estados en el manejo de esta agenda y una visión más amplia que vincule las políticas a esfuerzos de desarrollo sostenibles de alcance nacional, insular y regional.

Un tema difícil es el de la seguridad insular en la frontera. En una mirada estrecha esta agenda la define esencialmente la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo y el contrabando de armas, pero en una mirada más inclusiva esta agenda debe involucrar la seguridad sanitaria, ambiental y migratoria.

En este caso también el manejo de la agenda no puede asumirse simplemente en un esfuerzo nacional e incluso insular, se requiere un esfuerzo regional que obligará a definir una política hacia el resto del Caribe y desde allí replantear los apoyos de los Estados Unidos.

La clave de esta agenda tiene que ver con el hecho de que hay una clara asimetría en su manejo: mientras para los Estados Unidos lo que resulta relevante es el tema del narcotráfico, el terrorismo y el contrabando de armas, para sus aliados caribeños el asunto relevante es el de las deportaciones de sus emigrados residentes en los Estados Unidos hacia sus países de origen, la movilidad de sus emigrantes hacia los Estados Unidos y el problema del medioambiente para cuyo manejo no cuentan con recursos. Todo esto obliga, pues, a la inserción de los estados dominicano y haitiano en un esquema integracionista de alcance caribeño, más allá del actual énfasis económico.

Finalmente está el asunto inmigratorio de trabajadores y trabajadoras haitianos hacia República Dominicana. Esto debe verse con realismo y responsabilidad.

En ambos lados debe crearse la institucionalidad migratoria que permita combatir con éxito su carácter ilegal, tanto en el sentido del control del ingreso irregular y freno hacia el lado este de la isla, como en el sentido de una rigurosa política del lado haitiano, a fin poner orden en el desplazamiento de sus nacionales. A todo esto se añade la necesidad de tomar en serio el tema de los derechos humanos.

En el manejo de la agenda descrita no se avanzará mucho si ambos estados y la comunidad internacional no ayudan a establecer y hacer cumplir reglas del juego claras, si en Haití no se avanza en la mejora del nivel de vida de sus pobladores y se fortalece el estado democrático, si en República Dominicana no se fortalece la institucionalidad del estado que permita la continuidad de las políticas más allá de los cambios de gobierno y en ambos estados si sus élites dirigentes no aprenden a sostener las condiciones mínimas de la confianza mutua, base de todo diálogo razonable, realista y productivo.

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