Mildred Dolores Mata
Estoy leyendo juntos, los libros "Pelando la cebolla (en alemán, Beim Häuten der Zwiebel)" y El Tambón de hojalata (Die blechtrommel) de Günter Grass. La lectura del primero me llevó a leer con devoción el segundo. Y todo porque he venido leyendo la polémica en torno a su confesión de que a los diescisiete años fue parte de un grupo élite militar de represión del fascismo comandado por Hitler en Alemania, conocido como las SS.
Los comentarios que he leído en la internet sobre El tambor de hojalata animan más mi curiosidad junto a la lectura. Para mí la novela es aún un enigma.
Cuando Günter Grass nace en el año 1927, nace en la ciudad de Danzig, ciudad que en ese momento era zona libre, ha sido Alemana, Rusa, Polaca...Determinar esto es ya investigar. Entender la novela nos obliga a entender las dos guerras mundiales y lo que Danzig significa para recrear la personalidad, las inquietudes de Günter Grass. En El tambor de hojalata la madre del protagonista, Óscar Matzerath, tiene un marido alemán, Alfredo Matzerath (página 43) (fascista) y un "querido" polaco, Jan Bronski; intuyo cierto paralelismo simbólico en la situación de Danzig, ciudad de identidad confusa (una vez parte de Prusia, alemana, polaca...) y la dualidad en la vida del protagonista de la novela, con un supuesto tío polaco (Jan Bonski, el amante de su madre) y su padre legal-social, el señor Matzerath, como siempre le llama el pequeño Óscar.
La novela es intrigante desde el comienzo hasta el final. La he ído leyendo en saltos. Pero luego la retomo ordenadamente.
Se inicia con la permanencia del protagonista, Óscar Matzerath, en un hospital de salud mental. Está recluído porque se le acusa de un crimen, y se le endilga a una posible situación de insanidad mental. El porqué está en ese centro de salud mental sólo se descubre al final. Después de permanecer dos años preso-interno se descubre que él no fue quien mató a la mujer asesinada, y de cuyo crimen se le acusaba. Ya tiene 30 años. La novela me deja con la misma intriga sobre lo que seguirá pasando en la vida en la vida de este señor. ¿Se acogerá a un estadio evasivo de medio locura, o se integrará a la sociedad de manera funcional?
Cada subdivisión de la novela es un retrato de distintos aspectos de la vida social alemana de la post guerra de la Segunda Guerra Mundial. Elige como narrador a un Oscar Matzerath, medio loco, burlón, mordaz, que se coloca fuera de la sociedad, pues como un rebelde se niega a crecer físicamente desde los tres años, pero mental e intelectualmente, es un agudo observador, inteligentísimo, que se hace pasar por tarado, raro, y que se va imponiendo en su negación a la sociedad alemana, y lo que su mundo propone.
Mucha gente está retomando la lectura de Günter Grass a propósito de la polémica, es éste mi caso. Luego les iré dando a conocer otras impresiones sobre la novela. Los comentarios que he leído en algunos blogs se quedan en la narración de las primeras cientos de páginas. Pero la novela es larga. Y obliga a investigar si queremos desmenuzarla.
La polémica y la ética
Aparte de la lectura que estoy haciendo del Tambor de Hojalata, sigo la polémica sobre si le resta a su sinceridad y autenticidad el que él no hubiese revelado hasta sus ochenta años que era parte de la juventud hitleriana. Por suerte para él duró menos de un año en ese cuerpo militar, y fue arrestado por el ejército de Estados Unidos. Suerte porque el haber recibido esos entrenamientos, el haber estado adentro de ese mundo, la fuerza interna y los dilemas que esto le planteó y le plantea, le hace un narrador testigo de carne y hueso visceral.
¿Hipócrita? ¿Qué dice su vida? En su militancia antinazista, su adhesión a la democracia socialista, su militancia de vanguardia en pro del bienestar de las mejores causas que buscan el bienestar social y la libertad en el planeta, su militancia en desnudar el fascismo en sus escrituras es la respuesta, su vida misma.
Es querible, respetable, amable, venerable...Su posible condena por su tanta vergüenza y falta de valor para revelar sus acciones a los diescisiete años, evidencia más amargura, fundamentalismo, autoritarismo y crueldad de quien lo hace. Una alma orimida desde los 17 años, que libera esa opresión a los ochenta es un alma que sólo merece dulzura y relajamiento.
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