Frederick Douglass, líder abolicionista y libertario de Estados Unidos

Vida y aportes de Frederick Douglass, líder abolicionista de Estados Unidos de la esclavitud, del racismo, y del apoyo de luchas libertarias diversas. Trabajo del doctor Salvador Capote
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Frederick Douglas

Los derechos no tienen sexo, la verdad no tiene color


Salvador Capote

Mientras México, Colombia, Bolivia, Chile, Venezuela y otras repúblicas de América Latina reconocían la beligerancia de Cuba al estallar la Guerra de los Diez Años, Estados Unidos mantenía una actitud pasiva y a menudo hostil a la insurgencia. La primera voz que se alzó en el país norteamericano para apoyar la independencia de Cuba fue la de un prestigioso dirigente negro, Frederick Douglass quien, portador de lo más avanzado del pensamiento y de los valores éticos del pueblo de Estados Unidos, expresó:

“El primer destello de la espada de la libertad y de la independencia en Cuba reafirmó mi simpatía por la causa revolucionaria, y considero que nuestro gobierno debe apresurarse a reconocer a los insurgentes el derecho a la beligerancia.”

Frederick Douglass (1818 – 1895) había nacido con la condición de esclavo en el poblado de Easton, Maryland. Sería muy largo el relato de los castigos corporales que sufrió, las humillaciones, la separación de su madre y de sus hermanos y, en fin, de los horrores de la esclavitud, comunes a todas las víctimas de ese sistema. Me limitaré a comentar, por tanto, sólo los aspectos que me parecen más trascendentes de su vida.

Una ley vigente en aquella época prohibía que los esclavos aprendiesen a leer y a escribir. No obstante, Frederick se las arregló para apoderarse del alfabeto, letra por letra, hasta que, cuando ya pudo leer, leía a escondidas cuanto periódico o libro caía en sus manos.

En 1833, cuando Frederick tenía 15 años de edad, como era rebelde y difícil de controlar, fue enviado a trabajar en el campo con un individuo llamado Covey, que tenía fama de saber domar a los esclavos. Cuando Covey trató de amarrarlo a un poste para azotarlo, Frederick decidió pelear y él y Covey se dieron golpes durante más de una hora hasta que este último se dio por vencido. Covey, que podía, según la ley, matar a Frederick por rebeldía, no sólo no lo hizo sino que no volvió a intentar el azotarlo. Covey tenía una reputación que cuidar de la cual vivía y no podía permitir que se supiese que no había sido capaz de controlar a un muchacho. Frederick aprendió su primera gran lección: “el esclavo que más azotan es el que se deja azotar.”

En septiembre de 1838, a los 20 años de edad, disfrazado de marinero y con un documento falso que lo acreditaba como miembro de la tripulación de un barco, escapó de sus amos y logró llegar, primero a Filadelfia y luego a Nueva York. Frederick no estaba todavía exento de peligros pues los esclavistas del Sur estaban autorizados a perseguir y capturar a sus esclavos en el Norte y eran numerosos los aventureros dedicados a este trabajo en busca de recompensa. Frederick logró ponerse en contacto con miembros del “Tren Subterráneo” (“Underground Railroad”), una red abolicionista que albergaba y trasladaba a lugares seguros en el Norte a los esclavos fugados. Frederick fue trasladado a New Bedford, en Massachusetts. Fue allí donde cambió su verdadero apellido, Bailey, por el de Douglass, para ocultar su identidad y dificultar su captura.

En New Bedford, Frederick Douglass se vinculó a la Sociedad Antiesclavista Americana, dirigida por William Lloyd Garrison, que editaba un periódico con el nombre “Liberator”. La sociedad estaba compuesta por abolicionistas blancos que abogaban por la libertad de los esclavos pero con una actitud compasiva, paternalista.

Por aquellos días se cometió la infamia de forzar a los negros libertos a trasladarse a las costas occidentales de Africa. Para ello, la “American Colonization Society”, con el apoyo del gobierno de Estados Unidos, estableció en 1821 la colonia de Liberia. En 1847 ésta se convirtió en república “independiente” pero los afroamericanos trasladados a ella nunca lograron integrarse socialmente con la población africana. Douglass y otros abolicionistas negros se opusieron al llamado “regreso” al Africa puesto que los negros liabertos no podían “regresar” a un lugar donde nunca habían estado y, en muchos casos, tampoco los ancestros de varias generaciones. Estados Unidos –afirmaba Douglass- es el verdadero hogar de los americanos negros.



Douglass se fue convirtiendo poco a poco en un hombre culto y en extraordinario orador. Bajo la influencia de Garrison, durante diez años recorrió los estados del Norte aferrado a una tesis pacifista. Creía que la esclavitud se podía eliminar mediante la persuasión moral y la educación. Se oponía a los métodos violentos y a los levantamientos de esclavos.

En 1845 publicó su autobiografía, una denuncia formidable de la esclavitud. Sin embargo, la difusión de esta obra puso en peligro su libertad pues con ella resultaba fácil para su amo localizarlo. Por este motivo, Douglass huyó a Inglaterra donde estaría a salvo y, además, podría ganar el apoyo de los ingleses al movimiento antiesclavista en Estados Unidos.

Durante dos años, Douglass viajó por las islas británicas pronunciando discursos y conferencias. En Irlanda, se entrevistó con Daniel O”Connell, el líder independentista que luchaba por liberar a Irlanda del dominio inglés. A partir de ese momento, abrazó la causa de los patriotas irlandeses.

En 1846, Douglass era ya un personaje respetado y querido en Inglaterra, pero decidió que era hora de regresar a su patria. Como en Estados Unidos podía ser apresado como esclavo fugitivo, sus amigos irlandeses decidieron comprar su libertad. Enviaron al antiguo dueño la cantidad requerida, $710.96 y recibieron el documento que acreditaba a Douglass como un hombre libre. Douglass en un principio se opuso a la compra por considerarla un reconocimiento del supuesto derecho del amo a poseer un esclavo, pero comprendió que con su carta de libertad iba a poder recorrer libremente todo el norte del país ganando voluntades para la causa abolicionista.

En su “Adiós al pueblo británico” de marzo 30 de 1847, Douglass escribió:

“Yo no regreso a América para sentarme a descansar, para permanecer tranquilo y disfrutar del reposo y la comodidad […]. Me voy, volviendo la espalda a la vida holgada y al respeto que podría disfrutar aquí. Regreso por amor a mis hermanos. Voy para sufrir con ellos, para trabajar duro junto a ellos, para soportar con ellos los insultos, para arrostrar con ellos los ultrajes, para levantar mi voz en su defensa, para reivindicarlos con mi palabra y mis escritos, y para luchar en sus filas por la emancipación que aún no hemos alcanzado.”

A su regreso a Estados Unidos, Douglass se estableció en Rochester, New York, y el 3 de diciembre de 1847 comenzó a publicar un semanario de cuatro páginas con el nombre “North Star”, la “Estrella del Norte”, porque los esclavos que se fugaban del Sur, se escondían por el día y viajaban de noche guiándose por la estrella Polar. El comienzo del semanario fue difícil pues los ciudadanos de la localidad no querían “un periódico de negros” editado por un negro, y el New York Herald incitaba a los ciudadanos de Rochester a que arrojasen las prensas en el lago Ontario. Fue por esta época que Douglass se puso en contacto con dirigentes feministas y se convirtió en uno de los principales defensores de los derechos de la mujer.

En 1848, por el Tratado de Guadalupe Hidalgo, Estados Unidos se apoderó de aproximadamente la mitad del territorio de México. Mientras prácticamente todo el mundo celebraba el triunfo, Douglass escribía en su editorial de la “Estrella del Norte” del 17 de marzo de 1848:

“Los vítores están en todos los labios y en todos los periódicos. Las alegres noticias se comentan en todos los barrios con entusiasmo y deleite. Pero nosotros somos una excepción en la gran masa de nuestros conciudadanos. Estamos tan acostumbrados a escuchar como se regocijan con los más bárbaros ultrajes que se cometen con un pueblo que no nos ha ofendido, que no podemos unirnos a ellos en la exultación general de este momento; y por esta razón creemos que entienden por paz lo que es realmente un despojo.”

Y más adelante expresó:

“Nuestra alma está enferma de tanta hipocresía. Seguramente en las iglesias de Rochester darán gracias a Dios por una paz para alcanzar la cual no hicieron nada y la proclamarán como un triunfo de la cristiandad. Que se haya puesto fin a la matanza al por mayor en México es ciertamente causa de regocijo; pero no es nuestro pueblo el que debe regocijarse; por el contrario, debemos inclinar con bochorno nuestras cabezas y con profunda humildad pedir perdón por nuestros crímenes.”

Douglass estaba comprometido de lleno con el Tren Subterráneo. Su casa estaba cerca de la frontera con Canadá y se había convertido en una de las “estaciones” del “tren”, llena siempre de esclavos fugitivos.

En 1851 tuvo lugar el rompimiento entre Douglass y Garrison. El pensamiento de Douglass había cambiado mucho en los últimos años y se había radicalizado. Ya no compartía las ideas de Garrison, sobre todo la concepción de éste de que no se debía combatir la esclavitud por medios violentos.

En un discurso en Rochester, el Día de la Independencia, en 1852, señaló:

“¿Qué es para el esclavo americano vuestro 4 de Julio?. Respondo: un día que le revela, más que cualquier otro día del año, la gran injusticia y crueldad de las cuales es víctima constante […]. Para él vuestra celebración es una farsa, un fino velo para cubrir crímenes que avegonzarían a una nación de salvajes. No existe una nación en la tierra más culpable de prácticas horribles y sangrientas que Estados Unidos.”

Douglass había estado en contacto con el líder abolicionista John Brown, que trataba de iniciar una sublevación de esclavos en el Sur. En 1859, Brown decidió atacar el poblado de Harpers Ferry, al norte de Virginia, y apoderarse de las armas almacenadas en la armería federal. Brown alquiló una finca cerca del lugar y desde allí escribió a Douglass pidiéndole que se encontrara con él en Chambersburg, Pennsylvania. Se reunieron allí y Brown le propuso que se uniera a la acción. Douglass rechazó la propuesta porque estaba convencido de que la opinión pública norteamericana no aceptaría el ataque a una propiedad federal. El 16 de octubre de 1859, Brown y sus hombres se apoderaron de Harpers Ferry. La noche siguiente, en combate con las tropas federales murieron, entre otros, dos de los hijos de Brown. El audaz líder antiesclavista fue capturado y en menos de dos meses fue juzgado por traición, condenado y ejecutado.

Douglass se encontraba en Filadelfia cuando tuvo noticias del alzamiento de Brown y de que se habían encontrado cartas que lo implicaban en la conspiración. Las informaciones de los diarios mencionaban su nombre. Sabiendo que no existía la posibilidad de un juicio justo, huyó a Canadá. Desde allí escribió en su defensa, alegando que aunque él no estuvo de acuerdo con el ataque a una propiedad federal, consideraba no obstante que Brown había sido un hombre heroico y noble.

Cuando se produce la secesión de los estados del Sur, la reacción de Abraham Lincoln fue decepcionante para Douglass porque el presidente prometió mantener la ley que permitía la persecución de los esclavos fugitivos y no interferir con la esclavitud en los estados donde la institución se encontraba establecida. Su prioridad era restaurar la Unión, no abolir la esclavitud. El Norte peleaba para preservar la Unión, el Sur, por el derecho a separarse y establecer una nación que garantizase el derecho a poseer esclavos. Para Douglass y los abolicionistas, el objetivo de la guerra era terminar con la esclavitud.

Douglass inició una campaña presionando a Lincoln para que garantizara la libertad de los esclavos que se fugaban hacia el Norte. En abril 16 de 1862, Lincoln firmó un decreto prohibiendo la esclavitud en Washington, DC, pero no se decidía a aprobar leyes que permitieran confiscar los esclavos en las áreas capturadas del Sur. Lincoln creía que si pasaba leyes que emanciparan a los esclavos, los estados fronterizos de la Unión (que poseían esclavos) podían rebelarse y unirse a la Confederación.En sus discursos y en sus editoriales, Douglass insistía en que el objetivo de la guerra tenía que ser la abolición de la esclavitud y que se debía admitir a los negros en el ejército de la Unión.

El 31 de diciembre de 1862, Lincoln publicó la “Proclamación de la Emancipación”, pero ésta era solo para los esclavos en las zonas no ocupadas por el ejército de la Unión; o sea, paradójicamente, la esclavitud continuaba en los estados fronterizos (Maryland, Delaware, Kentucky, Missouri) y en las áreas del Sur ya capturadas, mientras se proclamaba su abolición en el resto de las áreas enemigas.

No fue hasta 1863 que el Congreso autorizó el enrolamiento de los negros en el ejército de la Unión (El Regimiento 54 de Massachusetts fue la primera unidad). Douglass utilizó todo su prestigio para llamar a filas a los negros, y dos de sus hijos estuvieron entre los primeros en enrolarse; pero en el verano de ese mismo año Douglass detuvo la campaña de reclutamiento y se reunió con el presidente Lincoln para quejarse del trato que se daba a los soldados negros. Estos recibían la mitad de la paga de los soldados blancos, tenían peores armas y entrenamiento inadecuado, no se les permitía el ascenso a oficiales y, cuando eran capturados por las tropas confederadas, casi siempre eran fusilados. La respuesta de Lincoln fue ambigua dejando entrever que podría haber cambios en el futuro. Aunque Douglass no quedó satisfecho con las promesas del presidente continuó, no obstante, su campaña de reclutamiento. Más de 200,000 negros se enrolaron en el ejército de la Unión y de ellos 38,000 fueron heridos o muertos.

En el verano de 1864, Douglass y Lincoln se reunieron de nuevo. Lincoln no estaba seguro de que la guerra se pudiese ganar y le encomendó que diseñara un plan para evacuar a esclavos del Sur si la victoria de la Unión resultaba imposible. Este plan de evacuación nunca se utilizó pues en septiembre de ese mismo año el general William T. Sherman entró en Atlanta, la capital de Georgia, quemó la ciudad y se dirigió a Savannah destruyendo todo a su paso. Estas victorias levantaron el ánimo en el Norte y ayudaron a Lincoln a reelegirse en las elecciones de noviembre.

Lincoln quedó para la historia con el título de Gran Emancipador, pero en realidad este título no le corresponde a él sino a Douglass. El objetivo original de Lincoln fue reconstruir la Unión, no emancipar a los esclavos. Fue Douglass quien lo convenció de que no se podía ganar la guerra sin liberar a los esclavos en el Sur y sin permitir a los negros en el Norte enrolarse en el ejército.

Douglass honró a Lincoln como un gran gobernante y como el primer presidente mártir de Estados Unidos, pero rechazó el mito del Gran Emancipador. En su “Oración en Memoria de Abraham Lincoln”, al inaugurar el Monumento a los Freedmen en 1876, en Washington, dijo: “Lincoln no fue nuestro hombre ni nuestro modelo. El fue, por encima de todo, el presidente de los blancos, dedicado enteramente al bienestar de los blancos. Ustedes [los blancos] son los hijos de Abraham Lincoln. Nosotros [los negros] somos, en el mejor de los casos, solamente sus hijastros.”

Con la ratificación de la 13a. Enmienda a la Constitución de Estados Unidos, en diciembre de 1865, la esclavitud fue abolida en todo el territorio nacional, pero Douglass proclamó que la esclavitud no estaría verdaderamente abolida hasta que los negros obtuviesen el derecho al voto.

El sucesor de Lincoln, Andrew Johnson, no tenía interés alguno en asegurar la libertad de los esclavos en el Sur. Los legisladores estatales promulgaron los llamados “Códigos Negros” (“Black Codes”), leyes destinadas a mantener a los negros en un estado permanente de pobreza y servidumbre. En febrero de 1866, Douglass se reunió con Johnson y le expuso la situación pero el presidente manifestó claramente su propósito de apoyar los intereses de los blancos en el Sur y de bloquear el derecho al voto de los negros. Douglass salió de la reunion convencido de que, una vez más, tendría que defender su causa ante el pueblo norteamericano.

En ese mismo año, se logró que el Congreso aprobase la primera ley de derechos civiles (“Civil Rights Act”) que otorgaba la ciudadanía a los afro-norteamericanos (pero no a los indios) y, al menos en teoría, su igualdad de derechos ante la ley. Sin embargo, su aprobación tuvo que sobreponerse al veto presidencial. Por temor a que esta ley fuese declarada inconstitucional por la Corte Suprema de Justicia, el Congreso aprobó también la 14a. Enmienda con el fin de incluir estos derechos en la Constitución.

El “Freedmen’s Bureau”, agencia gubernamental establecida al finalizar la Guerra Civil, como parte del Departamento de Guerra, con el objeto de suministrar ayuda a los antiguos esclavos, recibió en 1866 la autoridad para proceder judicialmente contra los violadores de los derechos civiles aprobados para los negros. En julio de 1867, el presidente Andrew Johnson pidió a Douglass que se hiciera cargo del Freedmen’s Bureau, posición que le permitiría supervisar todos los programas gubernamentales concernientes a la población negra del Sur. La tentación era grande, porque sería la primera vez que un negro en Estados Unidos ocuparía una alta posición en el gobierno. Douglass, no obstante, sabiendo que con la aceptación del cargo ayudaría al presidente a mostrar una falsa imagen de amigo de los negros, rechazó la oferta y mantuvo de este modo, a una altura de años-luz, la dignidad del pueblo negro norteamericano.

Andrew Johnson se opuso a las Actas de Reconstrucción, aprobadas por el Congreso, que requerían que los estados del Sur, para reintegrarse a la Unión, tenían que ratificar la 14a. Enmienda y garantizar a los negros el derecho al voto. Ante el intento de Johnson de bloquear esta ley, el Congreso inició contra él un proceso de revocación (“impeachment”) por primera vez en Estados Unidos. Por la diferencia de un solo voto (hacían falta 2/3) Johnson no pudo ser revocado, pero sus dos últimos años fueron grises y sin poder alguno.

Durante la campaña electoral de 1868, Douglass apoyó a Ulysses S. Grant, ex-comandante en jefe del ejército de la Unión. En un famoso discurso, “The Work Before Us” (la tarea a realizar) Douglass alertó sobre el surgimiento en el Sur de la organización del Ku Klux Klan, cuyas tácticas terroristas pretendían atemorizar a los negros para que hiciesen dejación de los derechos civiles que habían conquistado.

En octubre de 1868, la campana de la Demajagua llamó a los patriotas cubanos al combate. Carlos Manuel de Céspedes escribió una carta al presidente Ulyses S. Grant solicitando el reconocimiento a los cubanos de la beligerancia. Este reconocimiento representaba no solo un apoyo moral sino también la posibilidad de recibir armas, pertrechos y combatientes desde Estados Unidos y, eventualmente, el reconocimiento diplomático. Si Estados Unidos hubiese dado ese paso en favor de la independencia de Cuba, los cubanos se hubieran ahorrado muchos años de guerra y enormes sacrificios y privaciones.

Como hemos señalado ya, la lucha de los cubanos por la independencia recibió de inmediato el apoyo entusiasta de Frederick Douglass, pero el Gabinete del presidente Grant, con la excepción del general John A. Rawlins, Secretario de Guerra, se oponía a reconocer el derecho de los mambises a luchar contra el ejército colonial español. Hamilton Fish, el Secretario de Estado, estimaba, según su biógrafo Allan Novis, que “una gran parte de la población cubana poseía un bajo nivel de inteligencia y de cualidades morales. El [Hamilton Fish] dudaba de la capacidad del conglomerado de sangre india, negra y española para autogobernarse y consideraba […] que la evolución bajo la tutela de España podía ser mejor que la revolución”. En la reunion del Gabinete del 31 de agosto de 1869, Rawlins acusó al Secretario de Estado de llevar a cabo una política cínica con respecto a Cuba, pero cinco días después de su argumentación a favor del reconocimiento, el 5 de septiembre, Rawlins murió cuando contaba sólo 38 años de edad.

Con Grant en el poder se aprobó la 15a. Enmienda, la cual garantizaba a todos los ciudadanos el derecho al voto sin tener en cuenta la raza.

En 1872, la casa de Douglass en Rochester ardió en llamas. Ninguno de sus familiares resultó lesionado pero muchos documentos irreemplazables fueron destruidos. Derrotados en el campo de las ideas, los racistas utilizaban la violencia y el terror. Douglass decidió trasladarse con su familia a Washington, D.C.

En 1889 Frederick Douglass fue nombrado Embajador y Cónsul General en Haití. Estando ya en las funciones de su cargo en ese país, Estados Unidos decidió apoderarse del Môle St. Nicolas, que se conocía como el Gibraltar haitiano, un lugar estratégico con una profunda bahía en la cual Estados Unidos pensaba instalar una base naval. Douglass se negó a servir de instrumento para despojar a Haití de un pedazo de su territorio. En su discurso en la Feria Mundial de Chicago, del 2 de enero de 1893, expresó: “Algunas cosas irreflexivas han sido dichas sobre tomar posesión de esa bahía: ‘Tenemos que obtenerla pacíficamente o por la fuerza si es preciso’. No creo que podamos obtenerla de ninguna de las dos maneras, porque Haití no cederá pacíficamente y sería demasiado costoso arrebatarla por la fuerza. […] No podría hacerse sin llevar al país a la revolución y al derramamiento de sangre. Yo no creo que el presidente Harrison [Benjamin Harrison, 1889 – 1893] desee que yo lleve el asunto hasta tal extremo. Por el contrario, creo que como amigo de la raza de color desea la paz en ese país.”

Un párrafo de Douglass referente al pueblo haitiano tiene plena vigencia actualmente:

“En cualquier país del globo un ciudadano de Haití está seguro de recibir un tratamiento civilizado. En cualquier otra nación su humanidad es reconocida y respetada. A cualquier parte que un hombre puede ir, él puede ir. No es rechazado, excluído o insultado a causa de su color. Todos los lugares de entretenimiento o instrucción están abiertos para él. Pero muy diferente es el caso si el haitiano se aventura dentro de las fronteras de Estados Unidos.”

Frederick Douglass murió el 20 de febrero de 1895, justo cuando los cubanos terminaban sus preparativos para lanzarse de nuevo a la manigua. La Guerra de Independencia de Cuba perdía uno de sus grandes aliados. Estoy seguro de que, con Frederick Douglass vivo, le hubiera sido mucho más difícil a Estados Unidos, luego de la guerra de rapiña del 98, la imposición a Cuba de un presidente títere, de la Enmienda Platt y de tratados mediante los cuales se apoderó de las principales riquezas del país, convirtiendo a la isla en un protectorado.

Douglass repetía con frecuencia, y era el lema de su periódico, “Los derechos no tienen sexo, la verdad no tiene color” (“Right is of no sex, truth is of no color”) y es este criterio, asumido por él, el que agiganta su estatura moral, porque creo que uno de sus grandes méritos es que supo trascender la esfera de la lucha por la emancipación de los esclavos y por los derechos del hombre negro en Estados Unidos y convertirse también en combatiente contra la opresión de irlandeses, mexicanos, haitianos, cubanos, etc., por la liberación de la mujer, por los derechos de los trabajadores, por la libertad religiosa, y contra toda injusticia dentro o fuera del territorio de Estados Unidos. Douglass estaba convencido de que el futuro de Estados Unidos sería el de una nación multiracial sin barreras entre las razas que extendería su mano amiga hacia el resto del mundo con respeto absoluto a la independencia y a la soberanía de todos los países. Creía con firmeza que luchar por ese objetivo era su misión en la vida y fue consecuente con sus ideales hasta el día de su muerte.

Lamentablemente, aún persisten los prejuicios raciales en Estados Unidos, como lo demuestra la polémica desatada en Easton, condado de Talbot, Maryland, con respecto a la ubicación de una estatua del prócer. Lo primero que llama la atención es que, después de más de cien años de su muerte, todavía en ésa, su ciudad natal, no le hayan erigido un monumento. Recientemente, el Consejo del Condado aprobó (3 a 2) la colocación de la estatua de Douglass en los terrenos situados al frente del edificio de la Corte. La estatua estaría cerca de un monumento, ya existente, en honor de los “Talbot Boys”. En éste, la escultura representa a un joven soldado blanco con mirada angelical que sostiene una bandera de la Confederación. En el pedestal están grabadas las letras C.S.A. (Confederate States of America). Y fue esta situación la que abrió las viejas heridas raciales.

Los que se oponen a la ubicación allí de la estatua de Douglass alegan que es un lugar reservado para rendir homenaje a los héroes del condado que han muerto en las guerras, olvidando (o más bien recordando) el papel extraordinario desempeñado por Douglass para obtener la victoria en la Guerra Civil.

El memorial a los “Talbot Boys” incluye los nombres de los residentes del condado que pelearon bajo la bandera de estrellas y barras a pesar de que Maryland formaba parte de la Unión. Encabeza la lista el Almirante Franklin Buchanan, quien desertó de las fuerzas navales del Norte y se pasó a los Confederados. Buchanan era rico, dueño de una plantación y de numerosos esclavos. En realidad, el monumento a los “Talbot Boys” es un homenaje a la esclavitud y a los que lucharon por mantenerla y es por eso que los sectores más reaccionarios y racistas de la población se oponen a que se ubique cerca de allí la estatua de quien representa justamente lo contrario.

En el territorio de Estados Unidos, principalmente en el Sur, se eliminó sistemáticamente casi todo lo que hubiera podido pertenecer al patrimonio histórico y cultural de los afro-norteamericanos. La casa natal de Douglass, por ejemplo, desapareció y es ahora un terreno yermo. El gobierno actual –otro ejemplo- se cruzó de brazos ante la destrucción de New Orleans, ciudad-monumento de la espiritualidad de los negros. Es como si la esclavitud, los “Black Codes”, la era de Jim Crow, el Ku Klux Klan y los linchamientos no hubieran existido. Ninguno de los 3,437 negros que se reconoce fueron linchados (colgados, quemados vivos, castrados, asesinados a golpes, desmembrados) tiene su nombre inscrito en los mármoles de un memorial, pero sí lo tienen, con frecuencia, los linchadores.

Sigamos el ejemplo de Frederick Douglass. Ante cualquier injusticia que se cometa en cualquier rincón del mundo, no escuchemos a los que dicen “ése no es nuestro problema” y afirmemos, como afirmaba Douglass que “ése sí es nuestro problema”, no vaya a resultar que un día preguntemos -como en la obra de Hemingway- ¿por quién doblan las campanas?, y alguien nos responda: “doblan por ti hermano, doblan por ti.”

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El Dr. Salvador Capote es médico, especialista en Bioquímica. Ha escrito numerosos artículos de divulgación científica, sobre todo en la esfera de la protección de la naturaleza. Actualmente vive en Miami y participa, con las organizaciones que conforman la Alianza Martiana, en la lucha contra el Bloqueo impuesto a Cuba por Estados Unidos.


Fuentes:

- ;Autobiografía, artículos y discursos de Frederick Douglass.

- ;Biography of Frederick Douglass, por Sandra Thomas.

- ;“Douglass, not Lincoln, bolsters GOP”, por Gregory Stephens, Los Angeles Times, Dec. 31, 2000.

- ;“Douglass still Battling the Old South”, Washington Post, Feb. 15, 2006.



http://www.areitodigital.com/PRIM-VER.07/CAPOTE.Articulo.DOUGLASS.PRIM-VER.07.htm