El sentir de un inmigrante dominicano en Estados Unidos: Año 2007

Makiavelo es el pseudónimo de un forista de Clave Digital. Es un dominicano que reside en USA; a propósito de la frustrada reforma en el Senado que entre una de sus medidas procuraba documentar unos 12 millones de inmigrantes, escribe estas reflexiones con un llamado de unidad.

La triste verdad de nuestro viacrucis.

Makiavelo

Con el naufragio estruendoso de la reforma al sistema de inmigración de Los Estados Unidos de América quedaron al descubierto innumerables problemas que sin lugar a dudas incidieron en esos resultados.

Mucho es lo que se ha hablado del ambiente de xenofobia reinante en la sociedad norteamericana, las posiciones racistas de grupos neoconservadores, la escasa articulación de una representación eficaz de parte del liderazgo latino frente al debate en el congreso, etc.

Casi todos los comentaristas y analistas del problema han obviado una parte del mismo que considero fundamental, y es la falta de conciencia que a nivel general tenemos de sentirnos latinos y en consonancia actuar como tales. Naturalmente que esto no es nada fácil, pues venimos impregnados de nuestras tierras de un nacionalismo vacío de forma y chato de contenido.

Esto nos lleva a un dilema existencial en el sentido de estar seguros de sentirnos inmigrantes, gentes dispuestas a dar el paso de asimilarnos a una sociedad que ya nos tiene en sus entrañas o de seguir viviendo como exiliados económicos, lo cual ata nuestras energías a pensar y soñar con el retorno a nuestros países de origen, descuidando con esto la articulación de una estrategia que sea efectiva para enfrentar el problema que nos afecta aquí actualmente.

Es precisamente esto último lo que nos esta llevando a ver a muchos de nuestros hermanos latinoamericanos como una competencia, una amenaza en el sentido que si yo vengo de aquí y tu de allí, mi deber es el de boicotearte y asegurarle a uno de mis coterráneos la oportunidad de sobrevivir junto conmigo y ese es un craso error, púes los nativos de aquí y aquellos que ya tienen cientos de años que llegaron y se asimilaron nos ven a todos como la misma masa uniforme, nos ven como los últimos en llegar a la fiesta, no distinguen que a unos nos gusta el tango, cumbia, ballenato, merengue, salsa, ranchera, etc, pues para fines prácticos nos engloban en el vocablo latinos y punto.

A eso les sumamos el deseo de protagonismo desenfrenado que tienen nuestros "líderes’’, los cuales muchas veces parecería que buscan más lograr cierto tipo de gloria personal que el desarrollo de sus comunidades.

Es por eso que no nos extraña que muchas de nuestras organizaciones cívicas carezcan de una real base en la comunidad, ya que no existe vínculo entre la visión de nuestros líderes y las aspiraciones de ésta.

Es por eso que es necesario que iniciemos un proceso de introspección colectiva y comencemos a cuestionarnos si por el camino de seguirnos dividiendo artificialmente por países de origen podremos obtener que se nos reconozcan derecho de igualdad desde el punto de vista jurídico, político y social con los grupos anglos y afroamericanos.

No es que estemos abogando por renunciar a nuestras raíces culturales o llamando a una confrontación entre grupos raciales, no se trata de eso, se trata de que es necesario que mientras vivamos aquí aprendamos a reconocer en cada latino un hermano, una persona que fue impulsada hacia acá por los mismos motivos de uno mismo.

Da pena que algunos de nuestros jóvenes que están sumergidos en la marginalidad y la delincuencia han logrado entender lo que no les ha sido posible a nuestros preclaros líderes, de que a pesar de nosotros pensar que nos diferenciamos de los demás latinos, los demás grupos raciales nos ven como lo mismo, lo más triste es que si no hacemos conciencia de ello, tendrán que pasar 50 años para que veamos la realidad después que nazcan cinco generaciones más de inmigrantes o exiliados aquí.

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