Obispo Católico en República Dominicana Ramón Benito de la Rosa y Carpi aboga por más igualdad hacia la mujer


Noviembre es desde hace más de una década el mes de la No violencia a la mujer en honor a las Hermanas Mirabal, asesinadas un 25 de noviembre del año 1960 por su lucha contra la dictadura de Trujillo y a favor de más equidad en la sociedad.

También la Iglesia Católica celebra Noviembre, como el Mes de la Familia.

Hasta este pronunciamiento del Obispo Ramón Benito de la Rosa y Carpio, Presidente de la Conferencia del Episcopado, esos dos eventos no se suelen relacionar: Violencia del partiarcado contra la mujer y familia.

Ese bloque compacto opresor machista parece que se abre un poco, la yunta ideológica desde algunos estamentos de las religiones parece que comienza a ceder.
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Opinión

La mujer en “Aparecida”


”En esta hora de américa latina y el caribe urge tomar conciencia de la realidad que afecta la dignidad de muchas mujeres. algunas, desde niñas y adolescentes, son sometidas a múltiples formas de violencia dentro y fuera de casa: tráfico, violación, servidumbre y acoso sexual; desigualdades en la esfera de trabajo, de la política y de la economía...”

Por Ramón Benito de la Rosa y Carpio / El Caribe
Domingo 25 de noviembre del 2007 actualizado el sabado 24 de noviembre del 2007 a las 11:44 PM


INTRODUCCIÓN

“Aparecida” será el término que identificará a lo largo de los siglos la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que se realizó justamente en esa ciudad de Brasil del 13 al 31 de mayo 2007. En su Documento Conclusivo se podrán encontrar, a parte de sus temáticas centrales y líneas transversales, unos 400 temas diferentes, tratados con mayor o menor amplitud. Uno de ellos, desarrollado con especial dedicación y esmero, es el de la mujer: sobre él se hacen al menos 60 referencias. Y tenía que ser así: el tema mujer es tema clave en este “cambio de época” o “cambio de era” o “cambio de edad”.

En la “nueva edad”, hacia la cual transitamos, el tratamiento de la mujer será muy distinto del que se le dio en la Edad Antigua, en la Edad Media o en la Edad Moderna. Del conjunto de afirmaciones que trae “Aparecida” sobre la mujer, permítanme destacar ahora estas seis, particularmente los hermosos párrafos dedicados a la “dignidad y participación de las mujeres” (#451-458).

1.EL SER HUMANO ES VARÓN Y MUJER. “La Biblia muestra reiteradamente que, cuando Dios creó el mundo con su Palabra, expresó satisfacción diciendo que era “bueno” (Gn 1, 21), y, cuando creó al ser humano con el aliento de su boca, varón y mujer, dijo que “era muy bueno” (Gn 1, 31). El mundo creado por Dios es hermoso. Procedemos de un designio divino de sabiduría y amor. Pero, por el pecado, se mancilló esta belleza originaria y fue herida esta bondad” (Aparecida #27). “Bendecimos a Dios por haber creado al ser humano varón y mujer, aunque hoy se quiera confundir esta verdad: “Creó Dios a los seres humanos a su imagen; a imagen de Dios los creó, varón y mujer los creó” (Gn 1, 27). Pertenece a la naturaleza humana el que el varón y la mujer busquen el uno en el otro su reciprocidad y complementariedad” (Aparecida #116).

2. SITUACIÓN PRECARIA DE MUCHAS MUJERES. “En esta hora de América Latina y El Caribe, urge tomar conciencia de la situación que afecta la dignidad de muchas mujeres. Algunas, desde niñas y adolescentes, son sometidas a múltiples formas de violencia dentro y fuera de casa: tráfico, violación, servidumbre y acoso sexual; desigualdades en la esfera del trabajo, de la política y de la economía; explotación publicitaria por parte de muchos medios de comunicación social, que las tratan como objeto de lucro” ( Aparecida # 48).

3.PRESENCIA MÁS PROTAGÓNICA DE LA MUJER. “Con la presencia más protagónica de la Sociedad Civil y la irrupción de nuevos actores sociales, como son los indígenas, los afroamericanos, las mujeres, los profesionales, una extendida clase media y los sectores marginados organizados, se está fortaleciendo la democracia participativa, y se están creando mayores espacios de participación política (Aparecida #75).

4.EL HOMBRE Y LA MUJER SE REALIZAN POR EL TRABAJO. “Alabamos a Dios porque en la belleza de la creación, que es obra de sus manos, resplandece el sentido del trabajo como participación de su tarea creadora y como servicio a los hermanos y hermanas. Jesús, el carpintero (cf. Mc 6, 3), dignificó el trabajo y al trabajador y recuerda que el trabajo no es un mero apéndice de la vida, sino que “constituye una dimensión fundamental de la existencia del hombre en la tierra”[1], por la cual el hombre y la mujer se realizan a sí mismos como seres humanos” (Aparecida #120).

5.LAS MUJERES ENTRE LAS EXCLUÍDAS POR LA GLOBALIZACIóN. “La globalización hace emerger, en nuestros pueblos, nuevos rostros de pobres. Con especial atención y en continuidad con las Conferencias Generales anteriores, fijamos nuestra mirada en los rostros de los nuevos excluidos: los migrantes, las víctimas de la violencia, desplazados y refugiados, víctimas del tráfico de personas y secuestros, desaparecidos, enfermos de HIV y de enfermedades endémicas, tóxicodependientes, adultos mayores, niños y niñas que son víctimas de la prostitución, pornografía y violencia o del trabajo infantil, mujeres maltratadas, víctimas de la exclusión y del tráfico para la explotación sexual” (Aparecida # 402).

6.LA DIGNIDAD Y PARTICIPACIÓN DE LAS MUJERES. “La antropología cristiana resalta la igual dignidad entre varón y mujer, en razón de ser creados a imagen y semejanza de Dios. El misterio de la Trinidad nos invita a vivir una comunidad de iguales en la diferencia. En una época de marcado machismo, la práctica de Jesús fue decisiva para significar la dignidad de la mujer y su valor indiscutible: habló con ellas (cf. Jn 4, 27), tuvo singular misericordia con las pecadoras (cf. Lc 7,36-50; Jn 8,11), las curó (cf. Mc 5, 25-34), las reivindicó en su dignidad (cf. Jn 8, 1-11), las eligió como primeras testigos de su resurrección (cf. Mt 28, 9-10), e incorporó mujeres al grupo de personas que le eran más cercanas (cf. Lc 8, 1-3). La figura de María, discípula por excelencia entre discípulos, es fundamental en la recuperación de la identidad de la mujer y de su valor en la Iglesia.

El canto del Magnificat muestra a María como mujer capaz de comprometerse con su realidad y de tener una voz profética ante ella. La relación entre la mujer y el varón es de reciprocidad y colaboración mutua.

Se trata de armonizar, complementar y trabajar sumando esfuerzos. La mujer es corresponsable, junto con el hombre, por el presente y el futuro de nuestra sociedad humana.

Lamentamos que innumerables mujeres de toda condición no sean valoradas en su dignidad, queden con frecuencia solas y abandonadas, no se les reconozca suficientemente su abnegado sacrificio e incluso heroica generosidad en el cuidado y educación de los hijos, ni en la transmisión de la fe en la familia.

Tampoco se valora ni promueve adecuadamente su indispensable y peculiar participación en la construcción de una vida social más humana y en la edificación de la Iglesia. A la vez, su urgente dignificación y participación pretende ser distorsionada por corrientes ideológicas, marcadas por la impronta cultural de las sociedades del consumo y el espectáculo, que son capaces de someter a las mujeres a nuevas esclavitudes.

Es necesario en América Latina y el Caribe superar una mentalidad machista que ignora la novedad del cristianismo, donde se reconoce y proclama la “igual dignidad y responsabilidad de la mujer respecto al hombre”.

En esta hora de América Latina y el Caribe, urge escuchar el clamor, tantas veces silenciado, de mujeres que son sometidas a muchas formas de exclusión y de violencia en todas sus formas y en todas las etapas de sus vidas.

Entre ellas, las mujeres pobres, indígenas y afroamericanas han sufrido una doble marginación. Urge que todas las mujeres puedan participar plenamente en la vida eclesial, familiar, cultural, social y económica, creando espacios y estructuras que favorezcan una mayor inclusión.

Las mujeres constituyen, en general, la mayoría de nuestras comunidades, son las primeras transmisoras de la fe y colaboradoras de los pastores, quienes deben atenderlas, valorarlas y respetarlas.

Urge valorar la maternidad como misión excelente de las mujeres. Esto no se opone a su desarrollo profesional y al ejercicio de todas sus dimensiones, lo cual permite ser fieles al plan originario de Dios que da a la pareja humana, de forma conjunta, la misión de mejorar la tierra.

La mujer es insustituible en el hogar, la educación de los hijos y la transmisión de la fe. Pero esto no excluye la necesidad de su participación activa en la construcción de la sociedad. Para ello, se requiere propiciar una formación integral de manera que las mujeres puedan cumplir su misión en la familia y en la sociedad.

La sabiduría del plan de Dios nos exige favorecer el desarrollo de su identidad femenina en reciprocidad y complementariedad con la identidad del varón. Por eso, la Iglesia está llamada a compartir, orientar y acompañar proyectos de promoción de la mujer con organismos sociales ya existentes, reconociendo el ministerio esencial y espiritual que la mujer lleva en sus entrañas: recibir la vida, acogerla, alimentarla, darla a luz, sostenerla, acompañarla y desplegar su ser de mujer, creando espacios habitables de comunidad y de comunión.

La maternidad no es una realidad exclusivamente biológica, sino que se expresa de diversas maneras. La vocación materna se cumple a través de muchas formas de amor, comprensión y servicio a los demás. La dimensión maternal también se concreta, por ejemplo, en la adopción de niños, ofreciéndoles protección y hogar.

El compromiso de la Iglesia en este ámbito es ético y profundamente evangélico.

Proponemos algunas acciones pastorales:

a) Impulsar la organización de la pastoral de manera que ayude a descubrir y desarrollar en cada mujer y en ámbitos eclesiales y sociales el “genio femenino”[2] y promueva el más amplio protagonismo de las mujeres.
b) Garantizar la efectiva presencia de la mujer en los ministerios que en la Iglesia son confiados a los laicos, así como también en las instancias de planificación y decisión pastorales, valorando su aporte.
c) Acompañar a asociaciones femeninas que luchan por superar situaciones difíciles, de vulnerabilidad o de exclusión.
d) Promover el diálogo con autoridades para la elaboración de programas, leyes y políticas públicas que permitan armonizar la vida laboral de la mujer con sus deberes de madre de familia” (Aparecida #451- 458).

CONCLUSIÓN

CERTIFICO que en el Documento Conclusivo de “Aparecida” el tema de la mujer sobresale y tiene relevancia.
DOY FE , en Jarabacoa, el 21 de noviembre del año del Señor 2007, pensando en el 25 de noviembre, Día Internacional contra la violencia y explotación de la mujer.
† Monseñor Ramón de la Rosa y Carpio es presidente
de la Conferencia del Episcopado


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