Según Colin Crouch en su libro "Posdemocracia" (Taurus, 2004) la política y el gobierno están volviendo al redil de las élites privilegiadas.
Ese retorno describe un movimiento en forma de parábola: no se trata de un poder que se ejerce de manera similar a los gobiernos predemocráticos, sino que es ejercido en el contexto de las democracias occidentales maduras y la generalización de la democracia en la mayoría de los países del mundo.
Las formalidades de la democracia se han hecho parte del proyecto global: hay elecciones libres y cambios de gobierno en 191 países en 1999, mientras que 10 años antes sólo se realizaban elecciones libres en 147.
Pero, ¿qué son elecciones libres? Si pensamos en:
1) la cantidad de dinero que se necesita para elaborar esas grandes campañas publicitarias que antes que motivar a la participación política pretenden vender una mercancía llamada candidato o candidata,
2) en los costosos consultores y asesores nacionales y extranjeros de los que se proveen los partidos,
3) en la influencia de los organismos multilaterales y las empresas transnacionales en las agendas locales
de la gran mayoría de los partidos,
4) el desencanto que sobreviene a la ciudadanía que sólo tiene el voto como mecanismo de presión y la ausencia de formas institucionales de expresión del descontento frente a las autoridades elegidas, veremos que el concepto de "elecciones libres" debe ser revisado.
Hay que agregar a esto la banalidad de las campañas y la
despolitización y la desmovilización creciente de los sectores más excluidos.
De hecho este es quizás el elemento más relevante y que ha afectado a los partidos más comprometidos con el cambio, es decir a las izquierdas. Entonces, es lo que he declarado: el retorno de las élites al control casi absoluto del gobierno y las instituciones políticas describe un movimiento parabólico, porque esta vez los
mecanismos para la captura de las instituciones políticas son más complejos y sutiles.
Por eso Crouch denomina el fenómeno como posdemocracia. No es democracia porque gran parte de la gente ha sido excluida por una multiplicidad de sofisticados mecanismos y no es antidemocrática porque respeta ciertas formalidades de la democracia representativa.
El concepto de posdemocracia puede ser usado como una forma de observar la salud del sistema democrático.
Dicho en las palabras del autor: "tanto las técnicas para manipular la opinión pública como los mecanismos para abrir la política al examen público son cada vez más sofisticados, al tiempo que el contenido de los programas de los partidos y el carácter de la rivalidad partidista se están convirtiendo en algo crecientemente anodino e insípido." (pág. 37).
Si bien Crouch observa el fenómeno en países en los que la democracia ha recorrido un largo periplo hasta llegar a la posdemocracia, parecería que países como el nuestro no llegarán a una suculenta democracia "madura" y pasarán de una tímida y larguísima transición democrática a la posdemocracia, al control del gobierno y las instituciones políticas por las grandes corporaciones nacionales y extranjeras, al mismo tiempo que se observa la desmovilización y la despolitización de las grupos menos privilegiados.
II
Hemos hablado del peligro que enfrenta la democracia debido al creciente poder e influencia que tienen las élites empresariales en el Estado, con la agravante de que, según Crouch, en su libro "Posdemocracia", existe un gran desequilibrio entre los intereses empresariales y los de prácticamente todo el resto de los grupos (Pág. 145). El problema es que no están teniendo contrapeso de
ningún tipo, que su poder se acrecienta en un contexto en que la gente común se excluye o es excluida de la política, dejándoles así el campo libre.
En la posdemocracia dominicana, los partidos políticos conocen un proceso creciente de debilitamiento, y la influencia empresarial se hace sentir fuertemente a través del financiamiento de las candidaturas y las actividades partidarias. El costo de las candidaturas se eleva cada día: precio de la televisión, de la radio,
de los diarios, de los asesores y consultores ¿Quiénes tienen el dinero suficiente para financiar partidos y candidatos? Para los empresarios financiar campañas es una inversión, pero para la ciudadanía que apenas tiene los recursos para sobrevivir financiar campaña es un gasto. El financiamiento privado de las candidaturas en
el país se asemeja a un bono con el cual se compra los favores y se trafica con la influencia, antes de llegar al poder.
¿Ejemplos?
Las formas en que se realizan las privatizaciones, es uno. Las compras que realizan las entidades estatales sin previa convocatoria a concursos públicos transparentes. La asignación de obras grado a grado. La evasión de impuestos. La colocación de la propaganda publicitaria. La inexistencia de entidades de protección al consumidor o consumidora y las trabas que se colocan para crear este tipo de institución. Las ineficiencias de las diversas
superintendencias: eléctrica, banca, seguros. Nombramiento de funcionarios que favorecen a grupos empresariales específicos.
Ausencia de legislación sobre determinados aspectos de la protección de la ciudadanía frente a determinados productos.
Estamos en una encerrona. ¿Qué hacer? Crouch propone tres campos de acción.
El primero es enfrentar el creciente poder empresarial en la política. Para lo cual una ley que limite el financiamiento privado de los partidos y sus candidaturas ayuda. Se trata de nivelar la competencia política, legislando sobre el uso igualitario de los medios de comunicación masivos. Se trata de evitar que el que tenga más dinero pueda influenciar en los partidos, de manera que cuando estos lleguen al Estado le devuelvan con intereses lo "invertido".
El segundo campo de acción es la búsqueda de nueva formas de hacer política. En el país hay un interesante proyecto de Ley de Partidos Políticos que contiene aspectos importantes.
El tercero es la ciudadanía. Este campo tiene la ventaja de que ayuda a mejorar los otros dos. Para actuar en este campo hay que entender los tres modelos de ciudadanía que según Crouch existen (Pp. 25-27).
El modelo de ciudadanía que puede ayudar a enfrentar la posdemocracia es el que llama "ciudadanía positiva": que la gente se organice en grupos de intereses en comunes, que creen sus propias identidades, definan con claridad sus demandas e interpelen directamente al sistema político. El ciudadano activo reconoce en la política la
principal esfera de participación.
Los modelos de ciudadanía que contribuyen con la posdemocracia son:
1) la ciudadanía que se vive quejando de de las élites, que vive refunfuñando y diciendo que todos los políticos son corruptos, por lo que no vale la pena participar en
política; y 2) la ciudadanía pasiva que entiende que cree que es suficiente con ir a votar cada cuatro años, y no vuelve a interesarse en las cuestiones políticas. El resabioso y el apático contribuyen por igual a la posdemocracia, uno porque vive quejándose sin hacer
nada y el otro porque no se queja de nada. ¿Y usted en cuál modelo se ciudadanía se inscribe?
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